Cargadito, cargadito pa’l Norte


Con tanto resumen no he tenido tiempo de contar el regreso desde Gran Canaria a Utrecht. Comenzó temprano porque me levanté a las seis y media para ir a correr, la carrera final en la playa de las Canteras, con el sol aún escondido. Después de ducharme y desayunar, hice mi maleta y mi bolso, la primera con exactamente veinticinco kilos, que es lo que pagué y el otro seguramente con diez, que yo he desarrollado hasta el máximo lo de aprovechar los kilos y gramos que pago cuando viajo en avión. El cuñao me alcanzó al aeropuerto y fui directo a facturar. Había una cola de que te cagas en uno de los mostradores y solo dos personas en el otro, que decía que era para dejar equipaje si ya tenías tarjeta de embarque, que casualmente era mi escenario y me puse en esa cola y en un par de minutos había facturado. Después fui a pasar el control de inseguridad y sucedió algo interesante. En el bolsillo del pantalón vaquero llevaba ocho o nueve leuros que se me olvidó poner en una bandeja y cuando pasé el arco, por supuesto pitó. El pollardón desganado que estaba allí decidió que el sistema me había seleccionado para un control de equipaje aleatorio y sin revisarme, me mandó a que me controlaran el equipaje. O sea, si en lugar de un puñado de monedas llevo una granada, el tonto ese me deja pasar sin problemas. Después de que su compañera decidiera que mi equipaje era seguro, lo cual demostró, no mirándolo, sino restregando unas tiras sobre las diferentes piezas y metiéndolas en una máquina, entré en la terminal de salidas y fui a mirar el agua. En el aeropuerto de Gran Canaria, hace un año, habían botellas de agua por un leuro. Ahora es un robo y un atraco a mano armada, las más baratas están a casi dos leuros y te ofrecen en un lugar del aeropuerto un grifo para llenar tu botella, pero vamos, que cualquiera que haya visitado la isla sabe que el agua del grifo es lo peor de lo peor y aunque potable, sabe a maldiciones truscolanas y podemitas.

Me apalanqué en un rincón hasta que anunciaron la puerta de embarque y mirando en los programillas del telefonino, el avión venía como con media hora de retraso. En la vida había visto tremenda procesión de gente con sillas de rueda. En ese avión entraron nueve con sillas de rueda, que digo yo que si hay un accidente y tenemos que evacuar, esos son los que mueren, que yo se de uno que no voy a mentar que ni de coña, repito, NI DE COÑA, se retrasa en salir para ayudarlos. Busqué mi ventanita y una vez dentro me puse a esperar. A mi lado se sentó una pareja de esas que tienen imán de proximidad y se tenían que estar tocando todo el tiempo, tremendo sobamiento. El piloto nos dijo que había una ventolera que no veas, que despegaríamos hacia el sur y después, con el viento de cola, recuperaríamos el tiempo de retraso y llegaríamos a los Países Bajos en hora, como finalmente sucedió. Tras el despegue hice mi rutina habitual de ver episodios de series y jugar y así pasó el tiempo hasta que comenzamos las maniobras de aterrizaje, que nos llevó desde un mundo soleado y con luz al inframundo bajo una capa gruesa y contundente de nubes que tenía a los Países Bajos entre tinieblas. Después de aterrizar, como estaba cerca del final, tuve que esperar un rato para que me llegara el turno de desembarcar, aunque con maleta facturada, no me preocupaba, que en Schiphol tardan un montón, tanto como que cuando llegamos a la cinta estaban saliendo las maletas de otro vuelo, después de ese venían las de otro otro vuelo y finalmente las del nuestro, que aparecieron una hora más tarde y yo tuve una suerte relativa y la mía fue de las primeras, así que la pillé y me fui a la estación de tren del aeropuerto, en donde pillé el siguiente tren a Utrecht y después la siguiente guagua a mi keli. Entré en mi keli más o menos a las seis y media de la tarde.

Todo parecía en orden hasta que encendí la luz de la cocina y no funcionaba. Todas las otras estaban bien. El reloj del horno estaba funcionando y cuando abrí la nevera, D-R-A-M-A, también estaba apagada y con todo descongelado. Miré los fusibles y el grupo que alimenta las luz de la cocina y la nevera saltó. Cambié el fusible y todo empezó a funcionar en ese grupo, a día de hoy, no sé qué carajo pasó, aunque mi vecino me dijo que la luz del jardín, que también depende de esa línea, la dejó de ver desde el lunes por la noche, cinco días antes, con que lo que quiera que haya ido mal sucedió seis días antes. Aún no me explico que pudo suceder para que reventara el fusible sólo de ese grupo, si hubiese sido una subida en todo el barrio, todo el mundo habría tenido problemas.

Y así como regresé, saliendo de la isla con veinticuatro grados y llegando a los Países Bajos con cero grados y sin electricidad en la nevera de mi keli, que por supuesto tuve que limpiar al completo y tirarlo todo antes de empezar a llenarla de nuevo.

,

5 respuestas a “Cargadito, cargadito pa’l Norte”

  1. Menudo palo, que llegas cansado del viaje y te encuentras con una sorpresita desagradable.
    Al volver de unas vacaciones abrí la lavadora para dejar la ropa sucia y me la encontré con agua a rebosar. Tuve que sacarla a cubos a las dos de la mañana, y luego me dijeron que había un botón que me la hubiera sacado con sólo apretarlo.

  2. Y además seguro que tenías el congelador cargadito… Si me pasa eso a mí con el arcón a rebosar tal como lo suelo tener, se llena el contenedor de orgánicos y se vacía mi cartera para volver a llenarlo, que yo no sé casi ni lo que hay ahí…

  3. Que putada. A mi una vez se me estropeo el congelador, se pudrió todo y el mal olor costó un huevo sacarlo

  4. 1. No había mal olor alguno, pero todo está en bolsas con cierre hermético o cerrado al vacío. Había comida pero no estaba lleno. La comida la tiré, los chorizos gallegos envasados al vacío se quedaron. Lo peor fueron los desayunos, que perdí la variedad que suelo tener y estuve una semana yendo a comprar al super cosas para desayunar.

    2. Lo que me mosquea es que nunca supimos por qué falló y no quiero que vuelva a pasar. Una de las teorías es que como la caseta de las bicicletas está conectada a esa línea y la semana anterior hubo diluvios, a lo mejor hubo un corto en algún lado.

    3. En la parte de la nevera, un par de quesos y las mermeladas sobrevivieron. Aunque estuvo entre 5 o 6 días sin energía, como la casa estaba a 15 grados, el interior de la nevera tampoco se recalentó demasiado. Los mojos canarios sobrevivieron, igual que las latas de anchoas.

    4. Desde que volví he hecho pollo frito koreano, garbanzada, una empanada grande de pollo, alubias con chorizo, arroz blanco, panqueques de suero de mantequilla y pan de harina integral con miel y el congelador vuelve a estar bastante lleno. Hay también pechugas de pollo y este fin de semana haré salchichas con guisantes y volveré a tener comida. Igual la semana que viene me hago una tortilla de papas con cebolla.

  5. Que putada, seguro que tuvo que haber un cortocircuito en alguna parte de esa linea, a lo mejor hay alguna forma de enchufar el frigorífico a dos circuitos diferentes, no me hagas caso, se me acaba de ocurrir…
    Salud

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.