Catorce veces


Allá por la segunda mitad del año 2016 comencé a correr después de años sin hacerlo. Seguí un programa para coger el ritmo en doce semanas y lo seguí escrupulosamente. Ya en esa época descubrí que puedo correr, que soy bueno, pero es algo que me aburre. Todos mis amigos que corren como que tienen una obsesión por correr diez kilómetros o más y apuntarse a eventos masivos de esos en los que miles de julays se apelotonan para transferirse los virus más fácilmente mientras sudan. Yo empecé a correr, llegué a los cinco kilómetros del plan y a partir de ahí comencé a explorar mis límites y subí a seis kilómetros por salida, después a siete y creo que en alguna ocasión llegué a ocho o nueve pero pronto descubrí que mi tolerancia para un deporte que como casi todos me aburre estaba en la media hora, que vienen a ser seis kilómetros cuando estoy en forma, o menos, que según me mejora la forma, voy bajando a veintinueve, veintiocho, veintisiete, veintiséis minutos. En algún momento del final de ese año me compré mi primera Mi Band y ya pude tener algún tipo de estadísticas de ese ejercicio, como la distancia, el tiempo y en las dos últimas iteraciones, las pulsaciones cardíacas, aunque yo no les doy demasiada importancia a estas últimas porque no creo que sean muy precisas, al menos no las de mi pulsera anterior, que me ponía como un superatleta cuando salía a correr y yo sentía el corazón a punto de escupirlo por la boca y aquella me decía que tenía las mismas pulsaciones que un julandrón budista meditando. La Mi Band 4, que es la que tengo desde el año pasado, parece mucho más precisa pero como es del mismo fabricante, como que sigo sin creérmelo. En estos cuatro años, que se deben estar cumpliendo en estos días, tuve alguna lesión y dejé de correr durante un tiempo, o llegaba el invierno y a mí lo de correr de noche no me mola y lo de correr cuando llueve aún menos y se daban esas circunstancias tan a menudo que terminaba saliendo solo un día del fin de semana. La última de las lesiones fue por no calentar, al comenzar el año y estuve desde mediados de enero hasta cerca del final de marzo sin ir a correr. Cuando lo retomé, como siempre, comencé con cuatro kilómetros y tomándolo con pachorra y a partir de ahí ya dejo que el cuerpo encuentre su punto. Ahora caliento muy bien antes de salir, ya que lo combino con una tabla de ejercicios que decide un programilla muy chulo y aunque mi idea original era salir cada tercer día, que hasta ahora había sido el ritmo más fluido que había logrado, resultó que gracias a confinamiento el cuerpo me pedía más y he terminado corriendo cada dos días y con los habituales seis kilómetros. Lo único que puede acortar la distancia es la amenaza de lluvia, que ya me ha sucedido. Mi cuerpo busca su ritmo y durante el mes de abril ya me puse en veintinueve minutos y en mayo ya he hecho una carrera en los veintiocho.

Lo alterno con paseos en bici o caminar en los días que no corro por aquello de hacer algo de ejercicio físico. Así, mi mes de abril ha sido el más prolífico hasta ahora. Nunca antes había hecho tantos kilómetros corriendo en un mes, con más de setenta y tres. Sigue sin gustarme, pero con un buen audiolibro o un podcast y sabiendo que es media hora o menos, me puedo sacrificar. También ayuda que estoy siempre en casa con lo que puedo salir por la mañana, en cualquier momento y en lugar de hacer el paseo a las doce como en la oficina, lo cambio por esto. Tras tantos años, tengo el concepto de los kilómetros que hay al salir de mi casa muy controlado y puedo elegir fácilmente cuál de los circuitos quiero hacer, en función del tiempo y no siempre hago el largo de seis kilómetros, que en el peor de los casos y si lloviera me puede pillar a tres kilómetros de mi casa y en ocasiones, lo cambio por tres ciclos de dos en el circuito más cercano o un circuito que hace un ocho con dos ciclos de dos kilómetros en el tramo más alejado y los dos kilómetros del otro. Eso sí, en las ocasiones en que me cruzo con alguien, que no sucede a menudo, mantenemos la educación y nos saludamos. En la carrera de hoy, que no aparece contabilizada en la imagen anterior, me crucé con la friolera de dos corredores y dos moras que estaban caminando y de alguna manera todos conseguimos mantener el metro y medio de distancia. Es lo bueno de vivir en el borde literal de la ciudad, que mi calle es la última, que a partir de ahí y yendo al sur es todo campo y unos parques enormes que tienen los aparcamientos clausurados para que no se formen aglomeraciones y ahora tengo la suerte que se ha convertido en la zona de asueto, ejercicio y paseo de nuestro barrio, los únicos que lo tenemos tan lejos como cruzar un puente para bicis y peatones.


Una respuesta a “Catorce veces”

  1. Yo hace milenios que no camino mi hora diaria, desde que me lesioné la rodilla, pero ya voy a empezar de nuevo, ya la tengo aparentemente bien, o eso parece, la prueba del algodón es al caminar de 10 minutos aumentando poco a poco hasta volver a la hora, y ahora que nos lo permiten, voy al ataque, aunque en mi interior tengo canguelo a lesionarme de nuevo, con lo que eso duele, a mi tambien me aburre, pero es imprescindible para mantener mi peso y salud en general.
    Salud