Después de un mes sin noticias del Chino por culpa de sus extensas vacaciones en su país, todos esperábamos con ansia el momento en el que volvería a pisar la tierra que le ha dado un pasaporte europeo y lo ha convertido en ciudadano de primera. Han sido más de cuatro semanas de angustia recibiendo noticias con cuentagotas y esperando que ahora que es el hombre más deseado de las mujeres chinas no se nos quede allí y nos deje sin jugosos comentarios.
Ha habido suerte. El primer día de vuelta al cole me lo encuentro en la estación. Me quedé frizado cuando lo vi, se me torcieron las chacras de la impresión. Era una versión totalmente distinta y empeorada del Chino que hemos conocido de siempre. El tremendo cabezón seguía siendo el mismo, esa testa mastodóntica por la que circulan autopistas de seis carriles de piojos que recorren largas distancias ya que la superficie de cuero cabelludo es semejante a la de un continente. Después de trabajar habíamos quedado para ir al Cartouche con el Moreno y otro amigo que siempre ha querido permanecer en la sombra y al que ni siquiera le pongo mote. Para aquellos que no lo sepan, el Cartouche es el templo de las costillas,el mejor lugar del mundo para comer semejante delicia y fue totalmente injusto que no lo incluyeran entre las nuevas Siete Maravillas porque merece la primera plaza sin ninguna duda.
Al llegar no pudimos aguantar más y tuvimos que sonsacar al Chino algo sobre su nuevo aspecto. Nos lo encontramos vestido de ejecutivo intelectualizado y tímidamente agresivo con una camisa de rayas verdes y blancas que parecía de papel del malo y que en los puestos de gitanos del mercadillo de cualquier pueblo no vale más de un euro. Nos confirmó que es diseño puro y duro de su ex-país y que en Europa resulta casi imposible conseguir esa calidad obviamente superior a la de cualquier otro país. Como pantalones llevaba unos vaqueros a los que el calificativo de horrorosos no le hace justicia. Eran como de pordiosero tirando a menos y a ojo de buen cubero yo los tasé en dos euros máximo tres, aunque el hombre nos juró por la gloria de sus ancestros que son un modelo exclusivo de un gran diseñador y que casi que no se pueden pagar con dinero.
Los calcetines eran como los de mi bisabuelo al que nunca conocí, unas fundas canelas horrorosas que asomaban bajo los pantalones dos tallas demasiado cortos y que por supuesto también venían de la Gran China y los zapatos según él eran de diseño italiano y quizás tenga razón, pero cuando pillas el diseño italiano y lo replicas en plástico lo que consigues es algo parecido a las botas acuáticas.
Lo mejor del todo era su nueva bolsa para llevar el portátil. Absorbía la luz y la multiplicaba por diez reluciendo tanto que me tuve que poner las gafas de sol para poder permanecer junto a ella. Nos dijo que era una ganga de piel de cocodrilo auténtica que le costó noventa eurolos de los de ahora, todo un chollo que no hay forma o manera de conseguir en Europa. El Moreno y un servidor la analizamos atentamente y aquello era más plástico moldeado simulando piel y pegado con cola por todos lados. El Moreno trató de explicárselo:
? Esto cocodrilo de piel ser no auténtico. Esto ser plástico y tener calidad mala ? le dijo contundentemente.
? Cocodrilo de piel auténtico ser y plástico no ser. Tú equivocado estar y ser persona mala porque Chino con dudas contaminar ? respondío.
? Chino, afróntalo. Esto falso ser y parecer y tú no más de cuatro euros pagar. Bonita cartera de plástico ser y estar y seguro que al menos seis meses poder usar antes de romper y tirar para otra comprar ? le dije yo también para tratar de convencerlo.
? Tú equivocado ser también. Auténtica cartera que de cocodrilo padecer y morir y piel entregar para cartera de lujo María puro fabricar y Chino con dinero mucho comprar y ahora usar ? se volvió a reafirmar sin darnos tregua.
? Tú mismo pero que sepas que falsa ser ? concluyó el Moreno.
Después de intentar convencerlo en vano tuvimos que desistir y dejarlo vestido con esa pinta de primo hermano de Austin Powers y convencido que su cartera es la sensación. Nos pedimos las costillas de rigor y pasamos la tarde bebiendo cervezas dobles mientras nuestro amigo se inflaba a Coca-Cola y hacía sus gárgaras de rigor para mejorar su dentadura con los poderes curativos de la Cola.