Cuando llega el final


Los últimos treinta días, sin contar mañana cuando salgo y será el día treinta y uno, han sido la estancia más larga en Gran Canaria y en España desde que emigré a los Países Bajos el primero de julio del año 2000. No ha sido una estancia normal porque no hay nada normal en el año 2020, que es como una especie de pesadilla sobre la que leíamos o escuchábamos audiolibros de esos en los que todo está jodido pero nunca nos pasaba y lo dice uno que seguramente es el tercer o cuarto mayor EXPERTO en el tema de las novelas de cataclismos y catástrofes, que justo estos días estoy escuchando dos series, una en la que tras una gripe brutal, la vacuna que desarrollan convierte a la gente en zombies y se acaba el mundo tal y como lo conocemos, serie que en total creo que tiene once libros y voy por el segundo, y para no agobiarme la estoy alternando con otra serie en la que los chinos crean un arma química que mata a todos los adultos de los Estados Unidos y solo sobreviven los que eran de raza China y los niños e inmediatamente se anexionan el país y los chiquillos que no quieren ser esclavizados han de huir mientras en España los podemitas aplauden a rabiar la muerte de cientos de millones de personas asesinadas por los chinos y le echan la culpa a la derechona, como siempre, mientras la marquesa de la Coleta se encabrona cuando la gente le grita en la calle porque ella es así de superior, como macho alfa que es.

Bueno, aparte de las lecturas, he ido prácticamente todos los días a la playa, creo que salvo uno que después de ir a bucear, al regresarnos fui porque era tarde. También he hecho un nuevo curso de buceo, la especialidad de buceo profundo que me permite descender al menos treinta centímetros bajo el agua, hasta los cuatro mil centímetros, que son un montón de centímetros de agua sobre uno, con una presión de cinco atmósferas. He ido creo que treinta veces a comer helado, que alguno hasta habrá visto las fotos y he tenido también una serie de desayunos espectaculares.

Ahora toca volver y cambiar el programa que se ejecuta en mi cabezón y empezar a ajustar las ruedas que determinarán mi futuro, comenzando por los cursos que quiero hacer, antes de buscar un nuevo lugar para prostituirme por una nómina.


Una respuesta a “Cuando llega el final”

  1. Si, yo he flipado en colores con tus desayunos y hasta me he puesto verde de envidia malsana y venenosa al ver los helados que te zampabas, eso ha hecho que me aprovisionara de los que venden en el Mercatranca para combatir esa envidia dañina 🙂
    Salud