Cuatro veces con los Vengadores


Ayer fui a ver por cuarta vez Vengadores: Endgame – Avengers: Endgame, película que parece ser lo único que puedo repetir en la cartelera actual y que pese a las más de tres horas, me ha gustado bastante. Si no la has visto y no quieres saber nada, ya sabes lo que no tienes que leer.

A este cuarto visionado llegué con un montón de información adicional ya que desde su estreno, durante la primera semana y parte de la segunda, todos los que hablaban de la misma procuraban no contarte nada. Ahora que asumimos que todos estamos duchos en el tema, en el podcast de cine que sigo y que hacen los miembros de la redacción de la revista cinematográfica Empire, hicieron uno de casi cuatro horas en el que daban un aluvión de detalles. Por otro lado, Kevin Smith hizo otro de más de dos horas con los guionistas de la película, en donde explicaban todo el proceso y la cantidad brutal de años que les tomó, ya que el guión se fue escribiendo prácticamente desde la primera película. La historia en realidad está dividida en actos y el comienzo es sencillamente épico, directamente después del final de la anterior película de los Vengadores. Vemos como desaparece la mitad del universo y las consecuencias que tiene para los que sobreviven, que se sienten dejados atrás y en muchos casos, incapaces de procesar el dolor de esa pérdida súbita. Tenemos venganza, odio, rabia y todo eso son meras manifestaciones del dolor. En la hora de película, pasamos del instante después a lo que sucede cinco años más tarde y esta es una película triste, sin muchos efectos especiales y con un ritmo delicado, prácticamente algo que jamás habíamos visto en este universo de veintidós películas. Todos los supervivientes tienen sus escenas para lucirse y todo está acompañado de una soberbia banda sonora de Alan Silvestri a la que le sigue faltando la fanfarria. Es icnreíble que en veintidós películas no hayan conseguido crear una tonada con la que nos identifiquemos y que despierte emociones dentro de nosotros. Ya lo he comentado anteriormente y lo repito, para mi John Williams es un Dios, porque siempre ha sabido currarse el tema principal, la música que te tiene que taladrar el cerebro. La música de la Guarra de las Falacias ha modificado my código genético de tal manera que ahora, cuando se estrena alguna de las películas de la tercera trilogía, yo, en cada pase, cuando comienza el tema lloro, siempre, no lloro por pena o por alegría, es una reacción a la música. Recuerdo que la segunda vez que fui a ver la primera película de la tercera trilogía, la séptima, me senté en una fila con un grupo de chavales que se pusieron a hablar conmigo y a los que les confirmé que ya la había visto dos días antes. Me negué a darles información alguna porque se trata de vivir la experiencia, pero lo que sí que les dije es que yo iba a llorar al principio con una certeza absoluta y quizás más tarde. Después de las horas y horas de trailers, publicidad y más publicidad, cuando finalmente comenzó la película, fliparon cuando me vieron llorar, algo que me resulta imposible controlar, sucede a un nivel tan interno dentro de mi cabezón vacío que escapa a la supervisión de la parte consciente. Más tarde en esa película, cuando el hijo mata al padre, ahí lloramos todos juntos y tuvieron suerte porque estaba preparado con un paquete de pañuelitos y los repartí. En aquel instante, con una sala entera, con cientos de personas que están literalmente sintiendo esa muerte como una real, que somos incapaces de dibujar la línea que separa el cine de la realidad, en ese momento estábamos todos hermanados. En la primera hora de Vengadores: Endgame – Avengers: Endgame, nunca llegamos a esos niveles pero nos acercamos. Hay detalles magistrales, como todos los superhéroes que faltan del logo de la Marvel cuando aparece, que son todos los que se desvanecieron, o la forma en la que el pollardón del Ant-man descubre lo que ha sucedido y corre a su casa, la depresión de Thor, la rabia de Iron-man. En la segunda hora entramos en una película totalmente distinta, más alegre y divertida, es acción, es cachondeo, es juguetona, con las misiones que tienen todos para recuperar los pedrolos, viajando en el tiempo, destrozando y desbaratando una gran parte del cine que se ha hecho sobre el tema de los viajes en el tiempo. Aquí, no lo notas en el primer pase, pero la misión de Natasha es la única que no visitamos con frecuencia, los vemos partir y después los olvidamos hasta que les llega el turno y entre medias, hay momentos mágicos. La escena en la que todos se preparan para el viaje tiene una música espectacular. Cuando llegamos al momento de Natasha, la Viuda Negra, es una escena terrible, cruel porque los héroes no mueren, los héroes siempre consiguen sobrevivir, siempre hay algo o alguien que los salva. Después de su desaparición, cuando se juntan todos y están junto al lago, es uno de los mejores momentos de la película, con actores actuando, una de esas escenas en las que si no vales, no vales. Todo este segundo acto nos lleva al momento en el que han culminado sus misiones con éxito (salvo por esta muerte y por otra desaparición que desconocen) y deshacen la desaparición de la mitad de los seres del universo. Llegamos a ese punto y no nos dan ni medio minuto para disfrutarlo, entramos brutalmente en el tercer acto, en la tercera hora, la película de superhéroes propiamente dicha, en la que los efectos especiales son los reyes.

Pasamos a una velocidad brutal, a escenas que vuelan delante nuestro y ahí llega la mejor canción de la película, llamada Portales, que sucede cuando el malaje les está dando una paliza del copón a tres de los vengadores y el capitán América escucha en su intercomunicador «a tu izquierda». Cuando se empiezan a abrir los portales y todos, todos, todos los que desaparecieron en la película anterior regresan, con una música épica, ahí es cuando la música hace su trabajo y vuelvo a llorar, es seguramente el momento en el que se ganan el Oscar a los mejores efectos especiales, de sonido, de edición, de montaje y posiblemente cualquier otro Oscar técnico que haya o se puedan inventar. Esa escena es perfecta, tiene una coreografía impecable que dosifica los golpes emocionales a los espectadores, que somos vapuleados y vamos de uno a otro casi que sin poder creerlo. En esa batalla creo que por primera vez he visto un cómic hecho cine. La conclusión de la misma, el momento en el que hemos ganado, porque a esas alturas los espectadores somos parte del equipo que lucha, es también el momento en el que de golpe, en cuestión de segundos, frenan el ritmo desbocado que llevábamos y nos devuelven al dolor, a la pérdida y te pilla en una sala en la que no hay música, no hay sonido y hay cientos de personas en silencio, atónitas y comienzas a escuchar los ruidos de los que se echan a llorar. Si alguien quiere saber la diferencia entre cine y televisión, está claramente delimitada en ese instante, es una actividad colectiva, de un grupo viviendo algo. A partir de ahí tenemos un epílogo, con el reencuentro de un padre con sus hijos, otro, con el funeral, otro con la abdicación de Thor, otro fabuloso y cachondo con una escena con los Guardianes de la Galaxia sin Gomorra, que ya sabemos de qué irá su próxima película, de buscar a la pava para que el novio se la pueda volver a chingar y finalmente llegamos al momento de repararlo todo por y para siempre y como ese momento, que parece sencillo y lineal, se tuerce porque su protagonista así lo quizo y la película acaba en el tono íntimo con el que comenzó, cerrando el círculo. Seguramente fui muy duro cuando la puntué con un 9 y debería haberla puesto como peliculón porque lo es. A estas alturas del año, creo que me cabrearé si Robert Downey Jr. no lo nominan a mejor actor y ya está en mi lista de candidatos a ganarlo.

No creo que vuelva a ver la película, no porque no quiera, más bien porque estaré desconectado por tres semanas y cuando restablezca la conexión ya solo la pondrán en tres dimensiones y con menos pases y habrá tanto cine que quiero ver que no me quedará tiempo, pero sí que puedo decir que tras doce horas y cuatro veces, no he llegado al límite ese en el que te saturas de una peli y deja de impactarte.

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