Del lago Inle a Yangon


El relato del viaje a Birmania y Tailandia del 2011 comenzó en la anotación De Utrecht a Bangkok pasando por Hilversum y Amsterdam

El último salto dentro de Birmania o Myanmar era para regresar a Yangon, la ciudad por la que entré al país y la ciudad por la que esperaba salir. Había acordado que me recogieran con la chalana a las siete de la mañana y yo me levanté a las seis menos cuarto y después de ducharme fui a desayunar. El día anterior se marcharon casi todos los huéspedes y solo quedaban dos parejas de españoles y yo. En Birmania me he tropezado con un montón de españoles, en realidad más que de cualquier otra nacionalidad. Volviendo al tema, a las seis y cuarto de la mañana yo era el único desayunando y cuando acabé y me lavé los dientes, pasé por la recepción, entregué mi llave y pagué las cenas que debía. Me monté en el barco y los siguientes cincuenta minutos fueron el viaje de regreso a tierra firma, con el infernal ruido del motor diesel chino que amortigüé con mis auriculares Bluetooth. Por el camino me crucé con decenas de pescadores que remaban ayudándose con una pierna, algo muy típico del lago Inle y una de las fotos que te tienes que llevar.

Al llegar a tierra me despedí del barquero y su barca, a la cual nunca le puse nombre pero que debería ser la Budfalúa para seguir la temática budista. Fui a la oficina de la compañía que me organizó los traslados, pagué lo que debía y me subí en el taxi que me tenían esperando y que estaba incluido en el acuerdo. Otra vez, una hora en el coche, justo coincidiendo con el momento en el que los niños van al colé y las calles llenas de bicicletas, rickshaws, carretas tiradas por bueyes, otras por caballos, motos, furgonetas, coches, tractores y cualquier medio de transporte que pueda valer y que se usen en Birmania. La cantidad de ocasiones en las que pensé que nos estampábamos es incontable pero de alguna forma llegamos hasta el aeropuerto, el cual está a mil doscientos ochenta y pico metros de altura. El taxi me dejó en la puerta y se me acercó el primer ladilla, esos que se hacen los lolailos, te agarran la maleta, te la llevan dentro y pretenden que les des 1000 kyats por no dar un puto palo al agua. Me pegué al portabultos del taxi y según lo abrió el taxista, saqué mi mochila y me la eché a la espalda ninguneando al capullo. Entré en la micro habitación de llegadas y salidas del aeropuerto de Heho, pagué los 1000 kyats de tasa de aeropuerto, facturé, algo que en este caso se limitó a un tío poniendo una etiqueta a mi mochila y dándome la tarjeta de embarque y me dijeron que tenia que llevar mi equipaje conmigo «al otro lado«. Pasé el control de pasaporte con mi maleta facturada y después la puse en los rayos equis y ahí nos despedimos. La mochila con la cámara, el iPad y el agua también pasó por la misma maquina y después un tío me dijo que tenia que meterme en una especie de probador para los tocamientos corporales. Me meto y resulta que hay otra cortina y llegas a la sala de espera en donde estábamos los pasajeros de los tres vuelos que salían esa mañana. Al rato llegó el primer avión, de Air KBZ y se marchó un grupo numeroso. La sala se llenó de chinos que llevaban en la solapa la pegatina de Air Bagan y que trajeron una bolsa de piñas de millo hervido y que se comían con saña. Los chinos no hablan, gritan y si pones a quince juntos, hacen más ruido que los motores diesel de barco que fabrican. Por suerte mi avión llegó primero y al parecer con Air Mandalay solo íbamos seis personas. Fue aterrizar, bajarse los pasajeros que se quedaban allí y sobre la marcha nos llamaron y prácticamente caminé hacia el avión junto a mi mochila facturada. Me senté en la primera fila, cerraron las puertas, encendieron motores y no sucedió nada. Según los horarios de salida, el vuelo era a las 10.15. En ese momento eran las 9.30

Aterrizó el avión de Air Bagan, el cual era un Fokker 100 y entramos en pista mientras ellos todavía avanzaban hacia la cutre-terminal. Según dejaron la pista libre cogimos carrerilla y despegamos. La duración del vuelo fue de una hora, nos dieron medio emparedado de hilos de pollo y una microscópica parte de un queque y así matamos el rato, en un vuelo sin incidencias en el que aproveché para mirar las fotos que he importado al iPad desde la cámara. Al llegar a Yangon supongo que no teníamos permiso de aterrizaje y nos dejaron dando vueltas en circulo como diez minutos, pero literalmente círculos sobre el mismo punto. Finalmente enfilamos para la pista y aterrizamos.

Llegamos a la cutre terminal para vuelos dentro del país la cual no tiene cintas para recoger el equipaje. El lugar estaba petado de ladillas que trabajan en el aeropuerto y aprovechan para recogerte el equipaje y que les des dinero. Cuando facturas te grapan al billete un comprobante que recogen cuando sales del aeropuerto. Me quedé junto a la puerta de la terminal, a pie de pista y cuando llegó el carro con las maletas, cogí la mía y me fui a pasarla por los rayos equis, ya que en Yangon también se pasan maletas y mochilas al llegar. Me paré en el mostrador de taxis y contraté uno para llevarme al hotel, que en este caso era el Winner Inn por 6000 kyats, seguramente 4000 menos que si hablas con los tíos directamente afuera.

Me asignaron un conductor con una furgoneta Toyota que parecía bastante decente. Tenia todas las partes bien y en su interior las manijas y demás seguían en su sitio. Salimos del aeropuerto y me dio la impresión que el tío no tenia mucha idea de adonde tenia que ir y se guiaba por lo que otros taxistas le dijeron en el aeropuerto. Ya cerca del hotel nos pilló un atasco del copón a la salida de un colegio, con las furgonetas que reparten a los niños bloqueando ambas calzadas. Al hombre le entró el pánico de nuevo y se paró a preguntar. No le supieron decir y quince minutos más tarde habíamos avanzado treinta metros. Se volvió a parar para preguntar a otro taxista y cuando volvió contento porque ya sabia que estábamos en la calle correcta, la furgoneta no le arrancaba. estas cosas solo me pasan a mí y gracias a ello puedo alimentar la mejor bitácora sin premios en castellano. ¡Se quedó sin batería! Casi se echa a llorar allí mismo y al final tuvo que parar otro taxi y pagarle para que me bajara los quinientos metros que faltaban hasta mi hotel.

Me registré y subí a dejarlo todo en la habitación. Después salí a visitar un par de centros comerciales ya que quería ver si daba con unas galletas de semillas de sésamo que comí en Mandalay que estaban de muerte. Regresé pronto porque había quedado con mi agente de viajes, la persona que me reservó todos los vuelos, los hoteles y me arregló la visa. Resultó una chica muy agradable y me trajo de regalo un longyi, la prenda que usan mayoritariamente los hombres como vestimenta y que reemplaza a los pantalones. Es como una falda enorme que se dobla en varias partes y se anuda por delante. Va a ser la sensación de la temporada verano-otoño de los que me visiten este año. Le enseñé las fotos del viaje que tengo en el iPad y le gustaron mucho.

Por la tarde había pensado en ir de nuevo a la Pagoda Shwedagon pero el monzón entró con fuerza y terminé quedándome en el hotel. Así transcurrió este día de transición y descanso ??

El relato continúa en Finiquitando Yangon


6 respuestas a “Del lago Inle a Yangon”