Desde Malé a Utrecht pasando por Zurich


El relato comenzó en Desde Utrecht a Guraidhoo

Si el día de la partida todo es alegría y cosa buena, el del regreso se hace muy pesado porque sabes que al final del todo, te espera el final de las vacaciones. El motivo para tener el hotel en Hulhumalé era el llegar al aeropuerto a tiempo y ese día me levanté a las seis de la mañana o cinco horas antes de la hora Virtuditas. Como siempre, jiñote, ducha y similares y a las seis y veinte ya estaba andando a la parada de la guagua que me llevaría al aeropuerto y que debía llegar a las seis y media, aunque lo extraño y fascinante es que en todas las paradas aparecía la misma hora, algo imposible. Llegó a las seis y treinta y dos minutos y venía petada, tanto que solo dejaron subir a cinco o seis y el cobrador se bajó, llamó a la central e informó del asunto, cerró la puerta y él se quedó con nosotros mientras la guagua se fue con los afortunados. Hubo gente que desistió de usar este transporte público y optó por taxis pero lo cierto es que en seis minutos llegó una nueva vacía que siguió con la ruta y llegamos al aeropuerto sobre las siete menos diez. Allí, lo primero que se me ocurrió es que quizás era una buena idea desayunar, pero cuando vi los precios de los negocios, pasé, ya que con diferencia es el aeropuerto más carero en el que he estado y por una basura de comida. Pasé un primer control de seguridad, me dieron mis tarjetas de embarque, pasé el control de pasaporte y un segundo control de seguridad y ya estaba en la zoa insegura del aeropuerto, que es minúscula. Me compré un café a precio de cubata en puticlú de centro de ciudad y como tampoco tenía tanta hambre, podía esperar al avión. Un rato después aparecieron las dos españolas que bucearon conmigo y que regresaban ese día a Madrid pero parando en Oriente Medio. Estuvimos hablando y ellas embarcaron antes que yo. Cuando por fin nos llegó nuestra hora, subí a la guagua que nos llevó al avión, un Airbus A330, viejuno y al que habían refrescado la zona de los asientos. La aerolínea era Edelweiss que al parecer pertenece a Swiss y por consiguiente, a Lufthansa. Conseguí ventana, casi al final y nadie se sentó a mi lado, que me he vuelto un experto en encontrar esos asientos. Salimos con veinticinco minutos de retraso por culpa de lo diminuto que es el aeropuerto, ya que no dieron permiso de despegue hasta que aterrizaron dos aviones que venían en camino. El piloto nos informó de esto y nos dijo que pese al disgusto inicial, llegaríamos en hora. Después del despeque se pueden ver los atolones y las islitas, super-hiper-mega bonito e hice fotos y hasta estiré el vídeo del despegue como el chicle para que se vea todo esto. Al llegar a la altitud de crucero, nos dieron un aperitivo seguido de un almuerzo a las once de la mañana y como mi plan era no dormir, estuve nueve horas viendo episodios de series de televisión que llevaba en mi Ipad, jugando al ZUMA en la pantalla delante de mi asiento y comiendo, que nos trajeron más aperitivos, nos dieron helados y de cuando en cuando me daba un garbeo al baño para caminar. El vuelo no tuvo turbulencias, algo increíble. Pasamos por encima de prácticamente todas las tierras en las que se cultivan los terroristas-musulmanes. Al llegar a Zurich, estaba nublado y en el aterrizaje no se vio una mierda. Ya aviso que el aeropuerto de Zurich ya está en mi lista de los que no me gustan. Llegamos por una terminal satélite y teníamos que ir a la principal para la conexión. En mi caso tenía una hora y aún así, casi me desquicié porque al llegar al control de aduanas, tenía veinte personas por delante y aquello no se movía, que mierda de servicio prestado por retardados e ineptos. Hubo gente que perdió sus vuelos por culpa de esos pollabobas que se tomaban minutos por persona, para hacer un nuevo control de seguridad (con líquidos y productos electrónicos). Cuando ya pillé el tren que me llevó a la terminal principal, tuve que correr como una cabra por el monte para llegar a la puerta de embarque y el susodicho comenzó en los sesenta segundos de mi llegada. Entré al nuevo avión, un Airbus A321 de Swiss y de nuevo tenía asiento de ventana aunque justo en la fila que no hay ventana así que el vídeo se verá raro porque la ventana estaba por detrás de mí. A esas alturas era de noche y el vídeo del despegue será bien corto. El vuelo fue mucho más rápido de lo previsto porque desde Schiphol informaron al piloto que le dieron más prioridad al saber que el Elegido venía en el avión. Después de aterrizar, salí por patas del avión, pillé el siguiente tren hacia Utrecht y tuve tantísima suerte que fue llegar a la parada de la guagua, entrar en la misma y arrancó, con lo que llegué a mi casa sobre las ocho de la tarde, o unas dieciocho horas después de levantarme. Conseguí no dormir en ningún punto del camino con lo que el agotamiento seguiría su curso, sobre todo porque para mi cuerpo era la medianoche y así acabó la semana de buceo en las Maldivas.

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