El día más feliz de su vida


El día de la circuncisión

El día de la circuncisión, originally uploaded by sulaco_rm.

Desde que se levantó por la mañana sabía que era el mejor día de su vida. Su madre lo abrazó cariñosamente y trajo a su habitación unas ropas especiales para vestirlo y el bastón de mando del sultán. Hoy era el día en el que todos le harían caso porque de existir un rey en la casa, era él. En la cocinan se afanaban preparando comida para la fiesta de la tarde y sus hermanas y hermanos correteaban cumpliendo las órdenes que les gritaba su madre. La casa rebosaba de aromas deliciosos y las ventanas abiertas proclamaban a los cuatro vientos que aquel era un día especial.

A media mañana sus padres lo llevaron al centro de la ciudad y él señalaba lo que quería y ellos se aprestaban a comprárselo para dárselo. Era su día y todos le obedecían. La gente que se cruzaba con ellos por la calle le sonreía y le daban ánimos, algunos le daban caramelos y todos parecían encantados de haberlo visto. Estaba claro que nadie como él había tenido un día tan maravilloso antes, ni siquiera sus hermanos, que se habían negado a hablarle y huían de su lado cuando hacía alguna pregunta.

En la ciudad se tropezó con un montón de turistas que le hacían fotos y le sonreían y él les seguía el juego porque se sabía el Sultán de Estambul, la persona más poderosa de la ciudad aquel día. Su madre lo cogía en brazos siempre que podía y le cubría la cara a besos recordándole lo mucho que lo quería. Sabía que jamás podría olvidar un día semejante, en su corta vida nunca le había sucedido algo así, era como si todos sus sueños se hubieran hecho realidad. Su padre le compró las golosinas que siempre le negaba y en todos los puestos callejeros en los que se paró para mirar las cosas consiguió algo, unas veces porque se lo compraron sus padres y en otras porque los dueños le regalaban comida.

En la puerta de la mezquita se dedicó a corretear persiguiendo a las palomas que mendigaban migajas de pan de los turistas y cuando entró en la misma para acompañar a su padre en sus rezos, la gente le sonreía y de nuevo lo palmeaban y le sonreían.

Por la tarde volvió a casa, cansado y feliz porque estaba siendo un día muy especial, el mejor de su vida como no se cansaban de repetirle su madre y su padre. Tenía un montón de golosinas y algunos juguetes. Al llegar a su casa les esperaban todos sus familiares y amigos y un montón de regalos. Todo el mundo le aplaudía y lo palmeaba y él no cabía en sí de gozo, en verdad que era el día más feliz de su vida y a su alrededor sonaba la música y todos cantaban y bailaban. En medio de tanta felicidad no notó que habían tocado a la puerta y que su madre se había apresurado a abrir.

Pese a todo lo que le rodeaba y a la pila de juguetes que tenía vio la extraño, el cual se acercó sonriéndole. Tenía una pinta algo tenebrosa, vestido de negro y con algo en sus manos. Su madre y su padre se acercaron para hablarle y le dijeron que no se preocupara, que era parte del ritual de la fiesta. Sus hermanos se habían ido retirando hasta la parte más alejada de la sala en donde estaban con otros niños ya mayores. Su padre lo tomó de la mano y le dijo que tenía que ser fuerte, que para que el día fuese perfecto aún faltaba algo por hacer. La música dejó de sonar y todos se quedaron en silencio. Su madre le susurró que tenía que bajarse el pantalón y un temblor recorrió todo su cuerpo. Intentó zafarse pero su padre lo sujetaba. El hombre tenía algo en sus manos, algún tipo de herramienta y su sonrisa ya no era agradable, era terrible y siniestra. Trató de escapar pero lo agarraban con fuerza y comenzó a llorar. Aquel era el día más feliz de su vida y esto no podía estar pasándole. Su padre le dijo que se estuviera quieto, que era fundamental que no se moviera o podía ser peor. De alguna forma lo creyó porque la cosa que tenía aquel hombre era como un cuchillo y le quería hacer algo. Al acercarse pudo oler sus ropas, el sudor que emanaba y un pestazo a medicinas, a esas que se usan cuando te caes y te haces una herida. Ya no lloraba, solo temblaba sin poder controlarlo.

El hombre recitaba algo y pidió a los padres que sujetaran bien al niño. ?l ni siquiera podía ver lo que estaban haciendo porque su madre le había puesto la mano en la cara. Sintió unos dedos fríos y rugosos que se movían por debajo de la cintura y de repente, una punzada de dolor y la sensación de que le habían hecho algo terrible. Cuando su madre quitó la mano de su cara vio la sangre y pese a la sonrisa de su padre y a los besos de su madre, supo que le habían cortado algo. Todos prorrumpieron en aplausos y gritos y pronto la música volvió a sonar aún más alta mientras las mujeres bailaban y todos querían venir a abrazarlo y besarlo pero él ya no quería estar en esta fiesta y ahora por fin comprendía la razón por la que sus hermanos no querían acercarse a ese hombre. Hasta ese momento había sido el día más feliz de su vida pero en ese instante supo que lo recordaría por el dolor y la humillación de lo que acababa de suceder, por la circuncisión a la que lo habían sometido siguiendo una tradición ancestral y sin pedirle permiso.

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7 respuestas a “El día más feliz de su vida”

  1. marco, no lo tienen en todos los países musulmanes pero sí que practican la circuncisión y en algunos de esos países, como Turquía o Irán, tienen ceremonias al efecto.

  2. Fijate tu, le dolió a waiting y eso que no tiene, yo todavía estoy sacando el culo para atrás! jajajaja
    ¡Que putada!
    Salud

  3. Pues menos mal que era un hombre, que si llega a ser una mujer mejor ni pensar como hubiera quedado. 🙁

  4. No consigo comprender cómo toleramos con total tranquilidad que se hagan estas cosas fruto del fanatismo religioso.

    Y todavía cuando dices que es una barbaridad te llaman intolerante…