El oro que no cagó el moro


Está claro que el oro les gusta más a los moros que las putas a un político suciolista canario y en el mercado del oro es el despiporre del metal, con tienda tras tienda ofreciendo básicamente los mismos productos y allí los precios son de fantasía porque lo que quieren es que negocies el precio con ellos y montar los números artísticos que montan, tanto el vendedor como los compradores, que se gritan, se cabrean, amagan marcharse y todo lo demás. El día que yo fui el lugar estaba desangelado, pero era en Ramadán y cuando se hace de noche es cuando pueden jincarse la comida y supongo que la multitud prefirió el papeo al oro. Desde todas y cada una de las tiendas me llamaban y me llamaban para que me acercara y yo haciéndome el lolailo con los auriculares y mi mirando los escaparates, que además, puedo confirmar y confirmo que no tengo pasión ni adicción alguna por el oro y no poseo una sola joya del susodicho material, aunque al parecer hay oro en los microprocesadores y otros chips, con lo que seguramente mi ordenador tiene oro.


2 respuestas a “El oro que no cagó el moro”

  1. Sería una parte de la ciudad que no me importaría NO visitar. Las joyas no son lo mío. Ahora, dame un buen zoco con artesanía o decoración y me pierdo dos días completos.