El regalo inesperado


Hoy, en el universo de la monotonía y el aburrimiento en el que nos ha tocado vivir en el 2021, era un día un poco menos aburrido porque tengo clase de italiano. Me levanté a las ocho y al poco rato salí escopeteado para el super, que al parecer siempre llueve un montón los martes y los viernes a primera hora y esos son los dos días y momentos que he elegido para aprovisionarme, en un supermercado en el que como mucho, somos cinco clientes y puedes vivir toda la experiencia sin tener a ciento cincuenta personas con las mascarillas mal puestas a tu alrededor arruinándote el día. Tenía mi lista y como la lluvia es un mal que tiene algo de cura, me condomicé de la cabeza a las uñas negras de los pies y salí de mi casa en bici. Llegué al super y en condiciones normales podría haber hecho la compra en cinco minutos, pero cuando volví de Gran Canaria cerraron el super durante cuatro días y lo remodelaron y de paso, cambiaron todo de sitio y cambiaron hasta los emparejamientos, que yo antes sabía que los huevos, la harina y la leche gustaban de compartir zona y ahora la harina se ha mudado a donde el atún en lata y el azúcar ha dejado los líquidos y se ha arrejuntado con los güevos. El chocolate parece que se peleó con las galletas y las gominolas y ahora se arrejunta con los productos esos raros para gente con alergias o directamente, para los comemieldas que se creen que por comer cosas sin les va a ir mejor. Encontré todo lo que quería haciendo barridos por todas las calles del super y por supuesto, con mi lista, que yo sin lista de la compra no entro ni en una iglesia, que después te cuelan cosas que no quieres. Como el martes es día de mercado en el aparcamiento que hay junto al super e impiden a la gente aparcar por ahí, eso explica la ausencia de clientes. Salí del super y volví a casa para desayunar y prepararme para la clase de italiano, básicamente, el mayor entretenimiento de la semana por las risas que nos echamos y como se descarrila la lección que planea el profesor y terminamos hablando de otras cosas, como hoy, que en lugar de hablar de las nuevas formas de familia que han surgido en los últimos treinta años, terminamos discutiendo sobre la diferencia entre calamar y pota, que es un tema muy candente y que nos tiene a todos muy preocupados.

Cuando terminó la lección, me estaba descojonando con los comentarios de cierta culocochista que comenta un día al mes, quizás dos y en eso que alguien toca el timbre de mi puerta y oigo las voces de dos pavas. Como junto al timbre tengo la pegatina esa que comenté en Conozco el caminito, que aquí pese a lo que diga algún lenguaraza, se escribe de muchas cosas que no por nada este sigue siendo el mejor blog sin premios en castellano y prácticamente el último, que ahora todos, como Virtuditas, se han hecho influencer, que ya hay más que seres humanos en el universo conocido y como sé de qué pezuña cojeáis y ninguno va a mirar el enlace, en la anotación previamente mencionada se explica que la pegatina claramente indica lo siguiente:

  • No toques pa’pedí
  • No toques pa’vender
  • No toques pa’convertirme a tu puta religión de mielda

Como si yo fuera una olla a presión, se me puso la sangre en unos milisegundos a hervir y me puse a raspar el suelo con el zapato como un toro antes de embestir porque asumí que eran dos pavas de las del tercer grupo y a falta de nada mejor que hacer, iba a salir a montarles un número del que no se iban a olvidar en su puta vida y a mandar a su Dios al decimoséptimo infierno o quizás incluso al carajo. Cogí la llave para abrir la puerta ya temblando con toda la rabia que estaba acumulando, abro la puerta y me encuentro a dos pavas de las que trabajan en el cine con una bolsa del cine llena de regalos.

Por supuestísimo y como estamos obligados por una o varias leyes, ambas mantenían la distancia de seguridad, aunque estoy seguro que viajaron en el mismo coche y me apostaría la uña más negra de los pies a que ninguna de las dos usaba la mascarilla en el mismo. Me dijeron que siendo como soy el Elegido y con muchísima diferencia, él más mejor de los clientes del cine o al menos el que lo visita con más frecuencia, me habían traído unos cuantos regalos porque me echan una jartada de menos, como yo, que puedo vivir y hasta malvivir con todas las reglas para evitar la propagación del virus, pero lo de que los cines vayan a estar cerrados al menos hasta marzo lo llevo muy pero que muy mal. Casi me salto las reglas esas del distanciamiento insocial y les doy un abrazo a cada una y definitivamente, la cadena de multicines a la que estoy abonado me alegraron el día, la semana y seguramente hasta el mes, que en un mes en el que ya se sabe que no vamos a tener los cines abiertos, yo casi que preferiría que me indujeran un coma y me despertaran cuando los vuelvan a abrir, o me metan en una cámara de hibernación como al Disney y no me vuelvan a sacar hasta que esto acabe. Por supuesto, cuando entré en mi casa le hice una foto a la bolsa (que está más arriba) y otra al contenido de la misma:

Gracias a Dios que yo cago más que como y esto servirá para engordar las ratas del alcantarillado. Tenemos cotufas dulces y saladas, las bolas esas que son como cagaditas de cabra rellenas, una bolsa de tele con esa verdad tan grande que la vida es comer, dormir, ir al cine y repetir todo lo anterior y también pusieron una bebida de esas de cierta marca conocida, una cervesilla sin alcohol y un bono con cinco leuros para gastar en el cine, que se suma al que tengo de treinta y pico y al otro de veinte y a los seis refrescos gratis que tengo acumulados, que como siga acumulando bonos y refrescos, voy a poder poner un estanco. También hay una mascarilla con el logo del cine, que no es de máxima protección y que como mucho me pondré en los ascensores en los que deje mi carga asesina en la temporada de castañas. Todo un detalle de los cines.


2 respuestas a “El regalo inesperado”

  1. Te estabas descojonando con mis comentarios? gracias, gracias… sé que soy buena… y por cierto, la influencer es mi prima, que le sale de puta madre sacarse fotos con los productos que le mandan por la jeta, como tú con la bolsa esta del Pathé, pero a lo grande y a lo guapo. 😛