Excursión a la isla de Kangbangyo


El relato comenzó en Cruzando China camino de Manila

Una de las peculiaridades que tiene Siargao es que la mayor parte de la gente que viene aquí a hacer turismo, son surferos y solo les interesa un lugar llamado Cloud 9 y la ola que allí existe. Viven para la ola, cabalgarla todo lo que puedan y por la tarde, ir a bares a beber y fardar con sus colegas de lo buenos que son y bla bla bla. Eso hace que el resto, aquellos a los que el surf nos la trae totalmente al fresco, seamos una minoría y no hay muchas cosas organizadas para hacer turismo. El sistema se ha adaptado y ahora, la gente en los complejos cuando quiere hacer algo lo informa a la recepción y ellos avisan a los otros interesados para unirse y así ahorrar algo de pasta. Yo desde que entré le dije a la pava de la recepción que me apunto a todo, todo, todo, que no deje de avisarme y así está mañana a las siete de la mañana me dijeron que un grupo de cinco dan esas iba a ir a la isla de Kangbangyo y que me podía unir a ellas. A mí esa raza me da un poco de grima porque mi jefa es de ese país y es más rara que encontrarse un país llamado truscoluña, que obviamente jamás ha existido. Aún así dije que sí y a las nueve todos estábamos listos para salir. Antes que alguno que yo me sé se empiece a hacer las pajillas pensando en cinco diosas nórdicas, decir que dos son obesas, una, fea de más de un vicio, la cuarta tenía la cara con decenas de granos en erupción y que amenazaban con cubrirnos de pus a todos y la última la hicieron como con una tabla y es así de plana por delante y por detrás y así de tiesa también. Yo iba de copiloto en la furgoneta y ellas iban en los asientos traseros. Recorrimos gran parte de la isla para ir a Del Carmen, lugar al que me da la impresión que se le cayó el virgen del nombre, o como lo escriben por aquí, Birgen. Tardamos casi una hora en llegara a ese sitio pese a que no eran más de veintisiete kilómetros, pero eso os puede dar una idea de la emoción tan grande que le tiene que entrar a un filipino cuando viaja a Europa y por primera vez en su vida, va a ciento veinte kilómetros por hora o más en una autopista.  En el poblacho, hay un centro para la recepción a los turistas ya que es además el punto de entrada al manglar más grande que existe en las Filipinas y uno de los más grandes de Asia y del universo conocido y por conocer. Nuestra excursión contaba con dos pagos separados, uno por la furgoneta y otro por el barco. Allí apañamos el barco que llevaba cuatro chamos de tripulación, uno sentado delante, uno pilotando y los otros dos para mí que eran tertulianos porque no dieron un puto palo al agua en todo el día. Antes de salir nos teníamos que apuntar en una lista con las nacionalidades y vi que alguien había puesto que la suya era truscolán. La taché y le puse, jódete cabrón porque eres españó y me quedé tan ancho.  El viaje es increíble. Primero vamos por el manglar, en el cual también tienen cocodrilos que me preguntaron por su gran amiga Virtuditas y después salimos un poco a mar abierto hasta llegar a la isla e Kangbangyo y entrar como por un canal que se transforma en un camino que nos lleva al centro de la isla, en donde hay un lago que mezcla el agua dulce con la salada. El sitio es fantástico, verde, verde, verde y más verde. El lago es cristalino a más no poder y han hecho una construcción en el medio y desde allí te puedes lanzar para explorarlo con las gafas y el tubo. El sitio estaba petadísimo de gente. Éramos los seis que vinimos y nadie más. Una auténtica maravilla y está ahí solo para los pocos privilegiados que la visitamos. Pasamos varias horas en aquel lugar y como llevábamos nuestros almuerzos, nos los comimos allí. La marea estaba bajando y para cuando salimos de vuelta, había lugares en los que la barca tenía que parar el motor y tenían que remar para pasar. Antes de llegar al mar hay una zona con poquísimo fondo y llena, pero lo que se dice llena, de estrellas de mar. Cientos y cientos, enormes. Después vimos un pequeño islote en el  que vive una familia. Tienen luz eléctrica pero allí no llega ni de copa la señal de teléfono, con lo que su vida de ser muy aburrida sin nuestra amada pornografía por internet y las páginas de noticias. Como pasábamos despacio le pude hacer varias fotos a la isla y algunos privilegiados hasta la han visto. Después seguimos a todo meter y aún así, el regreso nos tomó casi cincuenta minutos hasta Del Carmen. Allí nos esperaba el conductor de la furgoneta para llevarnos de vuelta. En la carretera, pasamos junto al aeropuerto y aproveché para echarle un vistazo ya que volaré desde allí cuando regrese. El edificio de la terminal es más pequeño que la Keli de mi amigo el Rubio. Creo que hay un solo vuelo al día. 

Cuando regresamos al complejo, agarré la toballa, el teléfono y los auriculares y me piré a la piscina a escuchar un audiolibro y bañarme y acabar la tarde. Después salí a cenar y me volví a cruzar con las danesas, que eligieron le mismo restaurante. Para mañana, en el momento en el que escribo esto, aún no tengo ni idea de cuál será el plan.  

El relato continúa en De gira por la isla de Siargao

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3 respuestas a “Excursión a la isla de Kangbangyo”

  1. Manglar me suena a mosquitos gordos. Y esos no me caen bien, no como los cocodrilos, que sí que son mis coleguitas.
    Por cierto, lo de las cinco diosas nórdicas, piénsalo, ellas no serían tu sueño húmedo, pero tú seguro que fuiste el de ellas….. 😛

  2. Lo dudo. Yo creo que frotaban guirres entre ellas y se comían las almejas unas a otras.
    Aunque parezca increíble, en este viaje no he usado spray anti-mosquito y solo me han mordido hormigas en uno de los sitios.