Het Diner


Esta semana se estrenaba una película holandesa y como el trailer me intrigaba lo suficiente decidí ir a verla. Ayudó un poco que al parecer esté basada en un libro del que se han vendido más de un millón de ejemplares en varios idiomas con lo que la historia prometía. Por lo que pude intuir del trailer, dos parejas iban a cenar y el hijo de una de ellas aparece de vez en cuando. Con esos datos y la escena de una langosta antes de que la metan en el caldero de agua hirviendo, me fui a ver Het Diner, película que es altamente improbable y posiblemente imposible que llegue a la cartelera española.

Cuatro julays se encochinan sin querer llegar al meollo de la cuestión

Dos parejas van a cenar. Al parecer ellos son hermanos, uno es un pobre desgraciado medio desquiciado y más raro que un círculo cuadrado y el otro es político y aspira a llegar muy alto en el escalafón de los corruptos. Eligen un restaurante fastuoso y lleno de gente guapa y al parecer, hay algo de lo que todos quieren hablar relativo a sus hijos pero que no se atreven a decir. Según avanza la cena el secreto llegará a la superficie y veremos que la razón por la que hay un retrete en todas las casas es que hay mierda en todos lados.

Esto es una especie de drama con flashbacks a algo que sucedió anteriormente. Aunque el tema podría ser el de las relaciones de pareja, subyacente está el racismo y la educación de los hijos ya que de lo que se trata es de dos primos que atacan a una pobre desgraciada que dormía en un cajero automático y le arrean una paliza del copón, quizás matándola, aunque nunca me llegó a quedar claro. Los padres se dividirán porque todos lo ven de distinta manera. Tenemos al que quiere que salga a la luz y haya escarmiento, al que cree que lo mejor es controlar el daño y a la madre coraje que sostiene que si su hijo le pegó a la mendiga es porque se lo merecía. Todo un abanico de colores, cada cual más repugnante que el anterior y aderezado por una comida civilizada en la que la bestia que todos llevan dentro sale a la superficie. El principal problema es que nunca se atreven a atacar el problema de fondo y se regodean en las reacciones de cada uno de los comensales. Particularmente molesto resultó Daan Schuurmans, un actor que está en varias películas recientes y que a mí me pone de los nervios por su incapacidad para actuar. Desgraciadamente, las mejores escenas las tiene Jonas Smulders, el hijo de una de las parejas, pero el director optó por la tijera y no se le ve demasiado. En fin, que al menos hay que agradecer que su duración no llegue a la hora y media con lo que no hay tiempo para aburrirse.

Esto podía haber sido un gran peliculón pero por desidia se ha quedado en una historia normal. Obviamente, está fuera del alcance de los miembros del Clan de los Orcos. Puede que algún sub-intelectual que no haya llegado a su cuota de cine extranjero se arriesgue a verla. Para los demás, algo para dejar pasar.


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