Honestidad


Lo que voy a contar, por supuestísimo, es una realidad totalmente distorsionada de aquello que vi cuando estuve en Málaga hace un par de semanas. Para aquellos más agilipollados, mirar el título del blog a la hora de procesar mentalmente la información y si aún no lo tenéis claro, golpear ambos lados de la cabeza con dos lajas grandes de siempre se ha dicho que ayuda a los lerdos a encontrar su punto más óptimo.

En las últimas visitas a Málaga, alguno de los días, normalmente el viernes, salimos a cenar y después mi amigo Sergio y su esposa me obligan a acudir a algún local con música en vivo y más concretamente, uno de dos posibles que les gustan mucho en Fuengirola y a los que estoy convencido que van todas las semanas porque hasta conocen a las bandas que tocan por allí y que supongo, en muchas ocasiones serán las mismas ya que no debe haber un mercado infinito de bandas que tocan viejos éxitos. Los niños, concepto que incluye a los hijos de Sergio y su mujer, consiguen más o menos escaquearse de esta tortura al poco de comenzar y en mi caso, aunque yo también me considero uno de los niños, me obligan a quedarme hasta el mismito momento en el que deciden volver a casa, momento que para mi siempre llega abismalmente tarde. Hemos cenado, es sábado por la noche y nos vamos a uno de esos locales a esperar que comience la gran actuación de la banda en vivo después de la medianoche. Aquello está petado de inglesas más pasadas que una uva, de gente borracha, de frikis, de raritos, de presuntos, de gente con un pelo tan falso que se podría denunciar al que fabricó ese peluquín que refleja tan mal las luces de la discoteca y como siempre, en algún lugar del local hay una máquina de tabaco con un interruptor para aprobar las compras sobre la misma con lo que no entiendo para qué se ha puesto esa regla si todos los clientes determinan que tienen la edad adecuada para matarse y joder al prójimo por sí mismos.

En el momento en el que comienza la actuación, los flujos de la gente alrededor de la pista hacen que a la primera fila, es decir, a menos de cincuenta centímetros de la cada del cantante y directamente enfrente del grupo, aparezca una mongólica, término que era el único que yo conocía pero que según me han dicho, ya no lo acepta el diccionario por despectivo y ahora se dice que era una persona que padece síndrome de Down, aunque mi aislamiento en el extranjero, por más que me lo repitáis, no evita que en mi cabeza la palabra asociada con ella es la de mongólica. la chama se pone en primera fila y baila y se lo pasa bomba. No deja de pararse, está viviendo los mejores segundos de su vida y acaba la canción y el grupo comienza una nueva. No le gusta. No le gusta nada de nada. Lo que hago yo y cualquier otro julay es entrar en modo pausa y balancearnos sobre las pezuñas mientras esperamos tiempos musicales mejores, eso sí, manteniendo la fachada hipócrita y sonriendo y haciendo como que la diversión no tiene límites. Lo que hace aquella chama es quedarse completamente quieta, cruzar los brazos, poner cara de odio profundo e intenso y mirar hacia el suelo, a unos centímetros del cantante y esperar a que termine la canción. Si la siguiente tampoco le gusta, sigue amulada y si le gusta, se pone a bailar como si fuera la última vez en su vida. Eso es honestidad pura y dura. Al cantante y a los otros tres julays del grupo les tienen que dar calambres en los güevos cuando la chama esta los sentencia al desprecio por amulamiento, que es de lo peorcito, que yo lo he usado en ocasiones para manipular a mis colegas del instituto y de la universidad y es un arma de proporciones masivas, al que atacas lo desarmas y lo neutralizas de una manera efectiva. Esta es la segunda vez que me cruzo con esta mujer, aunque en diferentes locales y en el otro, tenía una silla un poco más atrás y cuando no le gustaba la canción, se sentaba, cruzaba los brazos y miraba al suelo amulada y enrabietada mientras yo me partía la polla de risa con la cara de los del grupo y de otra gente, que todos intentan hacer como que aquello no va con ellos. En lo que a mi respecta, aquel día, en aquel lugar y aquella hora, solo había una persona honesta, el resto estábamos todos allí aparentando, cada uno con su pose.


9 respuestas a “Honestidad”

  1. En Fuengirola hay varios y con música prácticamente todas las noches. Tienen su público y como suelen cantar grandes éxitos, a la gente le molan más que una discoteca normal en donde todo es ruido, luces y esa necesidad tan grande de pastillas que te entra para desconectarte de todos.

  2. En Porto y Lisboa hay locales donde cantan fados en directo, y te podrá gustar más o menos la música, pero hay que ir al menos una vez en la vida para vivir la experiencia.

  3. En Estambul hay locales en los que los monjes musulmanes-terroristas-de-mielda bailan dando vueltas agitando unas cosas que giran sobre sus cabezas y es increíble y maravillos y hay que ir una vez en la vida para vivir esa experiencia místico-religiosa y yo he estado como diez veces y me la sigue sudando.

  4. visitar a mi amigo el Turco cuando estaba viviendo allí. Estuve yendo hasta tres veces al año. La ciudad es fabulosa y siempre nos lo pasamos bomba. De hecho, creo que he estado en un montón de multicines de Estambul y he ido incluso a un restaurante con estrella de los neumáticos esos.