La alternativa en la nueva realidad


El 2020 fue rarísimo y se recordará en muchos libros de historia, sobre todo en los que no han sido escritos por podemitas y truscolanes, que esa chusma y gentuza no lo verán relevante. El 2021 está siendo aún más loco que el anterior y el hecho científicamente comprobado es que estamos a mediados de septiembre y no han habido festivales musicales, no hay discotecas abiertas y hasta el acceso a bares y restaurantes tiene sus límites. Para la gente joven, para esos que están en la edad de cogerse tremendas trancas, de acabar durmiendo la borrachera en alguna esquina y crear recuerdos que se convertirán en leyendas que se gritarán los amigos en el futuro, este año es el peor de sus vidas porque se les ha arrebatado ese derecho y el gobierno calvinista neerlandés, les da largas una y otra vez y no cambia sus planes. Ya dice el refranero que a grandes males, aún más grandes tragedias y quizás algún inesperado remedio y en este caso, el remedio social ha llegado a los jóvenes con las protestas. Por razones difícilmente explicables y que escapan a la comprensión y hasta a la compresión, no se pueden hacer festivales pero sí que se pueden organizar protestas, así que para incentivar los encuentros, tomarte unas birras con los colegas, gritar, bailar y hasta chingar, ahora tenemos la generación de jóvenes más reivindicativa de la historia del universo y no hay fin de semana que no organicen al menos dos marchas, quizás hasta cuatro. El fin de semana pasado, por ejemplo, el sábado había protestas en todas las grandes ciudades y hasta en las pequeñas para quejarse porque no se permiten los festivales ni el bailoteo y esas protestas eran básicamente cabalgatas con bailoteo, bebida y todo lo demás. El domingo, como es un día más relajado, se juntaron todos en Ámsterdam, la capital del reino, para protestar por la falta de vivienda para los jóvenes y de nuevo, decenas de miles, con sus carrozas, como la de la foto, con su música, su bebida, sus pastillitas y todo lo demás, corriéndose una juerga que comenzó en un parque y después siguió con cabalgata hasta el centro de la ciudad, lugar en el que hice la foto, justo cuando pasaban por el Herengracht, el canal en el que tiene la keli mi amigo el Turco, que después de que le dije que al venir a Ámsterdam iba en un vagón lleno de chochas follables con pancartas que venían al evento, ya se enceló, se le puso morcillona y cuando oyó que se acercaban a la zona, me obligó a ir a la vera del canal para verlos pasar.

Tengo hasta vídeo, que no veremos, pero reseñar que la carroza del tiburón es una asidua de todas las protestas, se le cambian los carteles, se cambia la dirección del tiburón e igual vale para una protesta por falta de viviendas que por una por la libertad de los machos en Afganistán.

Cuando estábamos viendo la cabalgata, casi todos jóvenes universitarios o pre-universitarios, entre ellos, camufladas, dos viejas latinas, regordetas, maquilladas con al menos cuatro kilos de cremas y productos que las habían convertido en las versiones fagocitadas por la vida de Pocahontas, aunque estas eran más bien Muchasarrugas. El Turco no entendía como podían estar allí aquellas dos, así que le tuve que explicar que son peligrosísimas bestias cazadoras, que hasta Félix Rodríguez de la Fuente hizo programas sobre ellas, que acuden a estos actos de la juventud y el chiquillerío y esperan a su oportunidad, eligen a sus presas y tienen la paciencia necesaria para esperar a que estas, se emborrachen tanto que se separen del grupo y ahí, en ese preciso instante es cuando atacan, los acorralan y se los follan. Los chavales jamás podrán reconocer que se chingaron a unas viejas que podrían ser sus bisabuelas y ellas fardarán entre sus amigas por la nueva muesca que tiene su rifle. Es la ley de la selva.


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