Una máquina de visitar cines como yo, perfectamente preparada y concienciada en al menos doscientas visitas anuales a los grandes templos para ver películas, tiene de cuando en cuando instantes en los que pierde el norte y se equivoca. Me ha sucedido en al menos en una ocasión yendo al cine en Amsterdam, llego a la ciudad, cambio del tren al metro y después camino o voy con el tranvía hasta el cine, llego a la puerta del mismo, entro, paso mi tarjeta de abono por las máquinas para comprar entradas y la película no aparece. Lo intento de nuevo, falla, mi cerebro activa el modo: estoy confundido, a lo Dinio y entonces abro mi agenda para mirar los detalles y descubro con horror que estoy en el cine equivocado, que de los cuatro cines de Amsterdam, tenía por ejemplo entrada para el Pathé City y he ido andando al Pathé Tuschinski. La distancia entre ellos es de diez minutos andando ligerito, con lo que en la ocasión en la que me sucedió, pude salvar el pase de la película y llegué justito, pero a tiempo de verla. Analizando las circunstancias que me llevaron a cometer el error, la conclusión fue que se me cruzaron los cables, me chiflé o igual que también ponían la película en ese cine pero con otro horario.
Algo parecido me pasó recientemente en Utrecht, en donde solo hay dos multicines de Pathé. El lunes por la noche, cuando actualizan la página web del cine y sus programas y ya se pueden reservar películas desde el jueves de esa semana hasta el miércoles de la siguiente, yo suelo ver lo que hay y en base a los eventos sociales, planifico la semana cinematográfica al completo, o al menos al completo en lo referente a Utrecht y siempre con el comodín de cambiar sesiones si llueve, hiela, nieva o hay alguna otra movida. Uno de los días del invierno que ha acabado hace algo más de un mes, un sábado algo después del mediodía, salí de mi casa escopeteado para ir al cine que está más lejos de mi casa, a más de ocho kilómetros y al que tardo unos veinticinco minutos en llegar con la bici por una ruta muy bonita pero que tiene diez metros del trayecto junto al canal en obras y el desvío añade como cinco minutos. Hice el trayecto calculando que llegaría al cine cinco minutos antes de empezar la película, entro, paso la tarjeta por la máquina y no me enseña mi reserva. Cancelo, lo vuelvo a intentar y nada, que va a ser que no. Decido comprar la entrada en la máquina y en mi fila, la tercera, ya había un grupo en el centro, algo impensable, con lo que me obligaron a emigrar a la segunda fila. Mientras hacía todo esto, algo no cuadraba, yo me di el palizón para llegar al cine y ver la peli a las y cuarto y según la máquina vendedora, la película empezaba a las y media. Siempre que reservo una entrada, el programa o la página web del cine te permite añadir el evento a tu agenda, algo que siempre hago, así que me voy allí y efectivamente, tengo una cita con esa película empezando a las y cuarto. Me fijo bien y descubro que era en el otro cine, que está a unos quince minutos de allí en bici, con lo que ni de coña llegaba. Lo raro es que se trataba de una peli más bien alternativa y en el otro cine, que solo tiene tres salas, ponen solamente las comerciales, las de peñas de orcos con sus hembras alborotados y las raritas siempre acaban en las salas 3 y 4 del cine en el que yo me encontraba. Por suerte mi cagada garrafal se arregló viendo la misma película quince minutos más tarde y con el doble de recorrido en bicicleta. Dos errores en dos mil doscientas setenta y una películas vistas es una proporción minúscula, pero igualmente procuraré prestar más atención y mirar la agenda para confirmar mi destino antes de salir de casa.
Y hablando de las visitas al cine, en Gran Canaria gustan mucho de horarios de inicio de películas fijos, si hay cine por la mañana es a las once y media, más o menos y por la tarde es a las cuatro y media, seis y media, ocho y media y diez y media de la noche. Yo me crié con esos horarios así que me parecían normales pero aquí en Holanda, el cine, sobre todo ahora que es digital y tal y tal, lo que quiere es poner la mayor cantidad posible de películas y básicamente, a cualquier hora del día siempre hay alguna que está por empezar y salvo por el fin de semana, las últimas sesiones entre semana aquí empiezan entre las ocho y media y las nueve de la noche, según la duración de la película y buscando que todo el mundo haya salido del cine antes de la medianoche. También hay sesiones a las nueve de la mañana, que mucha gente me mira con cara de pavor cuando lo digo en Canarias pero chico, a esa hora es cuando más a gustito se está allí dentro, con el cine más vacío y satisfaces tu adicción pronto y te queda todo el día para hacer otras cosas.
4 respuestas a “La cagada”
¿Cine a las 9 am?
¡Que horror!
Antes morir que perder la vida! 🙂
Salud
Genín, en la filmoteca, todas las pelis que empiezan antes de las once de la mañana incluyen cruasán, café o té y vaso de zumo en el precio, que ya es reducido y el cine se peta de gente que va a primera hora y así tienes el resto del día para seguir estirándote los mondongos y conseguir que te lleguen a las rodillas, que es el sueño que tenemos muchos.
Te guste o no, esos despistes…. te vas haciendo mayor 😛
Ya, pero mis horarios, ya sabes que son muy particulares, me acuesto sobre las 4am y claro, me levanto 8 horas después, osea a las 12… 🙂
Salud