La corta e intensa existencia de Oeteldonk


Aunque llevo la tira de años viviendo en los Países Bajos, tengo que reconocer y reconozco que no he tenido prácticamente contacto con el carnaval local y la única experiencia fue una cabalgata en un poblacho llamado Harmelen, profusamente documentada en el mejor blog sin premios en castellano y que seguramente ya no tiene las fotos porque desaparecieron cuando aconteció la debacle de flikr. Ahora que tengo una chamba nueva, bajo unos días cada semana hasta Bolduque, que está justo por debajo del río Mosa, que en neerlandés conocen como Maas. Este río es la frontera más importante en los Países Bajos, una frontera que delimita, al norte del mismo, la zona protestante, la de los Calvinistas y demás y al sur del río, es la zona con prevalencia católica. Puede parecer una pajarada, pero el río marca la diferencia entre celebrar el carnaval o no celebrarlo. Al norte el carnaval no existe, es algo de la gente del sur y resulta alucinante ver como al norte del río y a básicamente cientos de metros de Bolduque, hay un poblacho que no celebra el carnaval por su ubicación y cruzas el río y es tierra carnavalera, con sus curiosidades y excepciones, que paso a relatar porque yo todavía estoy alucinando en tres dimensiones y en technicolor.

Cada ciudad al sur del río (o poblacho) tiene su propio carnaval, con sus costumbres y reglas y parece que Bolduque tiene algunas de las más flipantes. En común con las otras ciudades tiene que durante los días de carnaval, sábado, domingo, lunes y martes de carnaval, la ciudad supuestamente es regida, no por el alcalde, sino por un alcalde del carnaval que eligen cada año los que organizan las fiestas. Esa persona se pasea por la ciudad y puede entrar en todos lados y come y bebe por la jeta. Una cosa única a Bolduque es que durante los cuatro días de carnaval, la ciudad abandona su nombre y pasa a ser el poblacho de Oeteldonk. Durante esos días no es una ciudad, sino un pueblo. Al parecer muchos de los cambios fueron culpa de un obispo en el siglo XIX (equis-palito-equis) que quería prohibir el carnaval. Para evitar la prohibición, se crearon reglas y se cambió el nombre de la ciudad para que el obispo no se enterara que seguían con sus tradiciones, pero de tapadillo. Supongo que suministrarían al obispo con niños para que tuviera su kabezón en los tocamientos y no en el carnaval.

La razón para celebrar la fiesta es la supuesta visita del príncipe Amadeiro XXVI (equis-equis-uve-palito) a la ciudad de tres días. Los colores oficiales de la ciudad durante esos días son el rojo, blanco y amarillo, que pasa a ser su bandera durante los días de carnaval. Ya la semana pasada flipé cuando vi que estaban llenando las calles y edificios con banderas de un color que no había visto nunca antes y es porque esos solo son los colores de la ciudad en carnaval.
Otra movida totalmente distinta es que en el poblacho de Oeteldonk o Bolduque, la gente no viene disfrazada, no hay la variedad de disfraces de otros lugares y en lugar de eso, al ser esto un poblacho de campesinos y por eso, los hombres visten como campesinos y las mujeres como campesinas. Ambos sexos, que aquí excluimos a todos los nuevos sexos esos que es tan difícil de identificar, llevan unas chaquetas horrendas y horripilantes que llenan de escudos cosidos en las mismas (emblemas), casi siempre con motivos de ranas, que es el símbolo del carnaval en el poblacho de Oeteldonk. La gente también lleva bufandas con los tres colores del poblacho de Oeteldonk, rojo, blanco y amarillo y por todo el pueblo hay grupos de música locales que tocan una música horripilante. En el vídeo de este enlace se puede ver una explicación sencilla de algunos de los conceptos. Aunque reconozco que la mayoría muestran graves carencias sub-intelectuales, yo diría que cambien los subtítulos y los pongan en español, que poder, se puede, haciendo unas complejas operaciones en la parte inferior derecha del vídeo, la alternativa es verlo en la versión bárbara que explica visualmente lo que yo he explicado por escrito de una manera tan patética.

Lo de los escudos en la chaqueta, o emblemas, tiene su movida, porque al parecer, si no llevas la chaqueta, solo puedes celebrar el carnaval en la calle, pero es que la cosa va a más y cada bar de la ciudad diseña y vende su propio escudo, que además pueden cambiar anualmente y para poder entrar en los bares, tienes que tener cosido en tu chaqueta el escudo apropiado, con lo que la gente compra todos los de los bares que quiere visitar antes del carnaval y prepara sus horrendos abrigos. Algunos bares no los cambian y otros te obligan a comprar uno nuevo cada año y en este 2023, algunos de esos escudos costaban hasta cuarenta leuros, con lo que si no te gastas esa pasta, no puedes entrar en ese bar durante los días de carnaval. Por complicarlo aún más, este año se ha prohibido la venta de alcohol en tiendas y supermercados de la ciudad a los foráneos y los supermercados han repartido entre sus clientes alcohólicos escudos para acceder al supermercado a comprar alcohol y si no llevas tu chaqueta con el escudo correspondiente, la compra de alcohol se convierte en misión imposible.

Después, en lo relativo a la fiesta, básicamente la celebración es una mega-borrachera. La gente sale a beber y beber y beber y beber y beber hasta que están que se caen, de alguna manera consiguen llegar a sus casas y se recuperan unas horas para volver al centro y repetir, día tras día, con las fiestas comenzando sobre las once de la mañana que es cuando llegan los borrachos madrugadores y que duran hasta bien entrada la madrugada, creo que sobre las cuatro de la mañana, solo que, por aquí arriba y aún en invierno, si te emborrachas de día la temperatura (en este año) es de unos nueve grados y por la noche puede estar mucho más cerca del cero.

O sea, que esto de carnaval, que yo vea, tiene poco, es más bien una fiesta de la cerveza hecha en febrero y en la que según me cuentan los colegas del laburo, cada día que sales te puede costar cientos de leuros por persona.

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4 respuestas a “La corta e intensa existencia de Oeteldonk

  1. Conmigo no iban a hacer negocio… es una celebración curiosa, pero vamos, que se parece al carnaval como un mono a una castaña… menda está de vacaciones esta semana y hasta me he disfrazado y todo, desde antes de la pandemia que no lo hacía.