El lunes vi durante un rato a un amigo que tenía el día libre y que lo estaba aprovechando para hacerse sus ciento veinte o ciento treinta kilómetros en bici, algo que a él le mola mazo y que durante seis meses al año, trabaja solo cuatro días a la semana y el quinto se va solo a pedalear como un salvaje y en ocasiones, abandona a su hembra, le acopla a la bici las mochilas por todos lados y se hace trescientos o cuatrocientos kilómetros con la bici durante un fin de semana largo y durmiendo en campings por el camino y para él, eso es lo más de lo más. Mientras paseábamos por los parques que hay alrededor de mi casa y que parece que son totalmente desconocidos, que algunos de los colegas se piensan que vivo rodeado de hormigón en el kilómetro uno de la ciudad, hablábamos de cine, ese al que él no va desde que llegó la pandemia podemita y truscolana y yo le decía que tiene que regresar al cine para ir a ver Top Gun: Maverick y el hombre me dice que no, que no hay película que no pueda ver perfectamente en su telelevisión de cincuenta y cinco pulgadas, con su cutre sistema de sonido creado por el mismo con altavoces de distintas marcas y con todos los reflejos de la luz de su jardín, minucias que no estropean la experiencia porque todo el mundo sabe que el cine no existe, que es telelevisión vendida en plan fastuoso por excelentes equipos de marketing. Estuve por escupirle cuando lo decía y después, cuando me pidió que le recomendara películas para poder ver en su casa, me negué y únicamente le recomendé series de telelevisión, si él no reconoce el cine como algo sublime, no me presto a que lo prostituya en su keli, que yo he visto su tele, su equipo de sonido, los reflejos que le entran y aquello es una puta mielda del copón, que ahora mismito el sol no se pone hasta después de las diez de la noche y en esa keli, si quieres ver una película en la oscuridad que allí nunca hay, que tienen sesenta y ocho lámparas, plafones, velas y demás, en verano tienes que empezar la peli a las once de la noche.
Al hilo de esto, cuando surgió la telelevisión, el cine ya llevaba décadas de adelanto, había pasado por su etapa de cine mudo, después llegó el sonido y hasta teníamos el color muchísimo, pero muchísimo antes de que hubieran telelevisiones a color, y eso sin contar con la resolución, que las teles de antes eran una mierda comparados con los rollos de película proyectados en una pantalla blanca en un cine. Incluso ahora, que las telelevisiones han mejorado algo, la diferencia de los colores es brutal y mientras que en el cine puedes ir a ver una película DOCE veces, como yo he hecho, en tres multicines diferentes, en IMAX, 4DX, Dolby Atmos o simplemente en digital y en todos los pases, el color es el mismo, el brillo es el mismo y la calidad es la misma, porque la tecnología de los proyectores digitales permite que la experiencia sea la misma en todos lados, siempre, mientras que si ves esta misma peli en mi cutre telelevisión Full-HD con más de diez años, los negros no existen, ese color mi tele no lo concibe, la de mi vecino, más nueva, tiene color negro pero la imagen como que va lenta en la pantalla, hay un arrastre sumamente molesto en las imágenes, sobre todo cuando se mueven rápidamente, que cada vez que veo un partido de fútbol con él me pongo de los nervios, y si estoy en la keli del Turco, que tiene una telelevisión que le costó mucho más de lo que pagan algunos por un riñón en el mercado negro-negrísimo, sigo viendo que la experiencia es infinitamente inferior y hasta el Turco lo reconoce, que él prefiere que nos vayamos a un cine a disfrutarla allí. No concibo, de ninguna manera, no acepto y no reconozco, que incluso un clásico antiguo, visto en una telelevisión, sea una experiencia tan buena o mejor que la del cine. NO. NUNCA. JAMÁS. No es lo mismo. No hay la sala enorme, no hay la pantalla gigantesca, aún más grande para mí porque yo soy de las primeras filas, no suelo sentarme más atrás de la tercera fila y en muchas ocasiones en la segunda, salvo en la sala Dolby Atmos porque la pantalla es tan gigantesca que tienes que estar al menos en la fila cinco para poder verla toda sin tener que girar la cabeza. Y eso es lo que me gusta a mí, que todo mi campo visual, T-O-D-O, esté cubierto por la película, tener una inmersión completa en el espectáculo y eso no lo ha dado, no lo da y no creo que lo dará la telelevisión en aún muchos años.
5 respuestas a “La experiencia”
Eso está muy claro, no tiene la calidad la Tv como el cine, ni de lejos, por lo demás, hay cosas que compensan una y otra cosa, depende de las circunstancias de cada quien, sin olvidar que para gustos están los colores… 🙂
Salud
Si cada vez de esas doce que quisieras ver la peli tuvieses que pagar 7 euros de entrada, te lo pensarías más, sin duda.
Estando en Gran Canaria había películas que iba a ver 7 y 8 veces pagando. La excepción fue una de las de Indiana, creo que la 3, que un amigo mío estaba en el cine trabajando y me coló y me vi la peli CUATRO veces el mismo día, básicamente en las cuatro sesiones que hubo.
Pobrecito, estás peor de lo que pensaba, y tan joven, que penita y que doló… 🙁
Salud
Genín, que no es tan joven, coñe! que te tiene engañado! XD