La firmilla


Ayer comentaba en Casi llegando al final que estaba cerrando el círculo y el primero de ellos se ha cerrado hoy. Esta mañana, mi abogada me confirmó que el flequillo que faltaba no era importante y opté por ir a Hilversum, firmar y cerrar el primero de los tres frentes, el relativo a aceptar el despido y la indemnización. Hoy hemos tenido un día de calor infernal y me levanté temprano para hacer la gimnasia e ir a correr antes de que hubiese veinte grados. Después de eso tuvimos una sesión de transferencia de sabiduría, un inútil ejercicio pero que debo hacer y a las once salí con mi bici para la estación de Utrecht Centraal. Allí, fui al andén número uno para coger el tren hacia Hilversum. En Holanda, si entras a un autobús o un tren te tienes que poner mascarilla de esas de las falsas, aunque en el tren parece ser que puedes entrar sin mascarilla y ponértela una vez estás dentro o al menos eso es lo que hacía todo el mundo, concepto que engloba a la poca gente que viajaba a las once de la mañana de un día en el infierno. El sur de Hilversum era un escenario de película post-apocalíptica, con el mega-instituto vacío, con la sede corporativa de cierta empresa deportiva con nombre de diosa griega vacía y con mi empresa con bastante gente, que parece que les gusta juntarse. La idea era entrar y salir en una hora pero finalmente pasé allí dos y media. Yo debo ser la excepción a la regla, miro adelante y me la suda lo pasado pero allí están todos trabados con lo de la reorganización y algunos prácticamente estaban a punto de echarse a llorar porque me pusieron en la puta calle. Los de ITé me han hecho jurarles que los avisaré cuando vaya a devolver el ordenador en octubre y quieren estar allí todos para decirme adiós y como ellos, muchos otros. Halaga, pero no es interesante. Donde hay chicha es cuando fui a mi planta a recoger algunas cosas, como mi fabuloso poncho peruano y algunas cosillas más. Con previsión me llevé una mochila de cuarenta litros y más o menos la llené con lo que quería traerme. Mientras estaba saqueando mi mesa, el vice-presidente, ese me que odia a muerte, salió de una sala de reunión que hay allí porque lo llamaron, se iba a poner a hablar en la sala, me vio, se hizo el loco para no saludarme y se metió en los baños a hablar por teléfono. Como me cae mal y le deseo todo lo peor, como que me la suda, pero ya hubo uno que me comentaba lo mal que lo llevó ese tío cuando nos echó la semana pasada y todo lo que sufre y le expliqué lo que me acababa de suceder y que como actor, fabuloso, como persona, es un mierda y de mi parte las va a recibir seguiditas y contundentes, ya que sé de buena fuente que mis compañeros de grupo quieren organizar una cena de despedida y les explicaré que se pueden despedir entre ellos porque yo no me siento en una mesa con el gilipollas ese o la zorra rastrera y asquerosa que hizo lo imposible por destruirme. Como soy parco de palabras, mi explicación será literalmente la escrita y todos se llevaran las manos a la cabeza y no sabrán como reaccionar y la semillita de la cizaña ya tendrá un buen sedimento en el que crecer. Cuando acabé allí bajé a la planta de recursos inhumanos, firmé la aceptación del despido, dos veces y después acabé de despedirme de los colegas y me piré, otras vez a vivir la experiencia surrealista de ir en un tren sospechando de todo el mundo.

Una vez en mi casa, dejé la mochila en un rincón y un día de estos saco las cosas, tiro algunas y las otras las guardo. Casualmente, el primer misil de flotación a la empresa la golpeó hoy. Tuvieron un problema con una venta a un país del norte de África que está bloqueada y que son incapaces de desbloquear, con el consiguiente cabreo del comprador. Ahí, mi último jefe ha descubierto que mi trabajo no era hacer presentaciones en PowerPoint o folletos. Mi trabajo era hacer que la maquinaria no se detenga y ahora que yo no estoy, comienza a petar porque nadie se ha hecho cargo de esa parte de mi trabajo, la de la magia, ya que la zorra que ganó la guerra lo considera muy por debajo de su nivel. En un mes los gritos y las amenazas entre gente en esa oficina van a ser como para hacer la continuación de la Epopeya. Contractualmente, yo solo tengo que responder al teléfono y tratar de ayudarlos hasta el quince de julio, ese mismo día, bloquearé todos los números de teléfono fijo de Hilversum y los tres o cuatro que tienen mi móvil recibirán un mensaje explicándoles que si usan el teléfono para preguntarme algo laboral, serán bloqueados inmediatamente.


4 respuestas a “La firmilla”

  1. De todas maneras la visita esa para vaciar la mesa no es plato de buen gusto, y menos después de tantos años. Bloquea sin piedad, la declaración de guerra la hicieron ellos.

  2. Ya los tienes bloqueados en tu interior, te acompañaré en el disfrute cuando lo hagas con el exterior… 🙂
    Salud

  3. En mi caso la visita no tuvo nada malo, quitando al gilipollas del vice y a la soplapollas que fue mi jefa y se escondió. Pasé dos horas más de las esperadas allí dentro porque todo el que estaba en la oficina habló conmigo. Como me imagino que si devuelvo el portátil en octubre, la oficina estará llena de gente y pillaré el corona, estoy sopesando el devolverlo justo el 15 de julio o un par de días después y así no tengo que volver a pasar por allí en mi vida. También evitará la tentación de llamarme para que les resuelva la papeleta. No tendré ordenador alguno para ellos. Lo único que me molesta de todo esto es que hay demasiada gente con mi número privado de móvil, pero vamos, que la función de bloquear funciona maravillosamente y la usaré a destajo.