La magia increíble


Después de comenzar con la nueva chamba, el único fleco que quedaba colgando era el de tener una bicicleta en la ciudad de Bolduque, algo muy práctico para no tener que esperar la guagua en la estación y para tener libertad de horarios, que en la zona industrial en donde está el centro de esclavitud, las guaguas pasan cada treinta minutos, que es que aquello parece el culo del universo conocido y por conocer, que si lo comparamos con las guaguas cada diez minutos de mi barrio, es que no hay color, que en mi barrio en las horas más puntas, suben la frecuencia a una cada ocho minutos.

Ya comenté, creo, que cuando estuve en la sede de la empresa cerca del aeropuerto, le lloré todo lo que pude y aún más a los de recursos humanos para que volvieran a autorizar el uso de las bicicletas ferroviarias, que se contratan usando la tarjeta de transporte público, la personal y no las anónimas y que se paga con la sudodicha, con lo que a la hora de devolverme el dinero, yo les puedo demostrar mediante informe super-hiper-mega profesional que usé una bici en lugar de la guagua y lo mejor es que el coste entre la bici y la actividad con el culo sentado, cuesta lo mismo. Aquí merece la pena explicar algo. Lo normal, en los Países Bajos, es que a partir de una serie de kilómetros, que creo que son cuatro, te paguen una cantidad determinada, que son diecinueve céntimos por kilómetro cuando acudes a trabajar. Es decir, si vives a diez kilómetros, te dan tres leuros y ochenta céntimos por cada visita a la oficina. Ese dinero suele ser suficiente para pagarte el transporte público y en teoría es suficiente para la gasolina, pero con los precios actuales, lo dudo y además, si tienes carro, tienes que añadir el mantenimiento, impuestos y demás y definitivamente estás perdiendo pasta. Hasta que llegó la pandemia podemita y truscolana, si trabajabas los cinco días a la semana, se te pagaban los cinco días. Con la pandemia, el gobierno cambió la ley que controla esto y se pasó a pagar solo por los días que tienes desplazamiento a la oficina, es decir, si te quedas dos días en tu keli, se te pagan solo tres de transporte, lo cual me parece justo.

En mi contrato de trabajo, hay una cláusula super-hiper-mega chula, que dice que a la hora de pagarme el transporte, puede ser la cantidad de kilómetros por los diecinueve céntimos, o el TOTAL del transporte público de mi keli a la oficina, pero en la lista de transportes, que incluye la guagua, el metro, el tranvía, la barcaza y el tren, no pusieron las bicicletas de alquiler ferroviarias. Cuando estuve en la sede, dediqué una hora de mi tiempo allí para concienciar, reeducar, o dicho de una manera más sencilla, manipular a los de recursos inhumanos y que cambien la norma. Aquí y en muchos lugares siempre se ha dudado de mis dotes para la manipulación, dotes que en su día, llevaron a los profesores de mi instituto a llamarme el Primer Ministro desde prácticamente el primer mes de mi primer año allí porque yo controlaba todo el instituto, no mi clase, no mi grupo de amigos, todas las clases y a todo el mundo y eso era así porque pocos podían escapar a mi influencia, o al menos escapar y no convertirse en parias. Ahora no lo hago porque un mundo manipulado, es un mundo aburridísimo, que yo todavía me acuerdo como entre mi grupo de amigos siempre se iba a ver la peli que yo elegía, siempre hacíamos lo que a mí me apetecía y siempre comíamos en donde yo sugería. Por norma, ahora no hago uso de esa potente herramienta, para desesperación de muchos que cuando me preguntan lo que quiero hacer, les doy largas, pero en el caso de los de recursos humanos, consideré que era necesario y conveniente el ponerlos en el caminito adecuado y la semana pasada me llamó uno de ellos para informarme que tras muchas deliberaciones, habían decidido que era hora de añadir las bicicletas de alquiler en las estaciones de tren a las opciones de transporte público. Me informaron el miércoles, el jueves diluviaba y yo como que decidí ir en guagua a la oficina, bien seco y tan a gustito y el viernes trabajé desde mi keli.

Y llegamos al día de hoy. Tras investigar la estación de tren de Bolduque, descubrí que es una de pocas en las que están probando un nuevo sistema para alquilar las bicis, un sistema mágico y supuestamente maravilloso en el que la bicicleta no tiene llave alguna para desbloquearla o bloquear la rueda trasera. Se usa la tarjeta ferroviaria. Me vi al menos treinta veces el vídeo con las instrucciones, me lei el folleto con las instrucciones cien veces más y esta mañana, al llegar a Bolduque, bajé al aparcamiento que está bajo la estación, me acerqué a una de las casi doscientas bicis que tienen allí para alquilar, le acerqué mi tarjeta de transporte al lugar adecuado y mágicamente, se abrió el cerrojo y quedó libre. Ajusté el sillín y me piré para el laburo, siguiendo una ruta alternativa, que le he preguntado a varios colegas y ellos como que van por las calles principales y yo prefiero la ruta esotérica y de barriada periférica, por la sencilla razón que la de ellos incluye ocho semáforos y la mía, dos, aunque la mía tiene doscientos metros adicionales, pero si te tienes que parar varias veces y esperar, mi ruta es teóricamente más rápida y hoy demostré que lo es en la práctica. Llegué a la oficina con esa bici que desbloqueé de manera mágica y al llegar, las instrucciones decían que tenía que pulsar un botón un instante y la bicicleta se bloquearía, Y SUCEDIÓ, como si los mismísimos ángeles del infierno estuvieran allí currando.

A la hora de marcharme, le comentaba a mi jefe lo de la bicicleta con el sistema de bloqueo mágico y él tampoco se creía la coña esa, así que fue conmigo al aparcamiento de bicis, acerqué mi tarjeta de transporte a la susodicha y de nuevo, mágicamente, se desbloqueó. Esto es como algo del futuro. Decir que además, durante el día, en el programa de la empresa de transporte, añadí las bicicletas y ahora en el susodicho puedo ver que tengo una bicicleta alquilada ese día y recibo notificaciones sobre la susodicha. Volví a la estación sin problemas y según el vídeo y el panfleto que me había releído hasta la saciedad, cuando la entraba en el aparcamiento de la estación y la bloqueaba en el lugar adecuado, habría un nuevo acto mágico y el sistema sabría que la había devuelto, sin intervención humana alguna. Yo estaba totalmente convencido que esto no funcionaría, así que entré en el aparcamiento, fui a la zona de las bicis de alquiler, pulsé el botón, la bloqueé y en cuestión de tres segundos y medio, quizás dos, me llega una notificación al telefonino diciéndome que ya he devuelto la bicicleta. Para que después digan que la magia no existe.

Resumiendo, que todo mi esfuerzo para comprar una bici de decimosexta mano para dejar en Bolduque no es necesario y que desde hoy, según el tiempo imperante, puedo elegir entre ir a la oficina en bici o en guagua y en ambos casos me pagarán. Como el laburo está a una distancia superior al de Hilversum, cada día que vaya allí creo que recibiré unos veinticuatro leuros, que serán lo que me gaste en transporte. Técnicamente, puedo sacarme un abono y costaría menos, pero en la empresa me han dicho que se las suda enormemente porque ellos recuperan este dinero del gobierno y que ni me moleste y pague el precio completo.


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