La recuperación de la Lapoya


Esta semana mencionaba lo De bicicletas y sus dramas y mi vida continuaba por sus caminos tortuosos. El martes, al regresar a casa, la bicicleta no estaba en su casita del jardín, lo cual quería decir que seguía en la Unidad de Cuidados Intensivos y aún no se sabía si saldría de la misma como bici o como piezas de recambio para otras bicis, ya que una bicicleta cuando muere en Holanda es siempre donante de órganos.

Ayer, después de salir de trabajar, regresaba a mi casa a cenar antes de irme a clases de italiano y justo cuando entraba en el parque que hay por detrás de mi casa, me cruzaba con mi vecino, el cual también volvía a la suya. Cada uno nos fuimos a nuestros respectivos jardines y allí mantuvimos una pequeña conversación. Lo primero que noté fue que La Lapoya volvía a estar aparcada en su casita y que tenía un cilindro de marchas distinto. Mi vecino me dice:

Dios mediante la han reparado
¿Hiji? ¿De cuánta guita hablamos? ¿30 leuros? ¿40 leuros? – le pregunto. El hombre me mira flipando y se empieza a reír.
La reparación costó veinte leuros – decía mientras yo ya comenzaba a juntar billetes de diez leuros que extraía de mi cartera y me preparaba para dárselos.
La cosa es que le pregunté al chamo manué que se arrimó a la paré y se llenó de cá, de cá, de cá si tenía dos años de garantía o quizás alguno más y si me lo podía poner en un papel por escrito y firmado con su huella dactilar, pero la de la mano buena y no la de los desfalcos y el hombre me miró asombradísimo y me dijo que pagara diez leuros y fuera de nuevo la semana que viene para ajustar los cambios porque aún están desajustados – me contó
¡Qué me dices! ¿DIEZ leuros la reparación? – le pregunté
¡Pozí! – respondió
El mamón del fietsmaker, si soy yo el que le lleva la bici, me levanta fácilmente cuarenta leuros y hasta me hace sentir culpable porque me está haciendo un favor – le dije.
Eso es porque no sabes negociar. Yo me hice un curso con un profesor truscolano que era tan miserable que se fumaba las colillas de los ceniceros para ahorrar en tabaco – me dijo
Eso sí que me lo puedo creer. Una banda mafiosa que se inventa un país y educan a una generación con mentiras es capaz de cualquier cosa

Así que parece que La Lapoya seguirá formando parte de mi vida algún tiempo más. Ayer y para probarla fui con ella a la clase de italiano y efectivamente, los cambios necesitan algo de tuneado ya que ahora mismo, de las tres velocidades que tiene, solo funcionan dos. Mi vecino se encargará de ello y parece que esa segunda tarea no tendrá un coste adicional.


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