La ruleta rusa de los viajes


Esta semana ya dije que saltaba por primera vez desde enero y regresaba a Gran Canaria, algo que sucedió el miércoles pasado. Coincidió con España y las Islas Canarias en carrera veloz hacia la siguiente ola, igual que los Países Bajos, que esperan estar en el rojo más rojo europeo para la semana que viene y creo que hoy, justo antes de que salga esto, el gobierno va a anunciar los dos pasitos hacia atrás y en particular, se acabó el bailoteo, se acabaron los botellones pero lo de volver a obligar a usar la mascarilla en interiores, parece ser que todavía no. El problema en los Países Bajos viene porque el ministro nunca ha creído en la mascarilla y convenció a la gente de lo inútil que es. El otro problema es que nunca contaron conque los jóvenes, después de casi un año y medio con todo cerrado, iban a salir en manada a abrazarse y besarse y se iban a convertir en una nueva ola instantánea. Se creó un sistema de pruebas gratis para entrar en las discotecas y el sistema ha colapsado en dos semanas. Después del primer fin de semana se supo que los laboratorios privados que hacían las pruebas, como ya no tenían capacidad para hacer más, cuando alguien iba por allí le daban directamente un resultado negativo para poder cobrarlo. El resultado, de setecientos julays en la primera noche de una discoteca, hubo ciento ochenta positivos. Unos entraban con su resultado negativo regalado sin prueba, otros con una copia del de algún amigo y algunos que lo habían hecho bien, al día siguiente los llamaron para decirles que hubo un error y que en realidad era positivo. En fin. Que otro año y medio sin discotecas y los festivales de verano ya pueden empezar a devolver el dinero porque no van a suceder.

Volviendo a mi viaje, teóricamente era con mascarilla porque sigue siendo obligatoria en el transporte público, en aeropuertos y en aviones. Salí de mi casa, me subí en la guagua y ya allí, varios pasajeros con la nariz por fuera de la mascarilla. En la estación de Utrecht Centraal, directamente la gente sin mascarillas, incluyendo los policías. En el tren, dos viejas que la llevaban en la mano pero no la usaban. En la siguiente guagua, de nuevo con un tercio de la guagua directamente con la mascarilla por debajo de la mandíbula y lo mejor, una de ellas estornudando. Al llegar al aeropuerto había control a la entrada, pero el desmadre comienza después, cuando los dejas atrás y una vez has pasado el control de seguridad, seguramente la mitad de la gente no se protegía. En el avión, algunos estuvieron todo el vuelo con un paquete de papas en la mano para justificar que estaban comiendo y al llegar a Gran Canaria y comenzar el acoso de los empleados del aeropuerto para que se la pongan, como que se lo tomaban a mal. Para entrar en España hay que usar un programa para generar un código QúeRre, algo que antes miraban al facturar en Holanda y la gente lo tenía que tener antes de salir. Ahora no lo piden y el resultado fue que lo teníamos una tercera parte del avión y el resto fueron enviados por una fila lenta en la que tienen que hablar con alguien y rellenar todos los datos allí, algo que cuando hay cien personas delante de ti, toma un montón de tempo mientras que yo y los cuatro gatos que lo teníamos, pasamos con nuestros códigos en cuestión de treinta segundos.

Después de que salió mi maleta, a pillar la guagua hacia la ciudad y en esa, salvo por un extranjero, todo el mundo con mascarilla cubriendo boca y nariz. En la calle, en donde ya no es obligatorio, el porcentaje de gente que la sigue usando es mayoritario.

Resumiendo, que salir de mi Keli en Utrecht y viajar hasta la Keli de mi madre en Gran Canaria y en el camino, en todos y cada uno de los pasos, la cosa fue como una ruleta rusa en la que en cualquier momento, puedes estar al lado de alguien con el virus podemita y truscolán y encima, sin mascarilla, para asegurarse que lo distribuye apropiadamente.


2 respuestas a “La ruleta rusa de los viajes”

  1. Ciertamente yo también veo a la gente por la calle con la mascarilla puesta aunque no sea obligatoria. En los transportes públicos, sin duda, ayer mismo el conductor de mi bus paró en mitad de una avenida a gritarle a un pasajero porque llevaba la nariz por fuera. Jejejeje.