La vida con el código QúeRre


El sábado dimos el paso más importante en la lucha contra los negacionistas y los pollardonistas bosmongolos. El sábado, se acabó con la distancia social en los Países Bajos, se acabó con los límites de aforo, se acabó con las mascarillas dentro o afuera, salvo por el transporte público, aeropuertos y aviones y comenzó la Era del QúeRre, que se supone que durará unos dos meses en los que esperan contagiar a todos los negacionistas que no se han vacunado y con suerte, unos miles morirán y el resto viviremos mejor. Ahora, para entrar en un bar, en un restaurante, en un restaurante de comida rápida, en un cine, en un teatro, en un estadio, en un festival de música o en donde sea, hay que mostar tu código QúeRre junto con una identificación y se verifica que estás vacunado o que pasaste la enfermedad hace menos de seis meses o que te has hecho un test y tienes un código QúeRre que te dura exáctamente veinticuatro horas. El sábado, en la puerta del cine tenían un control como en las discotecas y no se podía acceder al cine sin pasar ese control. En los bares y restaurantes era igual y sucedió y sucede que resulta que los parias infrahumanos que no se quieren vacunar y que obviamente todos les deseamos una muerte dulce, esos pueden sentarse en las terrazas de los bares y restaurantes, pero cuando les entran ganas de mear, se tienen que joder y mear encima porque los baños están en el interior y la persona de la puerta no les deja pasar si no muestran el código QúeRre y hubo mucho negacionista lamentándose por ese drama, que al parecer su decisión de no vacunarse y que todos los demás tengamos que sufrir todo tipo de restricciones es la adecuada y ahora que han sido ninguneados y dejados a su propia suerte, ya no les hace tanta gracia. Desde la semana pasada la cantidad de gente que se está vacunando vuelve a subir, los tontos que esperaron al final ahora se encuentran que su vida social se ha acabado. El problema del código QúeRre es que el que se usa no es el internacional, es otro y por ejemplo, los estudiantes de Erasmus que no han convalidado el suyo en el país, ahora no se pueden ir de bares, ni de putas, ni de ná, igual que los turistas de muchos países que ahora se encuentran que se les cierran las puertas de todos lados por no tener el código QúeRre apropiado. Hubo un bar en todo el país que puso un cartel en la puerta diciendo que ellos pasaban de todo y cuando el ayuntamiento les quitó la licencia y lo cerró en unas horas, después de que la policía comprobó que entraron clientes y en nada menos que treinta segundos nadie hizo nada para pararlos y comprobar su código QúeRre, a esos se les quitó la bobería pronto. Otro restaurante vegetariano en Utrecht, o sea, un lugar de esos en los que te sirven hierba como a las cabras y que yo jamás de los jamases visitaría, anunció que tampoco harían comprobaciones y ahora hay manifestaciones a favor de ellos en la puerta del local cerrado todos los días, que el ayuntamiento el lunes lo cerró con un candado y si abren se arriesgan a la madre de todas las multas. Resultó que la libertad del más de ochenta y cinco por ciento que se ha vacunado es más importante que la falta de solidaridad y responsabilidad social de los otros. Dentro de un mes y unos cuantos cienes o miles de muertos, el gobierno revisará las normas, pero todos confían en que el clima invernal acabe con esos eslabones inferiores de la sociedad y se limpie la raza, que es lo importante.

El lugar más flipante y con la cola más espectacular que he visto resultó ser un MakMonals, en el que pensé que regalaban algo porque en la puerta había como sesenta julays y era el control para entrar, incluyendo los quince portadores de comida de esos que hay por todos lados ahora y que van en bici y que cada vez que llegan al MakMonals a recoger un pedido para entregar, han de ser controlados.

Curiosamente, en tiendas sí se puede entrar sin código QúeRre, según dicen, la gente no pasa dentro el mismo tiempo que en un bar o en un restaurante. Eso debe ser porque el que hizo las reglas no conoce a algunas de mis amigas, que las sueltas en una tienda por la mañana y sabes que te puedes ir tranquilo tres o cuatro horas porque se transforman en perros de presa y recorren la tienda de cabo a rabo.

No hace falta que insista pero yo no dejaría de escanear mi código QúeRre para descubrir un mensaje pero que requeteque-secreto.

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4 respuestas a “La vida con el código QúeRre”