Las minifaldas no son para las bicicletas


Seguimos reponiendo viejas historias del antiguo web. En esta ocasión es la carta que escribí a mis amigas con motivo del despiporre de verano. Esta es sin ninguna duda lo más copiado de esta bitácora. Ha salido en varios foros y es una fuente constante de llegada de visitantes atraídos por el olor de esas braguitas que asoman bajo las minifaldas… 😆

Querida amiga,
Te escribo estas líneas para comentarte mis impresiones sobre tu actitud. Espero que no me guardes rencor por compartir contigo estos pensamientos. No es de ley que vayas por ahí tan alegremente, tan destapada, tan corta de ropa con éstos calores. Y no ha lugar el usar minifaldas cuando montas en bicicleta. No ha lugar. Has de pensar un poquito más en ti, y un mucho más en nosotros.

En los últimos días hemos sufrido una ola de calor por estos lares, con temperaturas alrededor de los treinta grados, pero eso no puede ser usado como justificación para tu inaceptable comportamiento, tu desfachatez, tu provocación.

Estimada amiga, tu actitud, nos exalta, nos inflama, nos acalora. Ya sé que tú también sufres por este clima, pero eso no te da carta verde para que vayas por ahí mostrando el potorro, con esas braguitas hechas casi sin tela, esos micro taparrabos, que no cubren nada, que lo enseñan todo.

Querida amiga. No te puedes detener con tu bicicleta en un semáforo llevando la mejor de tus minifaldas y apoyando un pie en el suelo mientras el otro queda sobre el pedal en alto, despatarrada, mostrando tus vergüenzas, ese chochillo sudoroso que resuma vida, calentándonos aún más a los que te avistamos desde la acera de enfrente. ¿Es qué no tienes pudor? ¿Dónde está tu vergüenza?

No puedes seguir yendo así por la calle, pedaleando, con el chi chi al aire, enseñándolo un poquito cada vez que tus piernas ejecutan el recorrido circular de los pedales, agitando esa melenilla revirada, esos pendejillos rubios que buscan aire fresco. Porque quiero que sepas, que cuando te vemos, todos somos como los turcos, todos babeamos, todos nos calentamos.

Amada amiga, deberías hacer algo. Para empezar te propongo que hables con la abuela, que preguntes donde se compra las bragas GALLUMBO y que tú hagas lo mismo, que te compres al menos unas cuantas para usar con tus minifaldas y tu bicicleta. Ten piedad de nosotros, simples viandantes, ciudadanos sencillos que sufrimos lo insufrible cada vez que tú, o una de tus amigas, nos enseñáis esas joyas, esos papayos tan jugosos, tan tiernos, esa fruta fresca esperando ser recogida.

Yo te pido que vuelvas a usar pantalones, que cubras tus impudicias, que no enseñes tan alegremente las joyas de la familia, el jardín de los secretos, la fruta prohibida. Si quieres, tú puedes. No es tan difícil.

Ayer, cuando avanzabas hacia nosotros, pobres mortales tomando una cerveza en una terraza, y sufriste esa pérdida de equilibrio con los patines, ese pequeño descontrol, que lanzó tu cuerpo hacia arriba, desafiando la gravedad, subiendo y subiendo, lentamente, mientras tus piernas se separaban, tu minifalda se recogía cual telón de teatro al comienzo de la función, y tu chumino aparecía en todo su esplendor, no pudimos sentir pena por ti. Lo intentamos, de veras que sí, pero no lo conseguimos. Lo único que sentimos fue dolor. Sí, dolor. El dolor de una erección llevando pantalones vaqueros, con esa cosa que tiene vida propia tratando de moverse bajo la tela vaquera, infructuosamente, dolorosamente. Y es todo por tu culpa, tú eres la única responsable. Por eso te escribo, para que te sientes y recapacites, para que comprendas que tu actitud nos ofusca, nos obnubila, nos pierde

Y cuando estabas allí, en el suelo, riendo y agitando esas largas piernas, aún seguíamos siendo conscientes de que tus partes estaban al aire, que ese pelo que veíamos no era el de tu cabeza, que ese molusco que asomaba no era un mejillón, y tú, tan malcriada, no te percatabas de nuestra turbación, nuestra momentánea pérdida de control.

Creo que deberías recapacitar, comprarte ropa con más tela, cubrirte un poquito más. No digo que te compres un burka como las pakistaníes, pero al menos unos pantaloncillos cortos, algo que te cubra, que te proteja la zona X, que nos ayude a refrenarnos. La oración no sirve de mucho cuando el cuadro que uno observa es tan explícito, cuando el pecado, ese maligno enemigo del hombre, se muestra frente a nosotros en forma de guirre peludo.

Quiero que esta noche, cuando apagues la luz y te vayas a dormir, pienses en nosotros, y reces una oración por nuestro sufrimiento.

Querida amiga, espero que no te hayas tomado a mal mis comentarios, siempre hechos con la mejor de las intenciones, con todo el cariño del mundo, con todo mi amor. Pero tampoco quiero que entre tanta palabra se te olvide el mensaje central, el motivo de esta carta. Así que te lo expreso en un par de palabras: ¡TÁPATE GUARRA!


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