Llegando a Hoi An


El relato comenzó en El salto a Hanoi

Después de pasar dos días en Hué llegaba el momento de levantar el circo y cambiar de ciudad. Desde allí seguía hacia Hoi An, una pequeña ciudad a tres horas en guagua yendo hacia el sur y aún en la zona central del país. Hoi An es Patrimonio de la Humanidad desde el año 1999 y cualquier visita a Vietnam que se salte este lugar estará incompleta. En el hotel me compraron el billete de guagua y debían venir a recogerme a las ocho de la mañana. Desayuné y estuve de tertulia con la gente del hotel hasta que vinieron a buscarme en motocicleta. La chama que lo hizo puso mi mochila grande delante suyo, yo me senté detrás de ella y arrancamos en mi primer viaje en este medio de locomoción en Vietnam. Previamente había ido en coche, mini bus, guagua, teleférico, barco a remo para dos o tres personas, barco a remo para quince, barca a motor y barco de crucero con tres cubiertas.

En realidad no fuimos muy lejos y me dejó en la recepción de un cutre hotel para mochileros en donde nos estaban agrupando a casi todos. Técnicamente yo había comprado un billete con una compañía pero el nombre que aparecía allí era otro, algo a lo que no le di más importancia. Diez minutos más tarde apareció la guagua y nos lanzamos todos al interior, poniendo nuestras mochilas en el compartimiento para el equipaje. Paramos en un par de sitios más en la ciudad y con la guagua llena, sabíamos que ya salíamos cuando pasó el chamo que nos daba a cada uno una botella de agua de cortesía, ya que hasta la más miserable compañía de transporte vietnamita no quiere que la comparen con I-beria o Vu-eling, las famosas compañías con el lema ese de Al cliente NI AGUA. El viaje duraba unas cuatro horas y costaba la friolera de dos leuros incluyendo la comisión del hotel.

El recorrido entre las dos ciudades es siguiendo la legendaria Autopista 1, la cual ha sido la que he usado en casi todos los trayectos por carretera anteriores y comenzaba a creer que cualquier autopista del país la llamaban la 1, aunque habiendo estado en la 9 esa regla no puede ser cierta. Avanzábamos a paso de procesión de Semana Santa y menos de una hora antes de llegar, paramos en un lugar con una mega tienda en la que por supuesto nos querían vender perlas cultivadas, recuerdos y demás morralla enmascarado bajo parada para usar el retrete. Detrás del Emporio mercantil había una playa y todo el mundo corrió hacia la misma para disfrutar del buen tiempo y ningunear la tienda. Todos ignoraron los carteles que avisaban que por allí no se iba a ningún lado y que seguramente puso el dueño de la tienda.

Continuamos nuestro camino y llegamos a Hoi An sin más incidencias. Al detenernos en la explanada de tierra que ellos denominan Estación de guaguas, una pequeña nube de taxistas, moteros, tíos con bici-taxis y demás nos asaltó. A mí me venían a buscar así que los ignoré, me puse mis gafas de sol, mis auriculares y me hice un madre del Rey, con la cabeza cambada y como si fuera una moto con burra. Como no veía mi nombre por ningún lado, miré el WiFi y había uno abierto de la ciudad. Me conecté y llamé al hotel y me dijeron que el chamo chu-lín estaba allí esperándome y que lo llamarían para despertarlo en caso de que se hubiera dormido. En un momento vino uno que estaba desde el principio allí desinteresado. La razón de su desapego resultó que él esperaba la guagua de la compañía para la que yo tenía mi billete y no esta. En temporada baja, esas empresas se agrupan y para ahorrar costes y maximizar el beneficio, se juntan varias para así llevar las guaguas llenas y por eso, yo iba en otra. Arreglado el lío, me subí en su motocicleta, él puso mi mochila delante suyo y arrancamos para el hotel, el cual tampoco es que estuviera muy lejos.

Me recibieron con zumitos y galletas. Mi habitación era en la última planta, la tercera y el nombre del sitio es Hoang Trinh Hotel y aparecía como el tercer mejor lugar del villorrio en Tripadvisor. Dejé mis cosas en la habitación y visto que era la una de la tarde me puse el bañador y decidí pasar la tarde en la playa. Bajé a la recepción y estaba preguntándole a la chama como llegar y qué medios de transporte habían disponibles cuando una pareja de británicos me oyeron y me dijeron que ellos también iban. Salimos a la calle juntos y negociamos un viaje a la playa en motocicleta por un dolar cada uno. Nuestras tres motos las conducían chamas. La mía era la más acojonada y pese a salir el primero, llegué el último. El tráfico en Hoi An no era tan terrible como en Hanoi, de hecho era casi inexistente. Fuimos a la playa «comercial» en la que había unos cinco restaurantes y hamacas pero por lo demás era una enorme extensión de playa desierta. Las siguientes cuatro horas estuve en modo parrilla, dando vuelta y vuelta y dorándome como en una barbacoa. A la hora de volver, el dueño de uno de los restaurantes llamó a las mismas chamas las cuales vinieron a buscarnos y nos llevaron de vuelta por otro dólar.

Después me duché, me adecenté y tras mirar los mejores restaurantes del villorrio salí a investigar. Ya había oscurecido y cuando llegué al casco viejo de Hoi An me enamoré del lugar. Increíble, precioso, sacado de algún cuento oriental, no hay palabras para describirlo. En las calles, lámparas de papel iluminándolas, el tráfico prohibido y limitado a peatones y bicicletas, los edificios de una o dos alturas, era todo precioso. Me perdí paseando por allí y haciendo fotos como loco porque coincidía la luna llena con el cumpleaños de Buda. Fui a cenar al Morning Glory el cual está considerado el mejor restaurante de Vietnam y el que todos quieren copiar. La comida riquísima y el precio de ataque de risa, creo que pagué menos de cuatro leuros por una comida que en Holanda te sacarían sesenta o setenta, seguramente más si añadimos los batidos de fruta fresca. Después del atracón seguí paseando por el lugar ya que no parecía dejar de sorprenderme y cuando no había dejado una sola calle del centro sin recorrer al menos dos veces ni un puente sin cruzar, volví al hotel para acostarme ya que de alguna manera estaba cansado. Para el día siguiente tenía contratada una excursión por la mañana pero esa será otra historia.

El relato continúa en En las ruinas de M? S?n

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7 respuestas a “Llegando a Hoi An”

  1. Las fotos que hiciste ésa noche deben tener muy buena pinta. A ver si no tardas demasiado en poner alguna de ellas. Si no recuerdo mal??de Hoi An sólo nos enviaste 4 ó 5 fotos; así que estoy deseando ver alguna más de ése lugar de cuento oriental (según lo describes).

  2. Cojonudo, pero en el día de mi cumpleaños, echo de menos que no hagas una entrada de folleteo vietnamita…jajaja
    Salud

  3. Feliz cumpleaños, Genín

    Huitten, de Hoi An mandé varias fotos y también hay un montón en el vídeo. Hay nocturnas con las calles y un puente con lámparas de papel, las hay diurnas, con varias desde un puente al que tendía a regresar todo el tiempo y con el puente cubierto japonés también en varias de ellas y también las hay de las ruinas que visité en el próximo capítulo.

  4. Muchísimas felicidades Genín. No hace mucho que empezé por aquí…pero me he acostumbrado a leer tus comentarios diarios. De alguna manera, formas parte de mi día a día. Así que te deseo un muy feliz año 71.

  5. No le hagas caso a la zeta de empecé…porque en mi mente estaba la idea de escribir algo sobre empezar la senda de los 70…y al final me quedé con la zeta cogida.