Lobo


Una de las absurdas reflexiones, por descontado sin ningún valor, que de siempre me ha gustado es la de los lobos, pastores y ovejas. Es una clasificación drástica de todos los seres humanos excluyendo truscolanes y cabezudos koreanos, que no son más que ratas miserables. En la película American Sniper, prácticamente al principio, el padre explica a los hijos el concepto aunque cambia al pastor por un perro pastor. La idea es simple, directa y por consiguiente, perversamente distorsionable. Podemos catalogar a todos los seres humanos (excluyendo los inhumanos mencionados anteriormente) en tres grupos. Uno enorme con los que denominamos ovejas, no hay nada peyorativo en el nombre, es la constatación de que son de natural gregario y que prefieren ser guiados. El segundo grupo, menos numeroso, es el de los pastores (en la película, perros pastor). Su misión es la de proteger a las ovejas y guiarlas. Tienen un corazón relativamente bueno y se preocupan por los demás. El tercer grupo es el de los malajes, los lobos, depredadores, políticos y demás morralla. Mi versión y la que he peleado durante años con el Rubio y otros es que cada una de esas categorías no es uniforme, que pueden haber ovejas que casi son pastores, o de estos últimos que pueden tener un ramalazo de ovejas o de lobos. Mi distorsionada realidad me coloca en el exclusivo club de los lobos pero con mitad de pastor. Tengo una tolerancia cero por los otros lobos y la realidad demuestra que en los momentos de mi vida en los que he conocido a alguien que encaja en ese grupo, el sistema defensivo de ninguneo se dispara inmediatamente y no los trato. Por formar parte de los lobos tengo muy poca tolerancia también con las ovejas, las veo como carne de cañón, las puedo usar, manipular, traumatizar, pero no despiertan ningún interés en mi. El reducido número de mis amigos encaja perfectamente en el mundillo de los pastores, están cortados por ese patrón. Tampoco juego sucio con ellos, saben que han de tener cuidado conmigo, que por más que controle, en cualquier momento se puede disparar el depredador y no habrá manera de pararlo. El más ducho en este tema es el Rubio. El otro día le comentaba que a veces parece una gacela. Se huele que hay que tener cuidado, camina despacio y con mucha atención bordeando el precipicio. Intuye que no está el horno para bollos pero no lo pregunta para no recibir el chaparrón, se acerca en diagonal y va tanteando hasta encontrar los límites. La lista de gente que dio un paso en falso a lo largo de los años es gigantesca, no creo que hayan muchos por aquí con un escaparate de cadáveres como el mío. Uno de mis amigos decía cuando estaba en la universidad que lo bueno de mi cumpleaños es que siempre cambiaba la gente. Ahora sabe que si no quiere formar parte del cambio, se lo tiene que currar, como los otros.

En el entorno laboral no me ando con chiquitas y soy un lobo. Si alguien me reta, puede tener claro que responderé usando todas las armas que hayan disponibles y debería saber que no me detendré, que para mi el único enemigo bueno, es el que está muerto. En las batallas en las que he participado, el resto de aliados busca el consenso, la paz, devolver el orden al caos mientras yo recorro el escenario de la batalla con un cuchillo degollando a los que escaparon con vida, hablando figurativamente y con una escena épica de cierta película de ciencia ficción apreciada por muy pocos y que seguramente ninguno recuerda. Tengo mi lista de jefillos a los que he destapado y expuesto y que acabaron con el paseíllo de la vergüenza acompañados de alguien de recursos inHumanos.

En estos días también he terminado de volver a escuchar los tres audiobooks de la Saga Divergente, sobre todo después de ver el primer trailer de la segunda película y entrar en modo de pánico total porque parecía que no habían respetado para nada el tema de la historia. En esta tercera visita a la historia, noté que entre el segundo y el tercer libro el tema de los lobos y los pastores subyace bajo las capas habituales de empalago y tensión sexual el miedo de Four de ser un lobo y los esfuerzos que hace por controlarse, aunque no parece que lo consiga y en muchas ocasiones, sus aventuras acaban muy mal. Ya estoy preparado para la segunda película, tengo la historia fresca en el cabezón y aunque no iré a la maratón del día previo a la medianoche porque no tengo esa necesidad tan grande, seguro que en el primer fin de semana la veo una o varias veces. Esto de las sagas interminables es muy sufrido, cuando supere la de Tris y Four vendrá la del laberinto y le seguirá el episodio requete-final de los Juegos del Jilorio. Al fin y al cabo, da igual las boberías sobre las que desvaríe por aquí, lo más importante en mi universo es el cine y por lo que he visto en estos dos primeros meses que están a punto de concluir, parece que mi inconstancia y mi permanente capacidad para el cambio han desplazado el centro gravitatorio y hoy por hoy, mi cine más visitado es el Pathé Amersfoort, uno que ninguneé durante años.


Una respuesta a “Lobo”

  1. Bueno, se ve que te gusta la variedad y que te cansa el mundo vejuno de los humanos de tu entorno, hay colores para todos los gustos y posibilidad de elegir, aunque a veces no, uno es como es y punto, otros, pocos, tienen la cualidad del cambio, aunque no es frecuente que sea para positivo…
    Salud