Mi primer viaje a Gran Canaria usando un aeropuerto de Alemania comenzó el día anterior con los preparativos. Tengo una rutina muy estudiada y que salvo por pequeños descuidos se encarga de todo. Imprimo mi lista de puntos a recordar y voy marcando las casillas correspondientes según completo cada tarea. Paradójicamente, la que más tiempo consume es la de preparar el contenido que irá apareciendo durante mi ausencia en la bitácora en el hipotético caso de no tener una conexión a Internet en el destino. Mientras apilaba ropa, envolvía regalos y rastreaba diversos rincones de mi casa mi amigo el Rubio intercambiaba correos en los que fijábamos eventos para las próximas semanas y mis vecinos se ofrecían a podar mi Catalpa, tarea que se hace normalmente en el mes de marzo. Las vacaciones del jardín ya han terminado y nada más volver de vacaciones comenzaré a trabajar en el mismo un par de horas cada semana. Tengo pendiente también el apalabrar con un señor de mi barrio el rediseño del jardín de la parte delantera de mi casa o más bien su desaparición, ya que voy a poner baldosas y así los mierdosos gatos que gustan de jiñar allí tendrán que buscarse otro lugar. Raramente uso la puerta delantera para acceder a mi casa y pueden pasar meses sin que pase por allí y cuando lo hago me llevo un disgusto con todos esos tropezones. En la parte de atrás, he inundado de pozos de café el lugar al que suelen ir los gatos y junto con mi vecino hemos diseñado una estrategia drástica y probablemente dolorosa con cualquier animal que entre en nuestros terrenos.
Volviendo al tema principal, todo quedó listo y cuando me desperté a las seis de la mañana solo tenía que ducharme, vestirme y salir de mi casa. En la parada de guagua me sorprendió como siempre la cantidad de gente que espera el autobús tan pronto. Solo eran las 6.45 y la guagua se llenó sin problemas en su camino a la estación. Llegué con tiempo suficiente para mi tren. Me senté a esperar mientras miraba fascinado el enorme panel que indica los trenes que salen de la estación de Utrecht Centraal. Las llegadas y salidas son constantes y mareas de gente suben y bajan hacia los andenes con prisa y casi sin pausa. Algunos se toman un café mientras leen uno o varios de los periódicos gratuitos y otros parecen pelotas de goma que van rebotando por las cuatro esquinas de la estación.
Al salir desde Düsseldorf tenía que comprar un billete de tren para ir hasta el aeropuerto de esa ciudad y después de mirar en la página de la compañía holandesa de trenes decidí pasarme por la estación y preguntar. Allí me consiguieron un precio aún mejor yendo en primera clase en un tren de alta velocidad. Deberían hacer trenes de velocidad altísima y así podríamos prescindir definitivamente de los aviones para los viajes dentro de Europa. Es un medio cómodo y rápido y que además no tiene ninguno de los inconvenientes de la aviación, no hay molestos controles de seguridad ni estúpidas esperas, al menos en este lado del mundo en el que funcionan como relojes de precisión.
En Duisburg cambié a un tren local que me dejó en el aeropuerto en donde me esperaba el agradable personal de TUIfly, la compañía ganadora del contrato para prestarme el servicio. La primera vez que estuve en el aeropuerto de Düsseldorf fue en 1998. Yo aún vivía en Gran Canaria y desde un año y pico antes intercambiaba correos con unos cuantos alemanes y americanos. Entre mis preparativos para abandonar el país tenía una prioridad muy alta el asegurarme un buen nivel de inglés hablado y escrito y la única forma de conseguirlo es practicando. De los americanos perdí la pista bien pronto pero de los alemanes, de cuatro amigos que hice mantengo aún hoy en día dos de ellos. Con uno, Dirk, la química de la amistad funcionó desde el primer instante y sin haberlo visto nunca y sin saber el uno del otro nada más que lo que nos decíamos por correo me compré un billete de abvión con LTU por cuatro perras y me planté en Düsseldorf para conocer a mi amigo y pegarme un fin de semana largo de juerga en Münster. Recuerdo la mirada de pánico de mi madre cuando informé de mis planes en mi casa y las serias dudas que todo el mundo tenía. Al parecer lo que debería haber sucedido es llegar allí y no encontrar a nadie pero eso no sucedió. Dirk y su novia estaban esperándome y en una tienda de campaña nos dimos un abrazo y sellamos la amistad. Yo no sabía en ese momento (o al menos no era consciente de ello) que el aeropuerto de Düsseldorf había sufrido un gran incendio que lo destruyó casi por completo y mientras lo reconstruían las terminales eran enormes jaimas, tiendas de campaña en las que recogías las maletas, la gente te esperaba o facturabas para marcharte. Fue todo un shock ya que imaginaba el corazón de Europa más espectacular y aquello me recordó a la caótica tierra en la que nací. Unos meses más tarde volví a viajar para la fiesta del compromiso y en esa ocasión fui por el aeropuerto de Münster-Osnabruck.
En esta segunda visita a dicho recinto aeropuerto me lo he encontrado totalmente cambiado. Ahora resembla más lo que uno espera de esta parte del continente, lleno de actividad, tiendas que tratan de engatusar a los viajeros y con la legendaria eficiencia alemana. Al pasar el control de seguridad mi portátil me delató. Los alemanes tienen una paranoia muy especial con estos trastos. Una de las encargadas me pidió que la acompañara para revisarlo y en un rincón se puso a pasarle una especie de pañuelitos sobre la superficie de la funda de neopreno. Le pregunté si pretendía limpiarlo y me miró sonriendo y me explicó que estaba buscando explosivos. Se llevó sus pañuelitos a algún lado y al rato volvió para informarme que podía continuar mi camino. Un misterio que jamás se resolverá ??
A la hora indicada comenzó el embarque y como nuestro avión no estaba conectado a una pasarela tuvimos que ir en autobús y correr por la pista mientras diluviaba buscando las puertas del aparato. Una vez dentro, me apalanqué en mi rincón y me volví autista, más o menos como siempre. A mi lado se sentaron una pareja de ancianos alemanes con los que no intercambié palabra alguna durante el vuelo, siguiendo mi tradición de no hablar con extraños y menos en un avión. La tripulación estaba formada por cuatro chochas del martes, unas tías de esas como las que ponen en las revistas de guarrerías sexuales y que cuando se movían parecían ángeles del cielo caminando entre nosotros los mortales. Cuando vino a comprobar que tenía el cinturón de seguridad abrochado estuve por dejar salir al piripiri y permitirle rendirle los honores que la chocha se merecía pero como la anciana me lanzaba miradas libidinosas y se relamía las encías sin dientes, decidí no hacerlo que uno nunca sabe si aquella se me va a agarrar del manubrio y joderme la fiesta.
Una vez en el aire sucedió el milagro más maravilloso de todos los que he presenciado a lo largo de mi vida. Por ciento cuarenta y cinco euros yo aspiraba a un vuelo y poco más así que cuando una de esas diosas me preguntó si prefería pollo o pasta y me puso una bandeja con un almuerzo COMO LOS DE ANTES casi me desmayo de la impresión. ¡GRATIS! comida y bebida en un vuelo que cuesta la mitad de lo que pagas en otras aerolíneas de bajo costo o de las tradicionales, en un avión poco menos que de paquete, con los odiosos asientos de Recaro que tanto parecen gustar a la plebe y servido por una tía que podría estar en cualquier almanaque de pellejas desnudas. Creo que a partir de ahora y por siempre viajaré con TUIfly y rezaré para que el gran Dios de los cristianos les permita mantener la calidad de servicio y de precios que tienen.
En cuatro horas nos pusimos en Gran Canaria, no sin recibir antes un nuevo refrigerio gratuito. Tras aterrizar el pasaje rompió en aplausos y vítores. Salí prácticamente el último por estar en la parte trasera del avión, truquillo que me permite evitar la espera por el equipaje ya que para cuando llego a la cinta está saliendo y así no me aburro demasiado.
Mis padres ya me esperaban y así, relajado y con buen rollito, llegué a Gran Canaria viajando por Alemania.
5 respuestas a “Mi primera vez por Alemania”
Me alegro. He volado a las Canarias con TUIfly, desde Dusseldorf también, muy buen precio, muy buen servicio. Sino me equivoco creo que puedes ir hasta el aeropuerto de Dusseldorf en tren, o lo he soñado, pero seguro que lo he hecho alguna vez por trabajo desde Arnhem hasta otro sitio y después un cambio de tren.
El aeropuerto en Holanda ya no lo piso, en mayo desde Weeze y en verano lo mismo.
Disfruta de las vacaciones.
He estado mirando los precios en TUIFly para hacerte una visita siguiendo la misma ruta, pero para las fechas que tengo disponibles me sale más caro que ir directamente a Amsterdam con Iberia.
ale, si se puede ir hasta el aeropuerto en tren. Hay que cambiar en Duisburg.
solo faltaría que encima la comida estuviese buena y todo… por cierto, que pongas baldosa en la parte de delante y sacrifiques parte de lo que seguramente será un hermoso jardín no te garantiza que los gatos no sigan cagándose en él, es más, les encanta la lejía y ese tipo de productos que se usan para limpiar el terrazo. Compra un buen líquido repelente para ellos y deja al menos césped!
Virtuditas, la comida estaba riquísima. De hecho, si pillo la receta la añado a mi colección.
Sobre lo del césped, les encanta cagar en el césped pero no parecen ser muy amigos del amoniaco y la baldosa, así que eso será lo que reciban. Y este año, a los que pisen mi jardín les espera mi nuevo armamento disuasivo y los 5 centímetros de pozos de café que hay en las zonas que a ellos les gustan y que no los detiene a la hora de cagar pero les llena las pezuñas y cuando vuelven a sus casas les joden los sillones a sus dueños.