Musarañas


Justo antes de viajar a Gran Canaria para pasar las navidades mmiré la cartelera de los tres cines a los que suelo ir y comprobé que en esta ocasión no iría al cine. No había nada. Después, el día de Navidad, en un momento en el que la tele estaba encendida en la casa de mi madre escucho que hay dos estrenos ese día y como en todo el año 2014 no he ido a ver una sola película española al cine, decidí darles una oportunidad. Una de ellas era una película que se atreven a considerar de terror y que se titula Musarañas.

Una julay está desquiciada porque nadie le come el potorro

Una chama vive encerrada en su casa, sin poder salir a la calle por alguna movida chunga que tiene y hace trabajillos de modista. Cuando un tipo se cae en las escaleras justo delante de su portal, lo mete en la casa y lo rapta o algo parecido, aunque parece que a él le mola mazo ya que le viene bien que no lo vean. Las cosas se descontrolan cuando la chama se termina de desbaratar toda.

Cuando etiquetamos una película como de terror es porque esperamos que de miedo a los espectadores. Eso aquí no sucede, nunca. Asco, a veces, aburrimiento, a toneladas, cansancio por una historia lerda y que seguramente era un corto y que han estirado como un chicle bazooka hasta límites espeluznantes. La película se agota en los primeros diez minutos y hay que ser retardado mental para no saber como va a acabar. Ninguno de los protagonistas parecen tener una idea muy clara de lo que quieren hacer y chirrían con unas interpretaciones a las que le faltó la sincronización. A Macarena Gómez el papel de protagonista macabra le va grande y nunca convence o asusta, aparte del grave problema de sordera que debe tener cuando su hermana camina por la casa haciendo ruido a conciencia y ella no se entera y dos escenas más tarde, detecta la destrucción de un átomo tres habitaciones más allá. Creo que esta es la primera vez que veo a Hugo Silva en pantalla, ya que jamás me han interesado las series en las que sale y con suerte será la última, a menos que se apunta a unos cursos de actuación de Radio ECCA. En los momentos en los que se supone que tiene que provocar una reacción dramática o de empatía en los espectadores, da risa. Supongo que a las pavas les pone los pezones duros porque el tipo es un envase vacío, sin nada que ofrecernos dentro. Lástima da también Luis Tosar, quien supuestamente debe dar miedo por su aspecto físico o eso debía creer el director. Su papel de padre y fantasma que ve la chiflada no encaja en la historia y lo podrían haber suprimido completamente sin que el resultado afectara a la mala calidad del producto. En fin, que otra de esas películas que pasarán al baúl de los recuerdos. Sólo éramos cinco personas en una sesión de viernes por la tarde con varias salas con el cartel de entradas agotadas.

Si eres un miembro del Clan de los Orcos, harás bien en mantenerte lejos de un cine con este pallufo. Tampoco creo que sea plato para estómago de sub-intelectuales de GafaPasta. Por desgracia, este plato amargo fue el último que vi en el año 2014.