Noventa kilómetros


Yo cuando mi madre me pregunta que quiero ser de mayor siempre le digo que lo que no quiero ser es culocochista como dos que no vamos a nombrar porque es un tema muy sensible en sus posaderas. Por eso, cuando llegó el encierro en marzo, lo primerísimo fue tener el congelador siempre petado de comida congelada y comenzar a hace ejercicio físico diario y volver a cogerle el ritmo a lo de correr. Lo del ejercicio físico diario puedo confirmar y confirmo que no he fallado una sola vez, que tengo un programa en mi aiPá con un chamo que me va haciendo un programa de ejercicios y allá en aquellos días estaba en el nivel uno y acababa tirado en el suelo boqueando y ahora estoy en el máximo nivel, el cinco y cuando tengo que dar mi puntuación al final de los mismos, después de tres series de doce ejercicios cada una con cinco segundos de recuperación entre cada ejercicio, pues llevo cuatro días seleccionando que fue algo difícil, pero vamos, que acabo sudado pero bien y ya hago flexiones como los grandes campeones del universo. Sobre esta base, no antes, siempre justo después, salía a correr y fui aumentando la distancia primero para llevarla a los seis kilómetros y después la frecuencia, para alcanzar la deseada, que en mi caso era una vez cada cuarenta y ocho horas o eso que en Canarias se llaman dos días.

En el mes de abril, ya se pudo ver en Catorce veces que poco a poco iba progresando hacia el objetivo e incluso como fui pasando de cuatro a seis kilómetros por sesión y tratando de alcanzar la regularidad. Mayo ha sido una experiencia de precisión matemática, como se puede ver en el siguiente pantallazo:

Quince sesiones de correr al aire libre y todas y cada una de ellas con un pelín más de seis kilómetros y tuve hasta que echar el freno porque empecé a enralarme y tuve una racha de cinco salidas seguidas por debajo de los veintiocho minutos y lo que quiero es constancia, no empezar a forzarme más y más y bajar el tiempo hasta los veinticinco minutos, que seguro que puedo, pero que no quiero porque al final pasa lo que pasa y lo tengo que dejar por unos meses y esto es solo una parte del esfuerzo para mantenerme en forma en estos tiempos tan extraños. Durante el mes de junio, al haber comenzado el ciclo el día uno, es probable que vuelva a hacer noventa kilómetros. La única regla para cancelar una salida es que ese día esté lloviendo, que yo llevo muy mal lo de correr con lluvia y procuro cambiar el horario para hacerlo coincidir con un momento sin lluvia. También me estoy revelando como un corredor mañanero, de mi rato del descanso en el trabajo, que adelanto los días que voy a correr y así, cuando todos mis compañeros están en su hora del almuerzo encochinándose y sin dar un puto palo al agua, yo trabajo sin que nadie me moleste.


3 respuestas a “Noventa kilómetros”

  1. Lo de cambiar los horarios para no coincidir con tus compañeros es porque eres más raro y antisocial que un perro verde.

  2. Definitivamente, los humanos me la sudan. Hay gente que no ve la hora de volver a la oficina. Yo no estoy entre esos.

  3. Osea, que TU, te la sudas… 🙂
    Siempre he supuesto que a pesar de ser el elegido, (No se por quien mas, a parte de ti mismo) eras humano, pero a veces, sobre todo cuando nos insultas a la Virtu y a mi, me pongo a dudarlo, pero no seriamente ni por muchos segundos, tambien me sucede cuando dejas esos truscos sobrehumanos que atascan todo lo atascable… 🙂
    Salud