Otro tranquilo viaje a Gran Canaria


Lo malo de viajar en esta época del siglo veintiuno es que la cantidad de tiempo adicional que necesitas antes y después de comenzar el viaje es por lo general mucho mayor que la duración del mismo. Si es un vuelo charter suele ser peor. Mi viaje a Gran Canaria comenzó a las doce y veinte del medio día aunque mi avión salía a las cinco menos diez. Necesitaba una hora y media para ir al aeropuerto y dos horas y media en el mismo esperando para subirme en el cilindro. Gracias a Dios la tecnología va con nosotros a todas partes y puedo matar las horas muertas con Internet a través del teléfono o del portatil, escuchar audiobooks, reírme con los Podcast de la BBC radio y cuando todo lo demás falla, jugar al Pac-Man o a Doom en mi teléfono móvil.

El autobús llegó exactamente a la hora y como yo me había entretenido despidiéndome de mis vecinos casi lo pierdo. Estamos aún con los horarios de verano y eso se nota en la frecuencia del servicio, limitada a cuatro autobuses por hora. Como normalmente pasan seis y la espera es como máximo de diez minutos, lo de los quince minutos actuales parece un suplicio. Yo vivo en un barrio periférico de la ciudad y tener seis autobuses por hora es lo normal. Si vives más al centro la frecuencia se dispara porque cada línea que pase por delante de tu casa es más que probable que tenga un número similar de autobuses. Si eres universitario en la ciudad de Utrecht, entonces usas unos autobuses triples que tienen una frecuencia de minuto y medio. De lo que se trata es que la gente use el transporte público y no vaya en coche y lo consiguen.

Volviendo al tema, llegué a la estación, compré el billete para el tren y tenía diez minutos para tomar el siguiente Intercity a Rotterdam, una línea que tiene una frecuencia de quince minutos. Llegó puntual como un reloj, elegí un vagón cerca del final y me dediqué a la exploración de la red de redes durante los cuarenta minutos del viaje. La estación central de Rotterdam no ha cambiado en el año que ha transcurrido desde la última vez que pasé por allí. Sigue en obras y la entrada principal es zona de guerra. En su interior, miles de personas se mueven sincronizadamente hacia o desde los diferentes trenes que llegan y salen a cada instante. El autobús para ir al aeropuerto es el número 33 y está saliendo de la estación a mano derecha. Son muy frecuentes y no pasaron ni cinco minutos cuando llegó uno. Lo esperábamos varias personas con maletas. El viaje transcurre entre barriadas de la ciudad que nunca visitan los turistas. En un punto deerminado aparecieron tres tipos corriendo y bloquearon todas las salidas de la guagua. La gente echó mano a su cartera y comenzó a sacar los billetes. Era una revisión sorpresa. En Utrecht nunca las he visto pero en Rotterdam ya me he gozado dos y eso que no voy a menudo. Uno de los pasajeros no tenía billete, un rubito con cara de niño y no hubo piedad. Multa implacable y una lección que quizás aprenda. Todo esto pasó en dos o tres minutos. Volvimos a ponernos en marcha y sin más incidencias llegamos al aeropuerto, una bombonera preciosa y pequeña del que despegan unos diez vuelos diarios.

Me acerqué al mostrador de Neckermann con el gusanillo en el estómago. Siempre pienso que no van a tener mi billete. Todavía no me creo que yo llamo a alguien, hablo con la persona por teléfono, le doy tres datos y cinco días más tarde voy al aeropuerto y mi billete está esperando que lo pague y lo recoja. Nunca me han fallado. En España nunca vi nada así.

Facturé y pedí un asiento cerca del final del avión en ventana. Ya os lo he dicho. Este es el truco más viejo del mundo para conseguir asiento sin nadie a tu lado porque llenan el avión de adelante a atrás. Almorcé en la terraza del aeropuerto mirando un avión de Transavia que acababa de llegar y que se marcharía en dirección a Turquía. Después pasé el control de seguridad de cachondeo. Delante de mi cuatro chicas sin bolsas para guardar los cosméticos y cargadas con los mismos. El guardia les dice que metan los neceseres tal cual en una bolsa de plástico y así cuela. Lo hicieron y pasaron. En el aeropuerto de Schiphol no lo habrían permitido, o en el de Barcelona, Madrid, Roma o Gran Canaria. Se ve que esta gente no se cree la paranoia que se ha impuesto en los otros aeropuertos. Es una pena que no pueda ver a las chicas al volver a Holanda, porque seguro que donde les toque las dejarán sin cosméticos y ellas no se podrán explicar como puede ser que a la ida las dejaron pasar con sus peligrosos productos explosivos y a la vuelta no. También vi que si llevabas agua o algún refresco no había ningún problema, que lo entrabas sin más. En fin, ojalá hubiera más aeropuertos como este.

El charter en el que vamos a Gran Canaria es un vuelo compartido con Maastricht. Medio avión se llenó en dicho aeropuerto y la otra tanda en este. Desde Rotterdam enfilamos hacia el sur, hacia las islas Canarias. Estaba el día despejado y tuvimos unas vistas preciosas del mastodóntico puerto de la ciudad, de los sistemas de contención del mar y de Zeeland, la región holandesa más bonita. Después me concentré en mi portátil y casi sin darme cuenta transcurrieron las cuatro horas de vuelo.

Aterrizamos y nada más detenernos todo el mundo en pie, cargando sus cosas y dispuesto a salir. Todos salvo yo que sé perfectamente que pasarán más de cinco minutos hasta que lo logres, así que para qué nos agobiamos. Es como si pensaran que el avión se vuelve a marchar con ellos dentro, se ponen nerviosos y no dejan de mirar a un lado y al otro del pasillo para ver si algo se mueve.

Mi viejo y castigado trolley llegó sin problemas y mis padres ya me estaban esperando en la entrada del aeropuerto. Tengo que cambiar ese trolley y comprarme uno nuevo. Está cayéndose a cachos. Me da pena porque tiene un historial IMPECABLE. Siete años de continuos viajes, cuatro continentes, cerca de veinte aviones por año y jamás se ha extraviado, siempre ha llegado conmigo. Seguro que el próximo que me compre no tiene la suerte de este ??

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5 respuestas a “Otro tranquilo viaje a Gran Canaria”

  1. En el aeropuerto de Rotterdam no sé, pero el control de Barcelona es puro cachondeo. Parece que cuando entró lo de los líquidos se pusieron un pelín más estrictos, pero les ha durado poco. El domingo pasé y pasaron de mi tres kgs. Normalmente te hacen sacar el portatil y demás gaitadas. A mí nada. De hecho, luego me di cuenta que llevaba unas pinzas en el bolsillo de atrás de los vaqueros y nada. Me acuerdo que esas mismas pinzas casi se quedan en tierra cuando fui a Barajas y las llevaba en el bolso…en fin, que allí ni que lleves una bomba casera visible atada con fixo, no te dicen nada. En el de Sevilla también es bastante relajado (aunque la última vez me cachearon), pero en un aeropuerto con tanto tráfico como el de BCN resulta un poco extraño.

  2. Una maravilla la frecuencia de los autobuses. Ya podían tomar nota por aquí pero no… mucho hablar los políticos bien del transporte público de cara a la galería pero lo que estimulan es el coche privado.

    Más carreteras, más calles para coches, más… la ciudad es del coche y no de la gente. Y así nos va. Será porque exprimen bien al dueño de uno de estos «cacharros» y le sacan hasta el último euro a base de impuestos, parkings y otros inventos. xD

  3. En Amsterdam se lo toman muy a pecho y lo mismo en Gran Canaria. En Amsterdam los he visto rechazando a una tía con una hamburguesa porque «tiene líquidos» en el ketchup, aparentemente. La tía les dijo de todo. En Estados Unidos es aún peor.

    Gloe, gracias por avisar. No sé si lo podré arreglar antes de volver porque la conexión es de pena y malamente consigo mandar algo de siglo en siglo.

    Corsaria, esos autobuses van por carreteras en las que está prohibido el tráfico a coches, llegan mucho antes y en el hipotético caso que quisieras ir con un coche a la universidad, que Dios te asista para aparcar porque casi no hay aparcamiento y es de pago. Los autobuses triples miden veintipico metros de largo, son como tranvías.

  4. Transporte punico (de punitivo) debería llamarse en España.
    Hace unos días viajé a la piel de toro y me hicieron el control que procede con el portatil tanto a la ida como a la vuelta.
    Por cierto, sorprendentemente puntual los viajes con la compañía española histeria