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  • Inmersión en el pecio del Cermona II, cuarta parte

    10 de mayo de 2024

    Llegamos al final de la visita al pecio del Cermona II y en este vídeo veremos, por primera vez en la historia del mejor blog sin premios en castellano, un submarino pasando casualmente por la zona. La música es la canción Together In Electric Dreams, un clásico de toda la vida de Philip Oakey y Giorgio Moroder que sonaba en la película La historia interminable.

    Empezamos mirando por los bajos del pecio, en donde se esconden los burritos listados que son esos peces con líneas blancas y cola amarilla. Los pescadores denominan burreras a estos grupos. Se suelen juntar por tamaño, con lo que todos son más o menos de la misma edad. En el mismo lugar y debajo de una roca tenemos a la morena picopaato, que ahora si estaba bien escondida y también vemos un cangrejo araña. Después de eso, sobre el minuto y medio tenemos una vista general del pecio y tras eso aparece el submarino amarillo, con los chonis y los guiris que pagan por mirar desde ahí. Como no había mucha visibilidad no podemos ver a los julays en las ventanas mirando. Más tarde el submarino vuelve a pasar. En el segundo minuto y medio tenemos un chucho negro que pasó por el pecio y por debajo de mí y después de eso vuelve el submarino, esta vez más cerca y se pueden ver las ventanas redondas desde las que miran los pasajeros. Este si explota en el fondo del mar como aquel otro, la gente puede subir a la superficie sin más problemas y solo los mórbidos la palmarán o se los comerán los peces.

  • Treinta kilometrazos

    9 de mayo de 2024

    No sé ni como se me pasó esto pero claro, Genín me tiene agobiadísimo para que ponga más y más vídeos de buceo y se me olvidan otras cosas. En este 2024 estoy ayudando a uno de mis amigos a entrenarse para el 4daagsedagen, la mega-tortura que hacen en la ciudad de Nijmegen (Nimega en cristiano) y a la que se apuntan decenas de miles de julays que entre un martes y un viernes, se pegan un madrugón para comenzar a caminar sobre las cuatro de la mañana y hacer cuatro caminatas de CINCUENTA kilómetros diarios. Mi colega lo ha hecho en los últimos diez años, algo de lo que él y solo él está muy orgulloso, que a los demás nos las suda bastante y este año ha decidido volver a hacerla y como en algún año anterior, yo hago algunas de sus caminatas de entrenamiento con él y elijo las rutas, que todos sabemos que hemos hecho algunas por ríos neerlandeses espectaculares. Su único requisito es la cantidad de kilómetros a recorrer y para ésta, que sucedió el último día de marzo, quería treinta kilómetros, así que yo organicé una ruta saliendo de mi keli, yendo por Amelisweerd, después cruzando por el campus universitario y el hospital UMC y desde allí adentrándonos en la zona verde que hay entre de Bilt y Groenekan y avanzando hacia el norte hasta llegar al legendario Lage Vuursche, un poblacho que los turistas desconocen y que es el corazón de Holanda y en donde vive la Reina Emérita y está enterrado el hijo que se le mató en accidente de esquí. El poblacho es famoso por la concentración escandalosa de restaurantes de pannenkoeken y desde allí seguimos en dirección a Baarn, lugar en el que acababa la caminata en la estación de tren.

    Recorrimos los treinta kilómetros en unas seis horas, con una parada para almorzar y otra para cafelito y por el camino vimos cosas como el chabolote que hay en Ameliesweerd, o el carril bici con el arcoiris julandronista que hay en el campus universitario, pasamos junto al KNMI, el instituto nacional de la meteorología y el misticismo neerlandés, que está literalmente a cinco kilómetros en línea recta de mi keli y es el punto cero de las previsiones del tiempo de este país. El edificio tiene una bola de golf arriba para que jueguen los dioses y como dije, almorzamos en Lage Vuursche un pannenkoeken spek en kaas, o truscoluña no es nación o panqueque de beicon y queso que estaba para cambarte la peluca.

    También pasamos a ver al hermano muerto del rey, estuvimos en la puerta del Klein Drakenstein, en donde vive la Emérita, encontramos curiosas obras de arte en el bosque y disfrutamos con las zonas con dunas y abiertas con brezales que hay alrededor de Hilversum.

    Toda la ruta se puede ver en el vídeo que crea el programa de mi pulsera Huangëy. No se trataba de velocidad, se trataba de llegar a una cantidad específica de kilómetros. Tuvimos muy buen tiempo en prácticamente todo el camino, salvo por un tramo de media hora con una ligera llovizna.

    Tengo otra caminata ya hecha con él, de cuarenta kilómetros, que era la que iba a comentar hoy, pero esa quedará para otro día. Y para que conste, tanto el día anterior a la caminata, sábado, como el día posterior a la susodicha, lunes, fui a correr mis seis kilómetros habituales, que sigo haciendo hasta seis veces por semana.

  • Inmersión en el pecio del Cermona II, tercera parte

    8 de mayo de 2024

    Seguimos con la visita al pecio del Cermona II y esta es la tercera parte. En este tramo, que resulta que me confundí y es el penúltimo, vemos sobre todo el banco de roncadores local. La música es la canción Zombie de los fantásticos The Cranberries

    Comenzamos algo alejados del pecio y vemos peces pasando y voy dando una vuelta por el lugar, en el que los peces siempre pasan en pequeños grupos. A lo lejos está el banco de roncadores y hay también una parte del pecio. Después del primer minuto volvemos a ver los roncadores, que me enseñan sus culitos y al fondo el pecio del Cermona II, al que me voy acercando. Por allí como siempre, los fascinantes peces trompeta, casi siempre estáticos y me acerco muchísimo a uno de ellos. Después vamos avanzando por el interior del pecio y siempre se puede ver a los otros buceadores, que estábamos todos desperdigados por el pecio. Ya llegando al cuarto minuto les vuelvo a dar la lata al banco de roncadores, que mira que tienen paciencia con nosotros y vemos el gigantesco grupo en toda su gloria y con ellos llegamos al final del vídeo.

  • La pava con falda a cuadros verde

    7 de mayo de 2024

    Por las circunstancias de la vida del cambio climático ese de los cojones con el que nos han castigado uno o varios dioses, desde octubre comenzó a llover en los Países Bajos y hasta ahora no ha parado prácticamente nunca, que no sé ni para qué me compré un par de playeras de correr nuevas para suelo seco, que en un mes y medio solo las he podido usar OCHO veces y las de suelo mojado me las he puesto prácticamente TREINTA veces. En este universo en el que nos baldean a diario con saña y malicia, la semana pasada sucedió que tuvimos dos días con temperaturas altas y soleados, una aberración increíble vista la previsión meteorológica por aquí arriba.

    En uno de esos raros días con sol y calor, después del laburo en mi keli había reservado entrada para ir al cine y salí media hora antes para llegar con algo de tiempo y relajado. Era como pedalear en un universo alternativo, en el que por fin algunos hasta llevaban camisetas y pantalones cortos, cuando lo normal es ver a la gente en ropa de invierno, aunque en ese universo, seguían pasando algunos con chaqueta de invierno, gorros y guantes porque al salir de sus kelis por la mañana, con siete u ocho grados iban con ropa de invierno y ahora que estábamos sobre los veinte, regresaban abrigados y sudados como coño de profesional de la fornicación. Con esa extraña mezcolansa, yo avanzaba hacia el cine, junto a un canal en el que muchos se entrenaban para competiciones de remo y allá a lo lejos aparece un punto verde sobre bicicleta, que según se va aproximando, va aumentando de tamaño y resultó ser una pava con un vestido a cuadros verde que le debía llegar hasta las rodillas, pero claro, siempre están los que se emocionan mucho cuando llega la caló y se les olvida ponerse ropa interior, o lo hacen a propósito, que yo pienso que la pava lo que quería era maximizar la refrigeración usando los bajos como zona de intercambio de calores.

    No había mucho viento pero sí que había alguno y venía en mi dirección, hacia el norte, mientras que ella pedaleaba hacia el sur. Al ir aproximándose se podía ver que la falda se estaba transformando en una especie de bandera que ondeaba sin control porque no la podía sujetar con las piernas y al mismo tiempo pedalear mientras usaba el teléfono con una mano para agarrarlo y con la otra escribía mensaje tras mensaje en la pantalla del susodicho, que las hembras abusan de la multitarea un montón. Ella se concentraba en sus intercambios sociales por telefonino y yo fijaba mi vista en el único lugar interesante, ese que acaba donde las piernas se fusionan y mientras la distancia se reducía y el viento desplegabla la falda como una vela que la frenaba, aparece allí, entre las piernas, el matojo de pelo que señala el potorro, que era de los que aún no han sido afeitados, o de los que quizás nunca lo sean. Bajo el matojo de pelo, el chichi oscilaba al ritmo de los pedales, enseñando más o menos almeja según la posición y la pava, en el microsegundo que asigna a levantar la vista y ver si se va a estampar con la bicicleta, detectó la intensa dirección de mi mirada, bajó la cabeza y comprobó con estupor que tenía el coño al sol, que además estaba de mi espalda y se lo iluminaba perfectamente y con una de las manos empezó a dar manotazos para tapar su acceso frontal inferior pero con poco éxito, aunque lo que sí que consiguió fue que la bicicleta empezara a perder su perfecta línea recta y con la oscilación, el instinto saltó y la otra mano fue a agarrar el volante mientras que con la del teléfono seguía procurando taparse el chichi, que no lo consiguió y yo me aproximaba más y más y mucho más y cuando ya llegaba muy cerca, ella volvió a mirar hacia mi cara, con gesto enfadado, como si fuera culpa mía que ella enseñara el potorro al pedalear por no ponerse unas braguitas y para calentarla aún más, yo me relamí mientras pasaba a mi lado, aunque al tener la vista hacia el chumino, nunca llegué a saber si lo llegó a ver, pero intuyo que sí lo vio porque después de pasar miré hacia atrás riéndome y ella también giró la cabeza con gesto rabioso.

    Y así fue como tuvimos el primer avistamiento del 2024, que sucedió muy tarde por culpa del cambio climático. 

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