Otra foto del gigantesco Buda sentado en Nha Trang. En esta se puede ver a un julay postrado frente a la estatua y rezando para que extermine a los truscolanes del universo de una vez para siempre. El Buda lo vemos tan de cerca que hasta se le pueden ver las marcas de los granos y tiene cara de ser un pendejo que no veas. Si alguien quiere la prueba definitiva que en Vietnam no abundan las palomas, es esta foto. Pones esa estatua en Venecia y el Buda es marrón de la mierda de paloma que le llueve todos los días.
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El día que visité la Acrópolis de Atenas
El relato comenzó en Viajando a Atenas
Ayer llegaba a Atenas y además de ver la Acrópolis desde la azotea del hotel, salía a cenar. Por la mañana, unas horas antes de la hora Virtuditas yo ya estaba superactivo, con jiñote incluído. Sabiendo que la Acrópolis abría desde las ocho de la mañana, no veía razón para esperar y además, sabía que ese día llovería por la tarde según una de las previsiones y al mediodía según otra. Salí escopeteado y sin desayunar. En la plaza que está junto a la estación del metro de Monastiraki se empezaban a instalar un par de puestos de venta de verdura. Prácticamente al poner el pie fuera de la plaza te encuentras con la Biblioteca de Adriano o Biblioteca de las Cien Columnas, que estaba en mi lista de cosas para ver y que tiene una entrada combinada con otras ruinas por treinta leuros. El problema es que allí solo podía pagar en efectivo así que seguí adelante sabiendo que tendría que volver. Después llegué a la Ágora romana de Atenas y allí tampoco podía pagar con tarjeta así que seguí ascendiendo hasta la entrada principal de la Acrópolis de Atenas y allí compré la susodicha entrada combinada y entré. Es como cruzar un umbral mágico. De una parte, truscolanes, chusma y gentuza de la mala y según pasas la valla estás miles de años atrás en el tiempo y flipando en seis o siete dimensiones, si no más. Por la puerta por la que accedí, lo primero que me encontré fue el Odeón de Herodes Ático, un pedazo de auditorio construido en el año 161 bellísimo, al contrario que la mole horrorosa y zarrapastrosa del auditorio de Tenerife, obra jiñada por el Calatrabas ese que tiene el don del hormigón. El auditorio se sigue usando hoy en día. Desde allí me acerqué al Teatro de Dioniso Eléuteros, que en su día fue el teatro más grande de la Grecia clásica. Se ve muy bien desde lejos pero cuando estás en el mismo se nota que está peor conservado. Aún así, impacta este teatro hecho en el siglo VI (uve-palito) antes de Cristo o hace más de dos mil quinientos años. Cuando visitas estas ruinas y las romanas te queda claro que toda la Edad Media fueron mil años de tiempo perdido, que podríamos estar pero que ya en las estrellas y en otras galaxias si no hubiésemos perdido siglos y siglos sin avanzar nada de nada. Desde allí retrocedí viendo la Stoa de Eumenes, un pórtico que conectaba ambos teatros. También vi las ruinas del Santuario de Asclepio, una especie de templo para curarse.
Finalmente y temblando de la emoción me acerqué cautelosamente hacia el Propileos, el glorioso acceso a la Acrópolis. De nuevo, hecho hace tantos siglos que resulta imposible contarlos, es un enorme portal. Allí te desbaratas y te entra el frenesí y no puedes parar de hacer fotos. En la imagen anterior lo podemos ver desde el lado del Partenón, una vez lo has cruzado. El muro que se ve en la foto a la izquierda creo que es parte del Templo de Atenea Niké, la de las playeras y los chándals.
Por aquello de certificar que mi bondad es absoluta y también relativa, nos giramos ciento ochenta grados (o ciento setenta y cuatro, vete tú a saber) y enfrente de nosotros tenemos el PARTENÓN y se te queda la boca abierta. Es gigantesco como se puede ver comparando con los julays que había allí. Cómo se podían hacer obras así en el pasado y ahora solo tenemos la morralla del PoZero no me lo puedo explicar. Somos como insectos en el lugar, el mismo en el que tantos y tantos han caminado y que está en la historia de nuestra especie desde mucho antes que truscoluña sea nación, igual que mi keli, que es del ochenta y cuatro y en aquella época tampoco existía truscoluña.
Mirándole el trasero al Partenón lo vemos aún más lindo porque no está la grua. Hay tantas maravillas en el lugar que podría seguir flipando dos días pero bueno, la vida sigue. Mencionar el Erecteón (por Dios, no es eso), aunque fuese un templo dedicado a Atenea Polias, Poseidón y Erecteo, un templo precioso y con el increíble Pórtico de las Cariátides con las estatuas de las seis chamas jóvenes que funcionan a la vez de columnas. Recorrí cada centímetro del lugar e hice una cantidad brutal de fotos. Si algún día vuelvo a Atenas, esta es una visita obligatoria, no importa las veces que vaya por allí.
Al tener solo un acceso, para salir de la Acrópolis de Atenas retrocedí y seguí en orden inverso, yendo a la Ágora romana de Atenas y esta vez sí que entré a verla. Son las ruinas del lugar que era el mercado de la ciudad en la época romana y que fue construido entre el dieciséis y el año once antes de Cristo. Una de las estructuras que mejor están es la Torre de los Vientos y que era un reloj. Básicamente era como el instituto nacional de meteorología de Grecia solo que con estilo.
Mi siguiente parada fue en la Biblioteca de Adriano, ruinas que mirando lo que ha quedado se puede ver que era un lugar espectacular. En el solar se construyeron varias iglesias y cuarteles y ahora se ha recuperado la historia.
Antes de seguir mi ruta me acerqué a los puestos de venta de la plaza de Monastiraki y me compré un kilo de castañas, tiradas de precio y elemento esencial para mi elevada producción de gases con efecto peorrero. No puedo seguir torturando a los usuarios de los ascensores de mi empresa si no añado combustible a la maquinaria y las castañas son esenciales. Las dejé en el hotel, que estaba allí al lado y aproveché para desayunar en un café junto al hotel. Después seguí mi ruta de las ruinas y fui a ver la Ágora de Atenas, el centro de la vida política, administrativa y comercial de la antigua Atenas. Es un lugar enorme, lleno de ruinas y en donde está la Estoa de Átalo que han reconstruido y convertido en un pequeño museo, el Museo del Ágora de Atenas.
Lo que recuerdas de estas ruinas es el Hefestión, un templo griego fabulosamente conservado y que durante más de mil años de su historia fue una iglesia cristiana. Todas estas ruinas sirven para usar aquella información inútil que nos grababan a fuego en la escuela de los estilos dórico, jónico, corintio y truscolano, siendo los tres primeros fáciles de identificar por las columnas y el último porque tienes que dar el tres por ciento de lo que tengas. Durante esa visita llegué más o menos a la mitad de ese día y este es un punto perfecto para detener el relato. Por supuesto que hay un vídeo con segmentos grabados en varios lugares pero habrá que esperar a la continuación de la historia para poder verlo.
El relato continúa en El templo de Zeus, el estadio olímpico y bastante más
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Dentro del Buda Gautama en la pagoda Long Son
La foto de hoy es un documento estremecedor. Le estamos viendo los interiores al Buda Gautama que hay sentado en lo alto de la montaña. Por detrás de la estatua había una puerta y yo me metí y tenemos esos frescos en las paredes con un montón de budas sentados y la extraña columna central. Detrás de la columna y aunque no se ve muy bien había un pequeño altar. Los ventanucos no se ven en las fotos del Buda porque están por debajo del cogín sobre el que está sentada la estatua. Por fuera y en el lugar en el que está el altar hay otro. Igual pongo otra foto del Buda por fuera para que se vea.
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Viajando a Atenas
En años pasados el aeropuerto de Eindhoven ha estado en el epicentro de la mayor parte de mis escapadas pero este año parece que lo visito poco y la culpa seguramente la tiene Ryanair, que no ha añadido nuevos y excitantes destinos e incluso mis viajes a Gran Canaria resultaron más baratos con otras aerolíneas y desde otros aeropuertos. Para este tramo final de escapadas del 2016, elegí el aeropuerto de Eindhoven como el punto de partida hacia Atenas con Transavia un viernes y regresando el domingo a Amsterdam. Cuando uno observa y conoce sus aerolíneas, se da cuenta que el mismo día, el mismo avión, con dos tripulaciones distintas sale como a las siete de la mañana desde Amsterdam a Atenas, desde allí vuela hasta Eindhoven, aeropuerto desde el que vuela a las tres y cuarto de la tarde de regreso a Atenas y finalmente el avión vuelve a su casa en Amsterdam y está allí sobre las once. Como Transavia te permite combinar segmentos con diferentes aeropuertos, en vez de pegarme la noche sin dormir y reventarme para estar en el aeropuerto de Amsterdam a las cinco de la mañana, elegí salir de Eindhoven y regresar a Amsterdam para tener un montón de horas más en Atenas el domingo por la tarde. El vuelo lo compré a precio de pura risa cuando hicieron sus ofertas de otoño. Comencé el día trabajando desde casa durante medio día y sobre las once y algo de la mañana me iba en bicicleta a la estación central de Utrecht, desde allí tomé el Intercity a Eindhoven y después la guagua al aeropuerto. En el camino me compré algo para almorzar y también algo para tener un poco de comida en mi keli griega. El avión salió por la mañana en hora y regresaba en hora con lo que no esperaba retraso alguno y efectivamente, a la hora indicada se procedía al embarque. Debería haber hecho la foto que no hice porque han puesto un sistema automático para pasar el control de la tarjeta de embarque, con puertas con escáners para los códigos de barra y el sistema funciona, salvo con los acarajotados y totorotas que van en manada y uno lleva todas las tarjetas y ahora se ven que solo puede pasar una persona a la vez. En mi caso y dado mi minúsculo coeficiente intelectual, estaba el primero en la cola y sus movidas me pillaron esperando por ellos en el avión. Elegí asiento en ventana para poder hacer algún vídeo y así fue, espectacular vídeo yendo hacia el lado opuesto de la pista de despegue y aterrizaje y despegando con una vista del aeropuerto y de la ciudad de Eindhoven a lo lejos. El vuelo fue sin incidencias y al aterrizar seguí a la tropa en dirección a la estación de metro/tren, me compré un billete de tres días con trayecto al aeropuerto incluído y pillé el metro de la línea 3, que es el que para allí y que me llevaba tras creo que dieciséis paradas hasta la estación de Monastiráki que está a unos cien metros del Attalos Hotel, que fue el que reservé. En el metro noté algo extraño. Todo el mundo agarraba sus mochilas y bolsos con saña, los llevaban pegados al cuerpo y no dejaban nada a su alrededor sin contacto físico. Me hizo sentir inseguro, cuando los locales están tan obsesionados conque alguien te puede robar seguramente es porque hay gente robando por allí. Al salir del metro en Monastiráki aquello era la zona cero de los turistas y en alto se podía ver la Acrópolis. Me acerqué al hotel, me asignaron mi habitación y lo primerísimo que hice fue subir a la azotea/terraza/bar del hotel para ver la Acrópolis y hacerle fotos iluminada. El teléfono odia este tipo de imágenes pero aún así lo obligué a capturar una:
Después salí a la calle para husmear en la barriada y cené en el Thanasis un plato de kebab, tal que así:
Ese día no daba para mucho más y como al día siguiente no me quería hacer un Virtuditas y tenía pensado lanzarme a la calle, opté por retirarme a mi habitación. Hay un vídeo tanto con el despegue como con un poquito de la vista de la Acrópolis desde el hotel. Está acompañado de la canción March of the Resistance de John Williams y que forma parte de la banda sonora de la película Star Wars: El despertar de la fuerza – Star Wars: The Force Awakens. El vídeo está AQUÍ:
El relato continúa en El día que visité la Acrópolis de Atenas