La foto de hoy tiene su historia dramática. Inicialmente, era la que debería aparecer hoy, después de regresar de vacaciones y no me había preocupado en escribir la anotación. Después de darme el curro y escribir todas y cada una de las anotaciones con fotos, descubrí que algo sucedió el 27 de abril y se me pasó, así que esta foto se convirtió en un anticipo de algo que estaba por venir y que eran las fotos de San Frediano. Después resultó que a Genín le entró un antojo por ver la Torre Guinigi, desde lo alto de la cual hice varias fotos y al empotrar la única foto que tengo en la que se ve dicha torre, cambié la foto de ese día para el lugar en el que estaba previsto que apareciera ésta y el resultado final fue que la foto de hoy, una vista general, regresó al punto en la serie en el que debería haber salido. Esta imagen está hecha desde la muralla de la ciudad de Lucca mirando hacia la parte trasera de la basilica di San Frediano. Los jardines que se ven en la imagen son del Palazzo Pfanner, el cual se podía visitar pero fue uno que opté por pasar.
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Excursión a la isla de Kangbangyo
El relato comenzó en Cruzando China camino de Manila
Una de las peculiaridades que tiene Siargao es que la mayor parte de la gente que viene aquí a hacer turismo, son surferos y solo les interesa un lugar llamado Cloud 9 y la ola que allí existe. Viven para la ola, cabalgarla todo lo que puedan y por la tarde, ir a bares a beber y fardar con sus colegas de lo buenos que son y bla bla bla. Eso hace que el resto, aquellos a los que el surf nos la trae totalmente al fresco, seamos una minoría y no hay muchas cosas organizadas para hacer turismo. El sistema se ha adaptado y ahora, la gente en los complejos cuando quiere hacer algo lo informa a la recepción y ellos avisan a los otros interesados para unirse y así ahorrar algo de pasta. Yo desde que entré le dije a la pava de la recepción que me apunto a todo, todo, todo, que no deje de avisarme y así está mañana a las siete de la mañana me dijeron que un grupo de cinco dan esas iba a ir a la isla de Kangbangyo y que me podía unir a ellas. A mí esa raza me da un poco de grima porque mi jefa es de ese país y es más rara que encontrarse un país llamado truscoluña, que obviamente jamás ha existido. Aún así dije que sí y a las nueve todos estábamos listos para salir. Antes que alguno que yo me sé se empiece a hacer las pajillas pensando en cinco diosas nórdicas, decir que dos son obesas, una, fea de más de un vicio, la cuarta tenía la cara con decenas de granos en erupción y que amenazaban con cubrirnos de pus a todos y la última la hicieron como con una tabla y es así de plana por delante y por detrás y así de tiesa también. Yo iba de copiloto en la furgoneta y ellas iban en los asientos traseros. Recorrimos gran parte de la isla para ir a Del Carmen, lugar al que me da la impresión que se le cayó el virgen del nombre, o como lo escriben por aquí, Birgen. Tardamos casi una hora en llegara a ese sitio pese a que no eran más de veintisiete kilómetros, pero eso os puede dar una idea de la emoción tan grande que le tiene que entrar a un filipino cuando viaja a Europa y por primera vez en su vida, va a ciento veinte kilómetros por hora o más en una autopista. En el poblacho, hay un centro para la recepción a los turistas ya que es además el punto de entrada al manglar más grande que existe en las Filipinas y uno de los más grandes de Asia y del universo conocido y por conocer. Nuestra excursión contaba con dos pagos separados, uno por la furgoneta y otro por el barco. Allí apañamos el barco que llevaba cuatro chamos de tripulación, uno sentado delante, uno pilotando y los otros dos para mí que eran tertulianos porque no dieron un puto palo al agua en todo el día. Antes de salir nos teníamos que apuntar en una lista con las nacionalidades y vi que alguien había puesto que la suya era truscolán. La taché y le puse, jódete cabrón porque eres españó y me quedé tan ancho. El viaje es increíble. Primero vamos por el manglar, en el cual también tienen cocodrilos que me preguntaron por su gran amiga Virtuditas y después salimos un poco a mar abierto hasta llegar a la isla e Kangbangyo y entrar como por un canal que se transforma en un camino que nos lleva al centro de la isla, en donde hay un lago que mezcla el agua dulce con la salada. El sitio es fantástico, verde, verde, verde y más verde. El lago es cristalino a más no poder y han hecho una construcción en el medio y desde allí te puedes lanzar para explorarlo con las gafas y el tubo. El sitio estaba petadísimo de gente. Éramos los seis que vinimos y nadie más. Una auténtica maravilla y está ahí solo para los pocos privilegiados que la visitamos. Pasamos varias horas en aquel lugar y como llevábamos nuestros almuerzos, nos los comimos allí. La marea estaba bajando y para cuando salimos de vuelta, había lugares en los que la barca tenía que parar el motor y tenían que remar para pasar. Antes de llegar al mar hay una zona con poquísimo fondo y llena, pero lo que se dice llena, de estrellas de mar. Cientos y cientos, enormes. Después vimos un pequeño islote en el que vive una familia. Tienen luz eléctrica pero allí no llega ni de copa la señal de teléfono, con lo que su vida de ser muy aburrida sin nuestra amada pornografía por internet y las páginas de noticias. Como pasábamos despacio le pude hacer varias fotos a la isla y algunos privilegiados hasta la han visto. Después seguimos a todo meter y aún así, el regreso nos tomó casi cincuenta minutos hasta Del Carmen. Allí nos esperaba el conductor de la furgoneta para llevarnos de vuelta. En la carretera, pasamos junto al aeropuerto y aproveché para echarle un vistazo ya que volaré desde allí cuando regrese. El edificio de la terminal es más pequeño que la Keli de mi amigo el Rubio. Creo que hay un solo vuelo al día.
Cuando regresamos al complejo, agarré la toballa, el teléfono y los auriculares y me piré a la piscina a escuchar un audiolibro y bañarme y acabar la tarde. Después salí a cenar y me volví a cruzar con las danesas, que eligieron le mismo restaurante. Para mañana, en el momento en el que escribo esto, aún no tengo ni idea de cuál será el plan.
El relato continúa en De gira por la isla de Siargao
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Interior de la basilica di San Frediano
En la foto de hoy vemos la nave central de la Basilica di San Frediano. En el interior hay bastante mármol, unas columnas enormes con capiteles de estilos romano y romanesco que se reciclaron de edificios de la época romana. Por detrás de mi había una enorme pila bautismal que veremos en otra foto. Al parecer, los restos del santo que le da nombre a la basílica están bajo el altar, con lo que el colega al menos escapó del escarnio público de la momia o los huesos.
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Desde Surigao a Siargao de chiripa milagrosa
El relato comenzó en Cruzando China camino de Manila
Una nota anecdótica y fuera del relato. Para cuando aparezca esto público es más que probable que yo esté sobre volando el cielo de China y regresando a Europa. Por supuesto, la magia de la programación hace que haya escrito este relato exactamente siete días antes.
Surigao es como una ciudad del lejano oeste por la que uno va de pasada. Me quedé en un hotel enorme y aún así, por la mañana, a las siete en punto que era cuando comenzaban a dar los desayunos, no había nadie en el restaurante. Creo que este es el primer sitio en estas vacaciones en el que el desayuno está incluido en la habitación. Después de papear, fui a un centro comercial que hay a unos ochocientos metros para probar a sacar dinero de los cajeros automáticos, ya que los dos que hay junto al hotel no aceptaron ni la Maestro ni la MasterCard. Hace un año no fue tan mal como en esta ocasión. Salvo por la primera vez, el resto de veces he probado una cantidad increíble de cajeros y al final solo la MasterCard funcionó. Hoy volvió a suceder lo mismo y espero que esta sea la última vez que saco dinero en el país. En teoría hay varios ferries a Siargao y yo elegí ir en el de las once de la mañana porque no me apetecía pegarme el madrugón. Sobre las diez menos diez me llevaron al puerto en una furgoneta del hotel y allí, cuando me acerco a las taquillas, resulta que por las elecciones solo hay un barco, a las doce de la mañana y además el más lento. Como no había alternativa, compré el billete, pagué la tasa del puerto y entré a la sala de espera. Un chamo nos dijo a todos que ya podíamos subir al barco, aunque faltaban dos horas para salir así que hacía allí nos encaminamos para pillar un buen sitio. Esta es la primera vez que hay barco en día de elecciones y los locales no se lo podían creer. Lo de las elecciones en este país es rarísimo. El gobierno decreta la prohibición de venta de alcohol y muchísimos comercios cierran. Tampoco existe el voto por correo y solo puedes votar en el lugar en el que te inscribieron tus padres al nacer o algo parecido. Nos pasamos dos horas en el barco, que se llenó al completo y mayormente de Filipinos, ya que los extranjeros éramos cinco, lo cual os da una idea de lo poco turístico que es el sitio al que he venido. El barco salió solo con quince minutos de retraso y las siguientes tres horas, cruzando los dedos de los pies para que no se hunda ya que no tenía pinta de estar en muy buenas condiciones. En la cubierta en la que yo estaba sentado había una pareja joven con un bebé y cada vez que lloraba, le daban unos meneos terribles para adormilarlo. El chiquillo acabará con lesiones de columna como le hagan eso normalmente. Si lo ve mi amigo el Rubio le da un pasmo. Él que cogía a sus hijos como si fueran de cristal de copa buena y aquella filipina le metía el turbo y lo agitaba como si estuviera montando nata. Cuando nos aproximábamos a puerto, la gente comenzó a ponerse nerviosa y a enfilar las salidas. Según atracamos y salieron los camiones, dejaron salir a los pasajeros y comenzó la desbandada. En la puerta, todos te gritan para que los elijas como transportista oficial y al final pillé a uno con moto a la que le ha añadido una estructura con un toldo para protegerte del sol y la lluvia y con ese fue con el que fui al complejo en el que me quedo, Cherinicole Beach Resort, que escogí porque tiene playa piscina. Vine llegando pasadas las cuatro de la tarde y solo tuve tiempo de darme un baño en la piscina, hacer unas pocas fotos en la playa y buscar un sitio para cenar. Al menos, ya estoy en Siargao.
El relato continúa en Excursión a la isla de Kangbangyo