Vietnam está petado de bicicletas y cuando estuve allí, eran motivo frecuente de mi interés fotográfico. Por todo el país vi diferentes usos y aluciné con situaciones como la que tenemos hoy, que aunque recuerdo de notarla en diferentes lugares, siempre me era imposible hacerles foto y al final los pillé desde una furgoneta cuando iba a la bahía de Ha-Long. En Europa, cuando llevas a alguien de paquete, se te encula en la parte de atrás de la bicicleta y tú tienes que hacer el esfuerzo sobrehumano para mover no solo tus chichas, sino las del prójimo. En Holanda, según tenga tiburón o almejillón, se sientan de diferente forma en la bici y la única concesión que hacen al conductor es que en los semáforos se bajan y saltan a la bicicleta cuando la tienes en marcha para que ya tengas algo de inercia. En Vietnam el sistema es distinto. Hay que mirar con atención las piernas de la gente en la bicicleta más al frente. Colocan los pies en los pedales de tal forma que tanto el conductor como el pasajero están pedaleando, era una cosa flipante. Aunque no lo podemos ver, en la bicicleta que está al lado también lo hacían y una que se ve más adelante era otro ejemplo. Lo de hacer que el pasajero colabore en el esfuerzo es algo que igual deberíamos copiar por aquí. En mis pocas experiencias llevando un pasajero, rikitiki, uno que comentaba en la prehistoria, se me cayó de la bicicleta y se dio un culazo del copón. Yo creo que saltó pero él no lo reconoció y me acusó a mi, que pedaleaba con alegría. También mi madre, llevándola de paquete en Hoge Veluwe, se tiró de la bicicleta porque le daba miedo. En el resto de ocasiones, es mucho el sufrimiento pero se lleva sin dignidad. En mi caso, aquellos más curiosos seguro que encuentran el relato en el que mi amigo el Rubio me llevó encaramado al volante de su bicicleta con ambos borrachos y yo hasta hice fotos de ambos con mi antigua Canon Powershot G2 y me di incluso el lujo de desmayarme. En otras ocasiones el Moreno me ha llevado de paquete en su bicicleta en Hilversum pero chico, cuando vas sentado detrás, los hierros te destrozan el trasero.
Mencionar también los detallitos del gorro verde y el rosado. Ni en carnavales me pondría yo una cosa así.
Revisando las fotos que he elegido para esta pequeña serie he notado que no hay una sola imagen en la que se vea un islote. Siempre aparecen otros de fondo y en la única ocasión que logré lo más parecido a un retrato, tengo dos islotes en esa foto. En este caso resulta difícil calcular pero parece que hay unos seis islotes en la imagen y algunos barquillos de pescadores que pasaban por allí. La mayor parte de esos islotes no están habitados y en algunos hay playas que usan algunos barcos durante unas horas pero que por la tarde se vacían de gente.
Hay veces en las que alguna palabra desaparece de mi tremendo cabezón por falta de uso y cuando la encuentro tras buscarla durante minutos, horas o días, procuro grabarla a fuego para no olvidarla. Es el caso de reabastecer, palabra que ha estado tan escondida en mi cabeza que he tardado casi cuatro días en encontrarla y después me quedó la duda de su existencia porque no estaba en el RAE, aunque por suerte es una palabra derivada y sabía que de existir la original, la hija se podía construir sin miedo. Cuando pensaba en reabastecer no llegaba más allá de rellenar, que también puede definir perfectamente lo que he hecho este fin de semana. Tras un par de meses vaciando el congelador y comiéndome todo lo que estaba en el mismo desde la última Edad de hielo, decidí comenzar a reabastecer mi despensa y rellenarla con cosillas cocinadas para así tener una dieta variada. El fin de semana se presentaba más que perfecto porque me habían invitado a dos cumpleaños y me excusé en cada uno de ellos con el otro para así no aparecer ya que el mayor castigo que te puede caer en este mundo es que te salga un familiar o pariente truscolán o te inviten a un cumpleaños holandés, eventos con menos alegría que los velorios en España. Desde el jueves había planeado más o menos lo que quería hacer, tenía mi lista de la compra, había revisado mi despensa para confirmar ingredientes y así el sábado, tras el homenaje de chocolate con Churros me acerqué al supermercado, compré los elementos perdidos y por la tarde después de regresar a casa tras ir al cine, me puse manos a la obra con dos de las cosillas.
En realidad comencé a hacer los Bollos de miel y yogur antes de ir al cine y dejé la masa macerando en la nevera. Quería tener panecillos congelados para esos días en los que el plato se presta a mojar miga ya que no suelo comprar pan. Hice unos quince, me comí algunos y el resto los congelé en bolsitas con dos de ellos.
Después de regresar a casa con los dos últimos ingredientes, hice Lumpiang Shanghai o Rollitos de primavera estilo Filipino, los cuales saqué de uno de mis blogs favoritos de comida asiática y que sigo con atención. Además, es una tailandesa que vive en España y es un privilegio tener las recetas en español, con sus vídeos y muy bien explicadas. Hice diez, me comí cuatro y congelé el resto para otras ocasiones y la próxima vez (y repetiré) creo que prepararé treinta o cuarenta y así mantengo una cantidad suficiente para sobrevivir un tiempo. Son fáciles de hacer y están deliciosos. Era una de esas cosas que en las Filipinas, el año pasado, si veía en los restaurantes la pedía como entrante y que volveré a comer allí cuando vaya en algo más de un mes.
Ahí lo dejé el sábado y el domingo tras el desayuno de campeones con unos Pannenkoeken hechos con harina integral que estaban del quince, me puse a cocinar.
Por la mañana me centré en hacer wontón para comerlo en sopas. Siempre me da pereza hacer esta receta porque se tarda un tiempo en ir poniendo la carne en la masa y doblar y aún más tiempo cuando como yo, incremento las cantidades para conseguir más wontón. El resultado fueron ocho porciones con ocho unidades en cada una.
Mientras se enfriaban en el congelador para poder ponerlos en sus bolsitas, hice la masa de unas Croquetas dejando la sartén en el jardín para que se enfriara y endureciera, un privilegio de tener en la calle cinco grados que hay que aprovechar mientras se pueda. Por supuesto, sellé con plástico la parte superior de la sartén, le puse una tapa y lo cubrí todo con un paño por si algún pájaro sentía curiosidad.
Antes de salir para el cine, preparé la masa para unas Albóndigas suecas y las freí en mantequilla, dejando el acabado de la receta para la cena.
Al volver del cine, la textura de la masa de las Croquetas era perfecta y en un rato largo, preparé cuarenta, que terminé agrupando en cinco porciones de seis unidades y dos porciones con cinco. Es un trabajo tedioso, primero creando las croquetas (o la cantidad que quieres que tenga cada una) y después pasando por harina, dándoles forma, luego por huevo y finalmente por pan rallado.
No freí ninguna de las croquetas ya que las quería para aprovisionar y mi atención regresó a las Albóndigas suecas. Hice la salsa, acabé el plato y esa fue mi cena. Después, con las que sobraron, las dividí en cuatro porciones y junto con las albóndigas, congelé una cuarta parte de la salsa en bolsitas de plástico para tener unas cenas en el futuro. El objetivo del fin de semana, el reabastecimiento fue un éxito completo. Tengo seis bolsitas con Bollos de miel y yogur, dos con tres rollitos de primavera estilo filipino cada una, ocho porciones de wontón para hacer sopa, cuatro porciones de Albóndigas suecas con su salsita y ocho porciones de Croquetas de taquitos de jamón serrano y puerro. Mi congelador vuelve a ser un lugar lleno de cosas deliciosas que da gusto mirar y los cruasanes ya no están solos.
Lo he dicho un montón de veces y lo vuelvo a repetir. Mi mundo lo mueve fundamentalmente la comida, no esa que compras en un supermercado y lanzas dentro del microondas para calentar sino aquella que creo con mis manos y mi esfuerzo, mientras escucho un audiolibro y tarareo una canción.
La cantidad de islotes que hay en la bahía de Ha-Long ronda los dos mil y en la zona visitada por los turistas hay casi ochocientos, con lo que continuamente estás pasando junto a islotes, todos distintos aunque similares. Aunque los truscolanes seguro que se jactan de haber sido ellos los que crearon esa maravilla de la naturaleza, la formación ha tomado unos quinientos millones de años y puedo confirmar y confirmo que truscoluña no era nación ni en esa época ni hoy en día. Las construcciones cársticas tan características y el clima tropical han hecho que allí existan varias especies de plantas y animales únicas a la zona.
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