Llegar a Kbal Spean es toda una aventura ya que está a quince kilómetros de la zona de los templos y somos cuatro pelagatos los que nos molestamos en ir. Además, al llegar a la zona tienes que ascender por la montaña tú solo, aunque yo encontré un guía local que por dos dólares me lo indicó todo. El lugar es una serie de piscinas con frescos tallados en las rocas y se le conoce como el río de las mil Lingas. En la época en la que yo fui es la temporada seca y no había demasiada agua pero un par de meses más tarde la foto habría sido de unas cascadas y agua por un tubo recorriendo un montón de piscinas con representaciones de Shiva, Vishnu, Brama, Rama y demás amigos, aparte de animales mitológicos. Mereció la pena el esfuerzo y la aventura en solitario por la jungla, ya que hasta que encontré el guía avanzaba por el típico camino en el que te cruzas con todo tipo de insectos del tamaño de mandarinas y alguna serpiente despistada.
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El Mebon oriental
El templo del Mebon Oriental está construido en forma de terrazas que se apilan unas sobre otras como formando una pirámide. En la parte superior hay cinco torres, de las que podemos ver varias en la foto de hoy. El agua que rodeaba la isla en la que está el templo era de dos kilómetros de ancho por siete de largo y el agua la recibía del río Siem Reap, que seguro que en aquella época se llamaba de otra forma. Hoy en dia está rodeado de arrozales. La configuración de los cinco templos es como la de los cinco puntos en un dado y cada torre representa una de las cinco cimas del mítico Monte Meru.
Los templos se conservan muy bien y es un placer pasear por ellos. Los elefantes, como el que vimos ayer, se usaban como protección contra vete a saber qué. Además de los elefantes había varias estátuas de leones. Las cinco torres se construyeron en ladrillos y tienen falsas puertas hechas de arena. Las paredes de las torres estaban también muy decoradas. Este templo también forma parte del Gran Circuito y por lo tanto recibe muchísimos menos visitantes. A la hora en la que lo visité el sol estaba en el lugar preciso y pude conseguir unos cielos espectaculares.
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El tuk-tuk de Mr. Bun
Lo he nombrado en un montón de ocasiones pero hasta ahora no había puesto ninguna foto del tuk-tuk de Mister Bun, el vehículo que durante los cuatro días que estuve en la zona de Angkor Wat se convirtió en mi medio de transporte. En ese pedazo de carroza me llevaba Mr. Bun de un lado para otro y en una ocasión que nos pilló un chubasco, Mr. Bun se sacó un megacondón de la manga y me plastificó todos los laterales para que no me mojara pese a mis protestas, que de siempre se ha dicho que a pelo es mejor. En esas carreteras tan bien asfaltadas, el tuk-tuk salta y bota que no veas, lo cual le da algo más de gracia a la aventura. Creo recordar que cuando estuve por allí, las tarifas eran de unos quince dólares al día por básicamente doce horas de vehículo con conductor, lo cual, lo mires como lo mires, es una ganga. Al final, el cuarto día acabamos por la tarde y tuve que convencer al hombre para que se marchara a su casa porque iba a pasar la tarde en la piscina del hotel tocándome los mondongos para ver si me crecen. He tenido un montón de guías y conductores por toda Asia, unos mejores que otros, pero con mucha diferencia, el mejor ha sido Mr. Bun.
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Elefante en el Mebon oriental
El Mebon oriental es un templo del siglo X (equis), que creo que se coloca en cabeza en cuanto a edad de los que hemos visto hasta ahora. Se construyó en el reinado de Rajendravarman y estaba en una isla artificial en el medio de lo que era una reserva de agua que hoy en día ha desaparecido. Estaba dedicado a la diosa hindú Shiva. En las esquinas de los dos primeras barreras hay unos elefantes de unos dos metros de alto, uno de los cuales vemos en la foto de hoy. A este templo solo se podía llegar mediante barco y la vista desde allí debía ser espectacular, con el agua rodeándolo y unos mosquitos como garbanzos de grandes.