Distorsiones

De nuevo, la naturaleza nos regala estructuras que parecen hechas por julays, con esas líneas rectas tan bien definidas. Aquí se ve que es todo roca, que no hay tierra y no hay plantas, por más que haya una abundancia de agua. El mar por esta zona pega con una saña que no vea, recuerda a las costas del norte de Galicia. Al parecer en los poblachos cercanos a la zona hay mucha tradición de música tradicional irlandesa. En el sitio en el que hice la foto, de cuando en cuando una ola golpeaba con saña las rocas y se formaba una nube que si te pillaba, te bañaba en salitre.

No muy lejos de los acantilados de Moher tenemos el parque nacional del Burren, con formaciones kársticas y también con una costa muy bonita. La zona es bastante árida ya que entre las rocas crece muy poco, aunque habían grietas llenas de vegetación en su interior. Todo lo que vemos está compuesto de piedras calizas atravezadas por grietas que ellos llaman grikes y las rocas aisladas, que por aquí no se ven, son los clints. El lugar es árido e inhóspito, que para Irlanda, un país mayormente verde y con mucha lluvia, es algo fascinante.

Nos despedimos de los acantilados de Moher con esta imagen de lo que pudo haber sido y no fue. Supuestamente, en un día sin bruma, hay casi doscientos metros de caída vertical por ahí y con suerte hasta se puede ver al fondo los cuerpitos de los bosmongolos que se han caído y las gaviotas arrancándoles los ojos para comérselos, como tapitas. En mi caso, la foto quedó más abstracta y vemos unos metros de acantilado y una bruma que lo cubre todo y que no deja ver nada. Me quedaron ganas de regresar al lugar en otra ocasión, pero casi que me quedo a dormir en la zona por si hay un mal día, que lo de las excursiones en guagua tiene sus limitaciones, que teníamos que seguir un programa muy bien calculado.