Una de las transformaciones que sufrí a lo largo del año 2009 fue un cambio de paradigma en lo respecto a la música. Yo ya perdí gran parte del interés por buscar y almacenar todo tipo de música que no escucharé jamás. Con la cantidad de Podcast de la BBC y de cine que sigo y los audiolibros que escucho, me queda muy poco tiempo para oír algo de música y casi siempre prefiero que sea aquella que ya conozco. Aún así, hasta 2009 he seguido comprando álbumes por inercia de aquellos grupos o cantantes que me han gustado de siempre. De ser posible no lo hago en España porque en lo relativo a la música es el país de los ladrones.
El cambio vino al darme cuenta que estaba comprando música que después no escucho. La primera vez que me di cuenta que algo iba mal fue en el 2008 cuando me compré el Bring Ya to the Brink de Cindy Lauper. Fue en la semana en que salió a la venta, en Nueva York. Me lo traje a Holanda tan contento, lo añadí a mi iTunes, lo escuché una vez y pasó al olvido. Ese mismo año, más adelante compré lo nuevo de Keane, Perfect Symmetry
y también lo escuché una vez antes de aparcarlo. Durante el 2009 le sucedió lo mismo al Absolutamente
de Fangoria y al Y.
de Bebe, los cuales además compré en España y me costaron una pasta gansa ya que allí al parecer el concepto de álbum por menos de 10 euros aún no ha llegado. Estas navidades les di una nueva oportunidad a estos dos últimos y en realidad me gustan dos canciones del Absolutamente
y una del Y.
. El resto lo pagué pero no lo usaré.
Según vi que en realidad tiraba el dinero para adquirir un producto que no quería, opté por la solución más limpia y al mismo tiempo económica. De cuando en cuando se cruza en mi camino una canción que desde la primera vez que la escucho me marca y lo que hago es usar el Shazam que va conmigo siempre en mi iPhone para averiguar el nombre de la misma y el autor y después la busco y la compro en iTunes, gastándome menos de un euro y consiguiendo aquello que quiero sin más problemas. En total y de esta forma me gasté la friolera cantidad de 4 euros y conseguí música que he escuchado hasta hartarme.
La primera de las canciones que llegaron a mi biblioteca fue el Bad Things de Jace Everett, la canción que sirve de sintonía inicial a True Blood. Otro día, en un episodio de la serie The Vampire Diaries hubo una canción que me atrapó inmediatamente. Se trata del Down de Jason Walker. El contador de reproducciones está a punto de llegar al centenar y sigue gustándome tanto como el primer día.
Hace un par de meses estaba en el cine y en uno de los trailers pusieron una canción preciosa. Gracias al Shazam averigué que se trataba de Never Say Never del grupo The Fray y a los pocos minutos ya estaba en mi iPhone gracias a la magia del simple y eficiente sistema de compra creado por apple. La más reciente de las adquisiciones llegó a mis oídos en un pub en Amsterdam, tomando unas cervezas con mi amigo el Niño. De nuevo eché mano del socorrido Shazam para averiguar que se trataba de la canción Find The Time del grupo Get Cape. Wear Cape. Fly. En el pasado me habría gastado un montón de dinero más para adquirir álbumes completos que ni siquiera sé si me van a gustar. Esta claro que los grandes perjudicados son los artistas. Antes solo tenían que hacer un par de canciones buenas y rellenar el resto del disco con productos mediocres que consumíamos porque no nos quedaba otra y ahora vamos directamente al caviar y dejamos en el plato los refritos y esos fritangos con los que tratan de justificar su trabajo.
El mérito de todo esto lo tiene iTunes. Cuando algún comemierda vomita sandeces sobre el universo creado por iTunes y lo cautivos que estamos y toda esa aburrida retahíla de estupideces, esa persona seguramente no sabe que lo que realmente le da valor a un ordenador Mac, a un iPod o a un iPhone es el pegamento que lo une todo y lo conecta con el exterior. iTunes es la clave, convierte el proceso de comprar música en algo simple y elegante, tan sencillo como hacer clic en aquello que quieres.
La culpa de que yo no practique el deporte de hacer clic en el iTunes más a menudo y me compre música la tienen los artistas. No sé lo que ha sucedido pero en los últimos años parece que se acabó la calidad. Salvo por un par de grupos, no hay nada interesante. Es triste pero cierto. En las rarísimas ocasiones en que escucho la radio busco emisoras de éxitos de los ochenta y los noventa y por lo que veo en la prensa, los programas más populares en la tele son aquellos en los que un puñado de Wannabe hacen karaoke mientras sus madres lloran y gritan para salir en la tele y una vez ganan el concurso y sacan su álbum todo el mundo los olvida.
Paradójicamente, cuando menos música estoy comprando más dinero me gasto en la misma. En el 2009 estuve en el concierto inaugural de la gira de U2 y en un concierto alucinante de Coldplay y en ambos me dejé una pasta. De U2 tuvimos que sufrir las cinco primeras canciones que eran de su nuevo disco para llegar a lo que todos queríamos, que no es otra cosa que sus viejos éxitos. Supongo que ese es el camino a seguir para los artistas. Carretera y manta, que se dice ??