Cuando Tim O’Reilly re-descubrió el concepto de Web 2.0 y lo usó en el año 2004, un montón de gente saltó en ese carro y particularmente entre bitacoreros y otros pseudo-entendidos se dedicaron a ensalzarlo como una revolución dentro de Internet y el mundillo tecnológico. Al parecer, ninguna de esas personas sabe que una revolución es un cambio radical respecto al pasado inmediato y lo de las aplicaciones 2.0 si hay algo que no tiene es lo de revolucionario ya que se han construido sobre la tecnología actual, sin aportar nada nuevo, sin sorprender de ninguna forma o manera y simplemente centrándose en la vena verdulera de la gente para sacarle partido y explotarla tanto como se puede.
La verdad es que me da un poco de asco cuando leo a alguien ensalzando lo dospuntocerista que es porque usa el tuiter o el feisbuc y te miran como si no fueras nadie por haber elegido no estar ahí. Sobre tuiter, ese servicio para mongolos que te acosan veinte veces al día informándote de lo que hacen desde la mañana hasta por la noche solo se puede decir que en él la estupidez y la gilipollez campan a sus anchas. Es denigrante que esas personas no se den cuenta que informarte de que se van al baño, salen del baño, se ponen la ropa, miran la tele, van a la cocina, vuelven de la cocina y así hasta el infinito no es que no sea revolucionario, es patético. No sólo te informan de lo mierdosa y aburrida que es su vida, además pretenden que la sigas como si se tratara del advenimiento del Mesías o del evento del año y no descansan hasta que te han convencido para que te apuntes al sistema y te conviertas en uno de sus seguidores. Los pobres están tan necesitados de atención social que ni se inmutan cuando leen que el cuarenta por ciento de la gente que abre cuenta en ese lugar la abandona inmediatamente, una tasa altísima para un servicio que pretende ser vital en nuestras vidas. Muchos de los más activos en ese mundillo del intercambio verdulero se dedican a criticar los programas televisivos de carnaza y poco menos que se les sale el culo pa’fuera del esfuerzo tan grande que hacen para convencer a sus seguidores de lo insulsos y estúpidos que son esos programas y lo rastreros que pueden ser e inmediatamente después informan a su tropa de su inminente desplazamiento al retrete para jiñar y más tarde del éxito de su misión. Yo ya he superado mi capacidad para sorprenderme y por suerte parece que he elegido bien mis amistades ya que no tengo un solo amigo en el tuiter o al menos que lo reconozca públicamente.
El otro sub-mundillo dospuntocerista es el del feisbuc, el lugar que te ayuda a comunicar y compartir tu vida con las personas que conoces. En este la gente pone su nombre auténtico, todos sus datos y por dejadez, estupidez e ignorancia no protegen adecuadamente esa información esencial sin valorar los riesgos. Este verano en los Países Bajos los ladrones de viviendas han cambiado la clásica tarea de apatrullar el barrio buscando casas cerradas por la de mirar el perfil de la gente en feisbuc y asaltar las casas de los que han puesto en su estado que se van de vacaciones y la duración de las mismas. Esas mismas personas tienen un perfil de soplapollas que invitan a todo kiski a ser parte de la gente que tiene que saber de su vida y que además permiten que otros vean lo interesante que es. Mirando el perfil en feisbuc de cualquiera de esas personas te puedes hacer una idea muy clara sobre sus gustos y aficiones e incluso sus pseudo-amistades, ya que entre cientos uno no puede saber quienes son realmente amigos y quienes son un mero bulto para engordar tu grupo e impresionar al resto con tus tasas de popularidad. Dentro de feisbuc se estila el buscar a la gente a la que le perdiste el rastro hace décadas para recuperar el contacto, algo que se limita a ponerlos en tu grupo de amigos y en ocasiones llegar a verlos y descubrir que tenías toda la razón del mundo al dejar de tratar a esas personas tiempo atrás, teniendo un buen ejemplo de esto último en Melancolía de mujeres analógicas del gran Orsai. Mi amiga Waiting también tuvo su ración en Existo o no existo. Visto el mundillo dospuntocerista yo soy un bicho raro al que no le interesa remover el pasado ya que no añoro a la gente que deseché en su momento por alguna razón o puro desinterés y no siento que mi vida está incompleta si esas personas no saben de la misma. Tampoco tengo necesidad alguna de poner en la red toda mi información personal al alcance de cualquiera y de compartir mi vida en un perfil. Me gusta descubrir a la gente, con sus lados bueno y malo gracias al trato directo, al cara a cara, sentados en un café junto a los canales o tomando una cerveza en una terraza. Por suerte tengo una vida interesante y no necesito engancharme a los culebrones de otros, de la misma forma que no veo ese tipo de programas en televisión (o más bien no veo televisión en absoluto). El proceso de selección natural parece darme la razón en esto y casi todos mis amigos no tienen cuenta en estos lugares o de tenerla, la abandonaron al poco de crearla por no verle interés alguno a lo que allí se ofrecía y son más bien gente que viaja mucho, absorbe otras culturas y les gusta quedar para disfrutar con una buena cena, una noche de copas o una sesión en el cine, más o menos lo que se hacía en la antigüedad, antes de convertirte en esclavo de tu estado y pasarte el día pegado a un ordenador esperando que alguien lo actualice.
¿Me estoy quedando atrás? No lo creo. Para mí la revolución es el llevar cuatro años conectado permanentemente a la red gracias a mi teléfono, el tener un dispositivo de última generación con el que compruebo mi correo, miro el horario de trenes y autobuses, la previsión meteorológica con una precisión de cinco minutos, juego, escucho música, voy al supermercado y dentro de ese iPhone llevo la lista de la compra, hago llamadas usando proveedores SIP pagando una porquería, veo los trailers de las películas que están en cartelera y reservo entradas para el cine y todo eso en mi palma de la mano. La revolución es no haber visitado mi banco en los últimos cinco años porque todo mi trato con ellos es a través de su página web, la revolución es realizar todas mis compras online, pagando de forma segura a través de un sistema llamado iDeal, instantáneo y sin riesgos. Para mí la revolución es no haber visitado una agencia de viajes desde el año 2000 y sin embargo haber viajado por todo el mundo con los mejores precios, me he hospedado en los mejores hoteles y todo eso a precio de ganga. Para mí la revolución es tener cuarenta días laborables de vacaciones al año y dinero suficiente para disfrutarlos viajando.
Tenemos un montón de nuevas tecnologías a nuestro alrededor que nos hacen la vida más fácil o nos ayudan de mil formas distintas. Las redes sociales sin embargo no son nada nuevo, estaban ahí con otros nombres desde siempre y no tienen nada de revolucionarias, son simplemente el camino por el que ha evolucionado el marujismo.