El Kiosco de los Azulejos es un edificio que originalmente formaba parte del palacio de Topkapi y que data del siglo XV. El edificio es una pieza de museo en sí mismo, con unas salas cubiertas por azulejos preciosas. ?nicamente se puede visitar si compráis la entrada para el Museo Arqueológico de Estambul ya que forma parte del complejo de edificios. El edificio tiene forma poligonal y en la actualidad hospeda la colección de arte islámico del museo.
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A veces para encontrar basta con no buscar
Uno de los temas recurrentes en esta bitácora es el de la amistad y aquello que la rodea. Creo que lo he mirado desde tropecientos puntos de vista y aún así todavía me queda mucho por decir al respecto. Aunque prefiero la insubstancialidad y vulgaridad, de cuando en cuando mi cerebro se atasca en algún ciclo de pensamientos relativos al tema y he descubierto que lo mejor para desbloquearlo y pasar página es escribir lo que se me ocurre por aquí.
El gatillo que disparó esta última ronda vino de la mano de un compañero de trabajo que hizo un comentario estúpido sobre mi incapacidad intelectual, algo ni remotamente relacionado con la amistad. Al parecer yo no doy la impresión de ser muy inteligente y todos se preguntan como he llegado hasta aquí. Les expliqué algo que los dejó mudos: durante toda la educación básica yo no tuve otra cosa que sobresalientes y el instituto fue un paseo triunfal que acabó con matrícula de honor. Además, en mi círculo de amistades se encontraban cinco de las seis matrículas de honor que hubo en mi instituto ese año. El último año antes de la universidad me seleccionaron para hacer algún tipo de examen nacional al que iban los mejores, algo que me parecía absurdo y divertido y me planté allí sin ningún tipo de preparación. Acabé el segundo, un papelucho que creo que tiré hace más de diez años porque no le veía valor alguno. Mi nota media final fue tan alta que me permitía la entrada en cualquier carrera de cualquier universidad española y me sobraba casi un punto para regalar si se pudiera. Realmente no creo que eso demuestre nada, solo que quizás puedo afrontar un examen mejor que los demás pero siempre me han tocado los huevos la gente que cree que la inteligencia es lo más importante. Mis compañeros me miraban incrédulos y zanjé la conversación restregándoles que mientras ellos o no fueron a la universidad o como mucho hicieron una carrera, yo tengo dos títulos universitarios y un máster que no sirve para nada pero que puede que adorne el currículo en el hipotético caso de que me decidiera a ponerlo en el mismo. Su interés cambió entonces hacia otro terreno y me preguntaron el por qué hago el trabajo actual y no busco otro en el que seguramente puedo ganar más dinero. Les respondí que por amistad, porque estoy muy cómodo rodeado de amigos y honestamente no necesito ganar más para sentirme mejor.
Y así llegamos a la reflexión que he ido macerando en los últimos días y que se puede concretar en la pregunta ¿cómo hacer amigos? Para mí este ha sido un proceso que ha ido evolucionando a lo largo de mi vida. No recuerdo el criterio que tenía cuando era un chiquillo pero sí que puedo ver el que existía en mi época de bachillerato. Era la inteligencia. Mis amigos eran la élite del instituto, la gente que intelectualmente se podían relacionar conmigo. En aquella época no era consciente de ello pero es lo único que tienen en común todos ellos. El tiempo me ha demostrado que aunque puede ser un criterio para elegir amistades, no parece producir buenos resultados. De aquellos tiempos también me han llegado comentarios de gente que lo intentó y fracasó que parecen indicar mi férreo dominio sobre mi entorno y como bloqueaba a los que no llegaban al nivel que yo imponía. Como digo, no me acuerdo pero debe ser cierto.
Este sistema comenzó a hacer agua en el instante en el que nos repartimos por diferentes facultades y escuelas universitarias. Nuestra amistad se resintió y requería un gran esfuerzo por mi parte el mantener el andamio en pie. En los años siguientes probé multitud de variantes para cimentar amistades. Unas veces era el hecho de estudiar en la misma facultad o ir a clase juntos o vernos en la playa a menudo o el mismo tipo de música. Si ahora que miro hacia atrás veo las amistades de instituto como muy frágiles, las que vinieron después ni os cuento. De todos esos años recuerdo que hubo una sola persona con la que tuve una conexión que podía hacer suponer que iba a funcionar y como no cuadraba con el criterio del momento, la deseché. No puedo saber si estaba equivocado pero tiendo a creer que posiblemente fue un gran error.
Al emigrar tuve que volver a levantar el edificio de las amistades. Por supuesto que tenía amigos pero estaban a miles de kilómetros de distancia. Mi primer criterio en los Países Bajos fue el idioma. Buscaba gente que hablara español y pronto tuve un grupo de amigos. En dos años se descompuso, todos volvieron al país y si te he visto no me acuerdo. En paralelo con ellos comencé a barajar una idea curiosa, dejar que mis instintos me guíen y la brújula apuntaba hacia mi amigo el Rubio. Veníamos de universos distintos, técnicamente teníamos muy poco en común pero de alguna forma, orbitábamos siempre en el mismo espacio. La caída del grupo de los hispanos fue paralela a su ascenso. Después llegaron otros amigos, gente que no tenía nada en común, que a veces venían de un lado y en otras de otro, de diferentes religiones, razas, sexo, edad o condición social pero con las que había algún tipo de conexión que puedo identificar fácilmente. Parece que el sistema funciona en ambos sentidos porque todos esos amigos siguen ahí. Ya no busco amigos, no tengo una necesidad imperiosa por cultivar y expandir mis capacidades sociales. Es tan sencillo como que nos encontramos y cuando esto sucede, las puertas siempre están abiertas.
Y volviendo a la idea de inteligencia que comenzó esta cadena de pensamientos inútiles, no le otorgo ningún valor, no me hace más feliz y para mí la felicidad es mucho más importante y gratificante que el rodearme de cerebritos.
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Museo arqueológico de Estambul
El museo arqueológico de Estambul es uno de los cinco museos arqueológicos más importantes del mundo y un lugar que merece la pena visitar. El complejo está formado por tres edificios: el Museo del Antiguo Oriente, el ?inili Kö?k o kiosco de Azulejos y el museo arqueológico, el cual podéis ver en la foto de hoy. El museo está en los jardines externos del palacio de Topkap?, muy cerca de la iglesia de Santa Sofía. Los lunes está cerrado al público.
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Estambul segundo día. Un paseo por el Bósforo
El relato comenzó en Y allá al este ?? Estambul
Mi segundo día en Estambul comenzó con el Turco y su esposa apurándome para que me preparara para salir. Yo pensaba que desayunábamos en su casa, mirando hacia el Puente del Bósforo pero no era así. Bajamos la calle paseando con un día precioso y fuimos al lado de la Büyük Mecidiye Cami ? Mezquita de Ortaköy, a un lugar llamado House Café del que mi guía de viaje dice que es el lugar más chic de la ciudad para desayunar, junto al agua del Bosforo, con unas vistas espectaculares. Ciertamente el sitio es flipante y el Turco presionó a los camareros hasta que nos dieron una mesa en el mismo borde del agua, aunque yo creo que fue más bien por su esposa, que los camareros la reconocieron y babeaban pensando en las manuelas que se harían esa noche con ella en mente.
En la carta tenían un plato con beicon y mi amigo me dijo que seguramente era del falso, de ese hecho con carne de vaca o de pollo. Le pregunté al camarero y me confirmó que era beicon auténtico, de puro cerdo y pedí el plato, del que nos tuvieron que traer dos porque el colega también se apuntó a lo de comer chancho.
Después de desayunar nos acercamos a un mercado que se había montado junto a la mezquita y en seguida nos rodeó el bullicio y la algarabía. Los turcos son pachangueros, de mucha música y jolgorio. En los puestos se vendía de todo aunque las dos cosas que más me impresionaron fueron el puesto de pelucas de pelo natural, con pelucas incluso para niñas y la señora que cobraba por pesarte. La jodía tenía una báscula frente a ella, pero una de esas normales de toda la vida de Tefal y te cobraba por subirte a comprobar tu peso. Yo lo tengo claro, a partir de ahora los visitantes a mi casa tendrán que pagar por ese servicio que la mía es digital y tal y tal y además de diseño y con unos sensores extrasensoriales. Por ser sábado habían barcos varados en el lugar que te llevan de paseo por el Bósforo y mientras la mujer del Turco se iba de compras nosotros nos subimos a uno para subir hasta el segundo puente que cruza entre Asia y Europa. Si coges uno de los cruceros en la ciudad son algo más caros pero allí, al ser para los locales, nos cobraron creo que tres euros por cabeza.
Mientras el barco nos llevaba en dirección hacia el mar Negro nosotros hablábamos y yo hacía fotos como loco. En ambas veras del estrecho hay unos casoplones de la hostia. Como sé que aquí hay mucho inculto como un servidor, os cuento que el estrecho del Bósforo une el Mar Negro con el mar de Mármara. Mide unos treinta kilómetros y la distancia entre ambas orillas va de 3700 metros a 750 en la parte más estrecha. En la actualidad se está construyendo un túnel ferroviario con lo que serán tres los puntos de conexión posibles entre ambos lados. Por el Bósforo circulan barcos enormes y para minimizar el riesgo de accidentes la circulación es en sentido único, cambiando el sentido varias veces al día. Hay historias que sitúan el diluvio de la Biblia en este lugar ya que el Bósforo se formó hacia el 5600 A.C. debido a una crecida de las aguas del mar Mediterráneo que inundó el valle y conectó con el mar Negro, que en aquel tiempo era un lago de agua dulce. En el punto más estrecho hay unas fortalezas muy espectaculares, y al pasar junto a una de ellas, la que está en la orilla europea y que se llama Rumelihisar? le hice fotos a destajo.
Al regresar nos fuimos andando al parque Y?ld?z, el cual es uno de los más grandes de Estambul y que está al lado de la casa de mi amigo. En sus inicios este parque formaba parte de los jardines del palacio de Y?ld?z. Estuvimos cerca de una hora paseando por allí. Lo más curioso que vimos fue unas mujeres que habían puesto unos globos colgados de una cuerda y la gente les podía disparar con una escopeta de aire comprimido, supongo que forma parte de las campañas de entrenamiento de terroristas musulmanes para mejorar su puntería. Estoy seguro que todos y cada uno de los holandeses que pasan por allí se apuntan a lo de disparar porque en los Países Bajos ese tipo de escopetas están prohibidas y basta que no te dejen hacer algo para que te de morbo. Salimos del parque cerca de la casa de mi amigo y después de pasar por allí a recoger el coche enfilamos hacia el mar negro. La carretera va siempre casi pegada al agua y vas pasando por una serie de lugares muy pintorescos. Llegamos hasta Rumeli Kava??, a las puertas del mar Negro. Allí encontramos un restaurante típico y almorzamos, aunque nuestro plan era no comer mucho. Pedimos algún tipo de pescado de ese lugar que estaba muy bueno y un par de cosas más que no podría identificar. De nuevo estábamos sentados junto al agua con unas vistas fantásticas. Desde allí volvimos por otra carretera hacia su casa y en el camino tomamos algún tipo de desvío para enseñarme rincones entrañables de su tierra.
Estuvimos un par de horas de tertulia con su mujer, resoplando y tomando café en su terraza hasta que llegó la hora de volver a salir. Esa noche era la última jornada de la liga de fútbol y el equipo del que su esposa es seguidora se iba a proclamar campeón de liga salvo catástrofe mayor así que toda la zona por la que él vive se colapsaría tras el partido. Sin importarnos demasiado teníamos una reserva para un restaurante turco, uno de esos a los que van las familias los sábados y los domingos. Fue una petición especial mía ya que me apetecía ver un lugar de esos que no están en las guías turísticas. El local estaba lleno de pantallas de televisión y mi amigo reservó una mesa para tener visión directa de la tele. Lo de pedir en el restaurante fue algo raro ya que nos trajeron un montón de entrantes sin pedirlos y todos estaban deliciosos. El hombre intentó que tomara también una especie de anís típico turco que se mezcla con agua con gas pero no me moló nada y me pasé a la cerveza del país. Para el plato principal fue una dosis masiva de carnes, con pinchos de cordero y otras carnes que devoramos como muertos de hambre. El postre fue excesivamente dulce, a los turcos les encantan las cosas bañadas en azúcar. Me tomé un café turco, espeso que no veas y que me ha hecho comprender eso de leer los posos de café. Para los postres terminó el partido y el Be?ikta? era campeón de liga. En unos minutos en la calle se montó una pelotera y los coches pasaban pitando mientras cientos de vendedores de banderas llenaban la calzada. Unos gritaban BLANCO y los otros respondían NEGRO en una secuencia determinada que al parecer identifica a ese club de fútbol. Yo hacía fotos de la gente desmelenada.
Después de salir del restaurante ya era bastante tarde y nos tomó casi una hora y media en llegar a su casa, no tanto por la distancia sino por el atasco monumental. Después bajamos a la zona de la mezquita para tomarnos unas copas y vivir el ambiente y acabamos la jornada en su terraza al fresquito y con el magnífico puente del Bosforo frente a nosotros.
El relato continúa en Estambul tercer día. Fumando en pipa de agua