Distorsiones

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  • La batalla de los gallumbos

    25 de junio de 2009

    Desde hace dos semanas estoy en plena guerra contra uno de los productos que he usado durante años. Cuando llegué a los Países Bajos allá por el año 2000 lo hice cargado de boxers, esos calzoncillos que son como pantalones y que técnicamente te dejan bien suelto y ligero. Creo que alrededor del año 2004 comenzó la transición y empecé a comprar otros que pueden ser más o menos largos pero la tela es elástica y se ajustan al cuerpo con la precisión de un guante bien puesto. Ambas series han convivido más o menos en paz hasta la semana pasada en la que un evento condenó a los antiguos boxers a desaparecer de mi vida.

    Estaba en casa de mi amigo el Rubio jugando en el jardín con sus hijos. Los tres nos revolcábamos por la hierba y nos perseguíamos sin tregua. De cuando en cuando hacíamos alguna locura y en una de estas el Rubio salió al jardín para ver lo que estábamos tramando y al ponerse en cuclillas algo estaba fuera de lugar.

    Por un lado de los pantalones cortos se salían ciertas partes que normalmente mantenemos a la sombra y el efecto era terrorífico. Le dije que un poquito de por favor ya que como visitante a la casa y por más que me cuenten como uno más de la familia, prefiero vivir sin tener que ver ciertas intimidades de mis amigos. Lo peor fue cuando me dijo que él no estaba haciendo nada que yo no hiciera y cuando me miro mi horror fue absoluto al ver que los míos también estaban al sol y se negaban a regresar a su caverna.

    Aún los recuerdo cuando recién cumplí los veinte años, pequeñitos y bien ajustados, allá arriba, en su posición ideal y no como ahora que cuelgan a medio camino de las rodillas y parece que al ritmo que van, antes de retirarme habrán llegado a las mismas. Me pasé el resto de la tarde sentado, sin moverme para evitar otro desafortunado incidente como aquel y al volver a mi casa comenzó la segregación en el armario para expulsar a todos esos boxers que ya no son capaces de ejercer la tarea que tenían asignada. Debido al complejo sistema de almacenamiento y ordenado que uso creo que no acabaré la tarea hasta dentro de unas cuatro o cinco semanas y esto también me ha servido para darme cuenta de la ingente cantidad de ropa interior que tengo. Calculo que entre unos y otros deben haber alrededor de setenta y para cuando acabe la limpiada seguirán quedando unos cuarenta. Con las camisetas ya he renunciado, soy adicto y lo reconozco. Hace años que superé el primer centenar y por suerte el armario es lo suficiente grande para albergar toda mi colección, la cual se sigue incrementando ya que en todos los lugares a los que voy de vacaciones me compro algunas. De Estambul me traje dos y de Malasia creo que fueron ocho en total, aunque allí se quedó una muy chula que me compré en Zaragoza con una rana y que ha batido el récord a la peor calidad en una camiseta. Ni siquiera las diecisiete que compré en Nueva York por diez dólares han salido tan malas como esa camiseta zaragozana que no ha conseguido superar su tercer lavado, deshilándose completamente una de las mangas.

    La batalla de los gallumbos me ha recordado lo importante que es en el proceso de adquisición el deshacernos de las cosas viejas, el vencer esa fuerza invisible que nos susurra en los oídos para que no tiremos nada y guardemos en algún lugar esa ropa que ya no usamos.

    Cuando acabe con la ropa haré una visita al ático de mi casa y seguro que me topo con un montón de trastos inútiles que se han ido escondiendo allí silenciosamente y puesto que no creo que los vuelva a usar en mi vida, mejor que salgan de la misma completamente y se vayan a otro lugar.

    Una cosa es segura, la próxima vez que esté en cuclillas no tendré las campanas al sol.

  • Chicas Holandesas celebrando el koninginnedag en el club de las 500

    25 de junio de 2009
    Chicas Holandesas celebrando el día de la reina

    Chicas Holandesas celebrando el día de la reina, originally uploaded by sulaco_rm.

    Hoy damos la bienvenida al Club de las 500 a otra de esas fotos que están perdidas dentro de las miles de anotaciones que conforman Distorsiones. Creo que apareció en algún momento del año 2005 aunque no estoy seguro. En cualquier caso, ha conseguido su entrada en el Club de las 500. La imagen corresponde a la celebración del Koninginnedag, el día de la Reina, una fiesta celebrada en la totalidad de los Países Bajos la noche del veintinueve de abril y durante todo el treinta de abril.

  • Duodécimo día. Langkawi

    24 de junio de 2009

    El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.

    Mi tercer día en Langkawi comenzó con una sonrisa de felicidad absoluta. Si me apedillara Pantoja me habría levantado cantando el Marinero de Luces pero como siempre fui más ordinario y vulgar, yo cantaba el Viva la Vida de Coldplay, grupo al que podré ver en persona antes de que acabe el año y evento para el que ya tengo mi entrada. Volviendo al tema, después de las abluciones matutinas me pasé por la cabaña restaurante y me di un homenaje antológico entre tortilla francesa, tostadas, dosis masivas de zumo de naranja y pastelería basta y fina. Echaba de menos la leche pero es que unas vez sales de Holanda uno se ha de olvidar de semejante alimento ya que en ningún lado es tan buena como aquí, que por algo las vacas frisias son como los Rolls Royce del ganado vacuno. Tras el desayuno me eché a la carretera y fui a un lugar en el interior de la isla llamando Kota Mahsuri en donde hay una especie de museo del folklore de la isla y la tumba de una heroína isleña.

    Hay dos taquillas. La de los aborígenes vende las entradas a un ringitt y la de los turistas a diez ringitt, algo más de dos euros. Primero visitas un pequeño museo en el que te cuentan la historia o más bien la leyenda, ya que no hay nada claro. Hace más de doscientos años una hermosa joven llamada Mahsuri nacio en Langkawi. Era a finales del siglo XVIII (no me leáis equis-uve-palito-palito-palito que no somos de la generación esemés). La chama era tan guapa que conseguía mástiles bien altos allí por donde iba y todos los machos cabríos del pueblo le querían poner la pierna encima. Finalmente se casó con uno de los machillos del pueblo y comieron las perdices de rigor pero el colega se tuvo que ausentar en un viaje de negocios (ya sabéis, matar gentuza de otro pueblo, violar mujeres de terroristas musulmanes de mierda y similares). Ella se quedó solita en casa y pasaba el tiempo pintándose las uñas negras de los pies y rizándose los pelillos esos tan sabrosones. Un día llegó un viajero, una especie de trovador y contó sus historias en el pueblo y como no tenía donde quedarse, Mahsuri le ofreció posada. El jefe del pueblo, al que ella había despreciado y rechazado cuando le ofreció convertirse en su segunda esposa, se rebotó todo y la acusó de adulterio, condenándola a muerte. La intentaron matar de todas las formas posibles pero la japuta era como la hierba mala y no había forma de ponerla a tres metros bajo el suelo. Finalmente, como estaba hasta la pipa del chichi de tanto intento de asesinato ella les dijo que solo la podían matar con el cuchillo de su padre y con esta información aprovecharon para cortarla por unos cuantos sitios y hubo un mal rollo de que te cagas porque la sangre era blanca, lo cual probaba su inocencia, según los intelectuales del pueblo que previamente habían vivido en Vecindario y leían mucho la Wikipedia. La tía, antes de espicharla echó una maldición y dijo que en la isla se iban a regodear con hambre y miseria durante siete generaciones.

    Justito después de esto invadieron la isla y la arrasaron y a partir de ahí raciones masivas de hambre y miseria hasta hace dos o tres días que la palmó el último de los de la séptima generación y entonces llegó el turismo y con este el dinero y el trabajo y la abundancia y la gente fue feliz y volvieron a comer perdices y en el lugar en el que está enterrada esa cabrona hicieron un museo y por si las moscas, la adoran como a una heroína total. Así que después de aprender un poco sobre su leyenda, sales al patio trasero en donde unas folclóricas tocan música del país y sigues y te encuentras con la tumba de Mahsuri, que no es gran cosa pero a la que por si acaso le haces un gesto de respeto ya que la tía tenía mala leche para inundar medio universo. En el mismo lugar hay varias casas de estilo malasio, tiendas de souvenirs y algunos animales locales. El sitio no es que haya que visitarlo obligatoriamente cuando se está en la isla pero supone una alternativa al sol y playa y naturaleza.

    Desde allí seguí decidí perderme por pequeñas carreteras y disfrutar del interior de la isla y os juro que paré en un par de sitios a hacer unas fotos como postales, sitios que eran tan hermosos que te daban ganas de llorar. Después enfilé hacia la capital de la isla, Kuah en donde no es que haya mucho que ver. Hay una plaza junto a la terminal de pasajeros del muelle en la que hay un Águila marrón gigante, la cual os recuerdo que da nombre a la isla. Aparte de esto, tiendas y más tiendas supuestamente libres de impuestos y con productos al mismo precio que en Europa aunque la ropa falsa y la de marcas desconocidas era mucho más barata y el alcohol está a precios de risa absoluta. Me recorrí la mayor parte de las tiendas buscando un bañador y no me convenció ninguno. En un punto determinado me rendí y decidí volver al otro extremo de la isla a mi hotel. La ciudad de Kuah está en el sureste de Langkawi y yo me quedaba en el noroeste. Llegué a tiempo de disfrutar de unas horas de sol y playa y después salí a cenar en los restaurantes de Pantai Kok, aprovechando para recoger mi ropa de la lavandería. Esa era mi última noche en Langkawi y antes de acostarme me pasé por la recepción y les pregunté si podía hacer el checkout tardío ya que mi avión salía a las cinco de la tarde y me dijeron que sin problemas. Vuelvo a repetirlo, la isla es preciosa y las gentes de Langkawi son amables y cariñosos.

    Así acabo mi tercer día en Langkawi.

    El relato de este viaje continúa en Decimo tercer día. Langkawi a Kuala Lumpur

  • La casa de Ana Frank en el club de las 500

    24 de junio de 2009
    La casa de Ana Frank

    La casa de Ana Frank, originally uploaded by sulaco_rm.

    Parece que la historia se repite. La casa de Ana Frank apareció por primera vez hace casi dos años justo el día después de ver la estatua que hay muy cerca y de la misma manera ayerle dimos la bienvenida al Club de las 500 a la estatua de Ana Frank en el club de las 500 y hoy se la damos a su casa.

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