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  • Tercer Día. Kuala Lumpur – 3

    12 de mayo de 2009

    El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.

    Mi último día completo en Kuala Lumpur comenzó con un madrugón de escándalo. A las siete menos cuarto me levantaba y con las pestañas aún pegadas me metía en la ducha para tratar de reactivar mi cuerpo. A las siete y diez estaba sentado en la cafetería del hotel desayunando, escuchando el molesto rumor de los gritos de los chinos, que cuando se juntan cuatro parecen incapaces de hablar sin gritarse unos a otros. Tuve que acelerar el proceso de masticación de la comida y con la barriga petada salí corriendo hacia las torres Petronas. Llegué pasadas las siete y media y al bajar al sótano, lugar en el que se encuentra la ventanilla en la que dan las entradas para subir a la pasarela que comunica ambos edificios, me encontré la sala ya llena de gente que como yo se había sacrificado por ver el espectáculo. Me pusieron en la cola y durante la siguiente hora me dediqué a escuchar un audiobook para no caer dormido. En la fila resaltábamos los europeos pero la verdadera sensación eran los hindúes y chinos. Ambos bandos se mueven en masas con múltiplos de diez y en el caso de los chinos no dejan de sacar fotos en ningún momento. Hacen la foto de la escalera mecánica cuando bajan, la de la cola con vista general, la cola más de cerca, las personas delante y detrás de ellos en la cola, ellos en la cola, la cola vista levantando la cámara, la reja de la ventanilla cerrada, los de seguridad controlando que nadie se pase de listo, la cola cuando se mueve y cuando se vuelve a mover, el momento en que la reja de la ventanilla se empieza a abrir y cuando está totalmente abierta y así hasta que os canséis. Yo pa’ mi que no le ponen memoria a la cámara y es solo para aparentar. Antes de llegar a la ventanilla te entrevista un empleado que te pregunta tu nacionalidad y el número de gente que viene contigo. Teóricamente solo dan una entrada por persona pero al parecer, si llevas los pasaportes de otros, los miran y te las dan.

    Cuando por fin me tocó el turno eran casi las nueve de la mañana (las ventanillas abrieron a las ocho y media) y en una pantalla decían que estaban dando entradas para las dos y media de la tarde. El que me atendió, me escaneó con sus ojos de arriba abajo y al ver que era occidental metió mano de un montoncito especial que tenían apartado y me dio una entrada para las once de la mañana. Después de todo, los colonizadores seguimos teniendo algunos privilegios y no están nada mal. Como tenía que matar dos horas, me fui al parque detrás de las torres e hice unas pocos fotos más y después me senté al solito a observar a la gente. Unas japonesas se hacían fotos como para llenar un libro aparentando ser modelos o chicas de alterne. Las pobres deben haber crecido convencidas en el poder inmenso de la belleza interior porque de chasis iban bien escasas. A las diez de la mañana habría el Suri KLCC y aproveché para irme de compras. Me puse a rastrear tiendas y al final conseguí dos polos muy baratos de la marca Diesel en una especie de grandes almacenes que al parecer son japoneses. Sin darme cuenta se me pasó el tiempo y a las once menos cuarto me acerqué al lugar en el que había que entrar para ponerme a esperar pero de nuevo, el tipo me miró, vio que era Europeo y pasó un kilo del horario de la entrada y me metió con el grupo anterior. Nos dieron unas gafas 3D y nos introdujeron en una sala para ver una película sobre la construcción y la historia de las torres gemelas Petronas. La película es aburridísima y el 3D patético. Supongo que la rodaron en ese formato para joder a los chinos, que no pudieron grabarla al completo como pretendían muchos. Al salir nos dividieron en dos grupos y el mío fue el primero en subir. En el ascensor había otros cinco españoles, hablando entre ellos. Eran catalanes y de todo lo que veían, en Cataluña lo hay más grande y mejor. Yo me reía por lo bajini sin decir ni pío. Si ellos supieran que en Gran Canaria hay un edificio tan grande tan grande que lo llamaron la torre del Coño porque todo el que lo veía miraba hacia arriba y decía: ¡CO?O!

    Nos subieron hasta el piso cuarenta y uno o cuarenta y dos que es donde está el puente entre los edificios y por fin pudimos ver la vista desde allí. La verdad que después de todo lo que tuve que pasar me decepcionó un poco, no es nada espectacular y no te quedas con la boca abierta. Ahora comprendo por qué mi amigo el Rubio me decía que no valía la pena. Después de unos diez minutos haciendo fotos y mirando nos echaron. Regresé al hotel y estaba tan cansado que me tiré en la cama y me eché una siesta mañanera de dos horas. Cuando me desperté estuve tentado de bajar a la piscina y quedarme allí el resto del día pero recapacité y decidí no desaprovechar mi estancia allí. Me senté e hice una lista de las cosas que quería ver y con ella salí a la calle. En esta ocasión no llevaba mis botas Lowa sino mis cutre-playeras Moisés que te permiten cruzar los mares y los charcos y por primera vez llevaba a mis espaldas la mochila de la cámara, ya que hasta ese momento había salido con una Lowepro pequeña que me regaló el Moreno.

    Primero tomé el monorrail hasta la estación de Maharajalela, al sur del barrio chino. Desde allí caminé hasta el templo de Sri Maha Mariamman, el hindú que me había saltado el día anterior. Como hay que dejar los zapatos en la calle y ya vi Slumdog Millionaire no quería entrar sabiendo que mis botas estaban fuera. Con las Moises me da igual, están más muertas que vivas. Aún así, pagué veinte céntimos a un pordiosero para que las cuidara. Entré descalzo, sintiendo escalofríos de pánico por las enfermedades que puedo encontrar allí. Ya comenté que por fuera la torre tan famosa del templo estaba cubierta de chamizo. Por dentro no anda mucho mejor, está hecho una mierda y fue una gran decepción. Mis cinco minutos allí no valieron para nada, salvo quizás para pillar alguna enfermedad que ni quiero ni necesito. Desde allí pasé por el Mercado Central y en el mismo le compré a mi madre una chuchería, un platito de recuerdo para poner en la pared del patio de su casa, que es particular. Tiene una colección con decenas de platos y si no se lo llevo, me amarga mis próximas vacaciones en Gran Canaria.

    La historia continúa en Tercer día. Kuala Lumpur – 4

  • Palais du Louvre con la Pirámide

    12 de mayo de 2009
    Palais du Louvre con la Pirámide

    Palais du Louvre con la Pirámide, originally uploaded by sulaco_rm.

    El Museo del Louvre es el más visitado del mundo y posiblemente el más importante. Tiene una colección gigantesca adquirida primero por los reyes y después por los sucesivos gobiernos. Se abrió en el año 1793 y la pirámide que vemos en la imagen fue inaugurada en el año 1989. El edificio era el castillo del Louvre, que fue incluso palacio real.

  • Segundo día. Kuala Lumpur – 2

    11 de mayo de 2009

    El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.

    Una vez terminado el paseo volví a la parada y esperamos unos quince minutos hasta que llegó el transporte. Allí conocí a unos brasileños que iban acompañados por un chileno y que el lunes seguirían camino hacia Java, lugar en el que pasarían diez días. La siguiente parada era en el Palacio Real, el Istana Negara y el guía nos dijo que esperarían cinco minutos para que hiciésemos fotos así que corrimos y disparamos sobre las rejas del edificio y los soldados de la puerta, unos pobres desgraciados demasiado vestidos para el calor que hace y que han de permanecer impertérritos mientras la gente se fotografía con ellos. El Palacio carece del glamour de los europeos. En realidad era la residencia de un hindú, construida para dar cobijo a su prole y se la vendieron al estado en 1959 y después pasó a ser la residencia oficial del Sultán.

    Desde allí seguimos la ruta y me bajé en el Museo Nacional, un edificio muy folclórico. La entrada tenía un precio de risa, 2 RM o menos de medio euro. La verdad que se nota que los portugueses, holandeses y británicos arramblaron con todo lo que pudieron de este país porque tesoros hay más bien pocos. Al salir, como estábamos en la zona de los parques de la ciudad, me arriesgué de nuevo a caminar y traté de encontrar algo llamado el Monumento Nacional. El lugar es como un laberinto y pronto me perdí entre carreteras pequeñas que serpenteaban sin orden ni concierto. Unos musulmanes se pararon a preguntarme si yo sabía en dónde estaba el parque de las flores y les comenté que ni idea. Cuando di con el dichoso monumento, lo estaban restaurando o algo parecido y no había absolutamente nada que ver. Los guardias de seguridad que me indicaron el camino me lo podían haber dicho y ahorrado la sudada, que a esas horas seguíamos a más de treinta grados. Encontré un parque de pájaros muy interesante, cubierto con una inmensa red y que supuestamente es el más grande del mundo de este tipo y que decidí dejar para mi último día antes de volver a los Países Bajos y mientras esperaba el autobús aparecieron de nuevo los brasileños y el chileno y estuvimos hablando un rato. En el mismo lugar y detrás de nosotros, un montón de monos nos provocaban para que les tiráramos plátanos. Llegaban coches de cuando en cuando y desde las ventanas los chiquillos lo hacían para deleite de los mismos y de los monos.

    Una vez en el autobús, me salté algunas paradas y me volví a bajar junto a la Catedral de Santa María para comenzar la caminata en el barrio hindú. El lugar se llama la Plaza Merdeka y es una enorme explanada en la que se jugaba al cricket en la época colonial británica. En la misma hay un enorme poste del que cuelga una bandera gigantesca de Malasia y allí fue cuando el 31 de agosto de 1957 se izó por primera vez para celebrar el nacimiento del país. En uno de los lados hay un edificio de estilo Tudor que es el Royal Selangor Club una especie de club en el que están apuntados todos los que son algo en el país y en donde se respira un ambiente de gran decadencia. Hay un par de museos pero aquel día uno no abría y el otro decía que habían movido la colección al Museo Nacional, el cual acababa de visitar. Después de pasear a lo largo de toda la plaza y hartarme a hacerle fotos al edificio de Session & Magistrates Courts (algo así como el Palacio de Justicia), diseñado por AB Hubbock y muy espectacular, por cierto llegué hasta una estación de tren y me sumergí en la Pequeña India. Cágate y méate por las patas pa’bajo. Fue un instante. En un momento estaba en un lado del tercer mundo y al siguiente estaba dentro de una película de Bollywood, con música hindú a todo meter, olores a curries y otras cosas que ni identificaba y una muchedumbre masificada que se movían como un bloque. Era una especie de mercadillo que se organiza los sábados por la tarde, algo llamado Pasar malam. Habían puestos de comidas que jamás creí posible y venta de todo tipo de morralla, todo con la música hindú a todo meter y la gente gritando en plan verduleras. El sitio agobiaba por la atmósfera y por los hindúes, que por alguna razón me dan mala espina y no me inspiran confianza (y la película Slumdog Millionaire no ha hecho mucho para mejorar esa sensación). Compré una botella de agua en un puesto. Valía 1.5 RM y le di al hijoputa hindú dos, un tío piojoso y sucio como él solo. El cabrón, me dio la botella, cogió el dinero y se puso a hacerse el loco mirando para otro lado y así no devolverme los cincuenta céntimos (o como quiera que se llamen). Le eché un mal de ojo y seguí porque no quería que me pusiera las manos encima.

    Entre la multitud se movían tullidos y tíos con unas enfermedades asquerosas que se lanzaban sobre ti para que les dieras limosna y te sobaban todos. Vi venir a uno de ellos hacia mi y cuando hizo el ataque me eché a un lado limpiamente y casi se da una hostia. Me lanzó una mirada envenenada que se encontró con mis ojos mirándolo directamente a los suyos con más odio del que él transmitía y además con asco elevado a la undécima potencia. A partir de ahí presté más atención y después de dos calles ya me tocaban los huevos tanta chusma y gentuza y tanta suciedad porque en algunos rincones olía a cloaca que no veas. Mi objetivo era buscar el cine y hotel Coliseum, aparentemente muy famosos y con gran historia. No logré dar con el sitio. En la calle en la que estaba había una tienda enorme llamada Euro Moda que por supuesto solo vendía las cosas esas que se ponen las hindúes y que tenía la música a volúmenes de verbena de pueblo, con un montón de tipos por la calle con carteles haciéndoles propaganda. Los edificios tenían un aspecto colonial muy bonito pero el lugar en sí es muy agobiante. Después pasé junto a unos grandes almacenes que aparentemente son muy famosos entre los turistas llamados Sogo pero lo dejé para otro día y seguí el camino saliendo poco a poco del barrio hindú, el cual no me terminó de gustar. Paré en un sitio recomendado en mi guía, el Buharry, con nombre que en español suena a tío que le gusta que se la endiñen y me tomé un plato de comida con algún tipo de curry y langostinos acompañados por un batido de chocolate llenísimo de hielo y que estaba divino. Un poco más arriba en la calle estaba el monorrail y aproveché para ir de vuelta al hotel porque ya estaba cansado.

    Me fui de cabeza a la piscina, descansé allí una hora y pico y después arrastré el portátil hasta el centro comercial Suria KLCC en las torres Petronas. Me compré otro batido en el Starbucks y me enganché a internet para llamar a casa y responder los correos. Paseé por los alrededores de las torres de noche y como en mi guía recomendaban un antro para comer por allí decidí hacerles caso y por sabelotodo elegí una especie de atajo que me llevaba junto a unos edificios de ruido infernal que son las torres de refrigeración de las torres Petronas. Acabé en un callejón oscuro e inseguro y opté por dar media vuelta, regresar a la calle principal (todo eso arrastrando el portátil) e ir al sitio por el camino convencional. Se llama Nasi Kandar Pelita, está cerquísima de la zona turística pero ahí no llegan los turistas y los locales comen y se ponen ciegos. Me pedí un plato con fideos y unos langostinos dopadísimos como ciclistas que estaban riquísimos y aunque me sablearon por ser extranjero, la comida me costó menos de cinco euros (y los locales pagan todos como dos euros de media).

    Regresé al hotel caminando, ya que a esas alturas ya controlaba la zona muy bien y así acabó mi segundo día en Malasia.

    El relato continúa en Tercer Día. Kuala Lumpur – 3

  • Regalo sorpresa de mayo

    11 de mayo de 2009

    Al primero que lo pida en los comentarios de esta anotación le mando UNA POSTAL DE LANGKAWI, el lugar en el que me encuentro, una isla paradisíaca en la costa oeste de Malasia, justo en la frontera con Tailandia. La postal saldrá mañana hacia su destinatario. SOLO HABRÁ UNA así que ya veremos quien está más atento.

    Además de dejar el comentario, me podéis mandar la dirección de correo del destinatario usando el formulario de CONTACTAR o mandándome un correo que a estas alturas ya todos os lo sabéis.

    Esto es casi el paraíso.

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