Segundo día. Kuala Lumpur – 2


El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.

Una vez terminado el paseo volví a la parada y esperamos unos quince minutos hasta que llegó el transporte. Allí conocí a unos brasileños que iban acompañados por un chileno y que el lunes seguirían camino hacia Java, lugar en el que pasarían diez días. La siguiente parada era en el Palacio Real, el Istana Negara y el guía nos dijo que esperarían cinco minutos para que hiciésemos fotos así que corrimos y disparamos sobre las rejas del edificio y los soldados de la puerta, unos pobres desgraciados demasiado vestidos para el calor que hace y que han de permanecer impertérritos mientras la gente se fotografía con ellos. El Palacio carece del glamour de los europeos. En realidad era la residencia de un hindú, construida para dar cobijo a su prole y se la vendieron al estado en 1959 y después pasó a ser la residencia oficial del Sultán.

Desde allí seguimos la ruta y me bajé en el Museo Nacional, un edificio muy folclórico. La entrada tenía un precio de risa, 2 RM o menos de medio euro. La verdad que se nota que los portugueses, holandeses y británicos arramblaron con todo lo que pudieron de este país porque tesoros hay más bien pocos. Al salir, como estábamos en la zona de los parques de la ciudad, me arriesgué de nuevo a caminar y traté de encontrar algo llamado el Monumento Nacional. El lugar es como un laberinto y pronto me perdí entre carreteras pequeñas que serpenteaban sin orden ni concierto. Unos musulmanes se pararon a preguntarme si yo sabía en dónde estaba el parque de las flores y les comenté que ni idea. Cuando di con el dichoso monumento, lo estaban restaurando o algo parecido y no había absolutamente nada que ver. Los guardias de seguridad que me indicaron el camino me lo podían haber dicho y ahorrado la sudada, que a esas horas seguíamos a más de treinta grados. Encontré un parque de pájaros muy interesante, cubierto con una inmensa red y que supuestamente es el más grande del mundo de este tipo y que decidí dejar para mi último día antes de volver a los Países Bajos y mientras esperaba el autobús aparecieron de nuevo los brasileños y el chileno y estuvimos hablando un rato. En el mismo lugar y detrás de nosotros, un montón de monos nos provocaban para que les tiráramos plátanos. Llegaban coches de cuando en cuando y desde las ventanas los chiquillos lo hacían para deleite de los mismos y de los monos.

Una vez en el autobús, me salté algunas paradas y me volví a bajar junto a la Catedral de Santa María para comenzar la caminata en el barrio hindú. El lugar se llama la Plaza Merdeka y es una enorme explanada en la que se jugaba al cricket en la época colonial británica. En la misma hay un enorme poste del que cuelga una bandera gigantesca de Malasia y allí fue cuando el 31 de agosto de 1957 se izó por primera vez para celebrar el nacimiento del país. En uno de los lados hay un edificio de estilo Tudor que es el Royal Selangor Club una especie de club en el que están apuntados todos los que son algo en el país y en donde se respira un ambiente de gran decadencia. Hay un par de museos pero aquel día uno no abría y el otro decía que habían movido la colección al Museo Nacional, el cual acababa de visitar. Después de pasear a lo largo de toda la plaza y hartarme a hacerle fotos al edificio de Session & Magistrates Courts (algo así como el Palacio de Justicia), diseñado por AB Hubbock y muy espectacular, por cierto llegué hasta una estación de tren y me sumergí en la Pequeña India. Cágate y méate por las patas pa’bajo. Fue un instante. En un momento estaba en un lado del tercer mundo y al siguiente estaba dentro de una película de Bollywood, con música hindú a todo meter, olores a curries y otras cosas que ni identificaba y una muchedumbre masificada que se movían como un bloque. Era una especie de mercadillo que se organiza los sábados por la tarde, algo llamado Pasar malam. Habían puestos de comidas que jamás creí posible y venta de todo tipo de morralla, todo con la música hindú a todo meter y la gente gritando en plan verduleras. El sitio agobiaba por la atmósfera y por los hindúes, que por alguna razón me dan mala espina y no me inspiran confianza (y la película Slumdog Millionaire no ha hecho mucho para mejorar esa sensación). Compré una botella de agua en un puesto. Valía 1.5 RM y le di al hijoputa hindú dos, un tío piojoso y sucio como él solo. El cabrón, me dio la botella, cogió el dinero y se puso a hacerse el loco mirando para otro lado y así no devolverme los cincuenta céntimos (o como quiera que se llamen). Le eché un mal de ojo y seguí porque no quería que me pusiera las manos encima.

Entre la multitud se movían tullidos y tíos con unas enfermedades asquerosas que se lanzaban sobre ti para que les dieras limosna y te sobaban todos. Vi venir a uno de ellos hacia mi y cuando hizo el ataque me eché a un lado limpiamente y casi se da una hostia. Me lanzó una mirada envenenada que se encontró con mis ojos mirándolo directamente a los suyos con más odio del que él transmitía y además con asco elevado a la undécima potencia. A partir de ahí presté más atención y después de dos calles ya me tocaban los huevos tanta chusma y gentuza y tanta suciedad porque en algunos rincones olía a cloaca que no veas. Mi objetivo era buscar el cine y hotel Coliseum, aparentemente muy famosos y con gran historia. No logré dar con el sitio. En la calle en la que estaba había una tienda enorme llamada Euro Moda que por supuesto solo vendía las cosas esas que se ponen las hindúes y que tenía la música a volúmenes de verbena de pueblo, con un montón de tipos por la calle con carteles haciéndoles propaganda. Los edificios tenían un aspecto colonial muy bonito pero el lugar en sí es muy agobiante. Después pasé junto a unos grandes almacenes que aparentemente son muy famosos entre los turistas llamados Sogo pero lo dejé para otro día y seguí el camino saliendo poco a poco del barrio hindú, el cual no me terminó de gustar. Paré en un sitio recomendado en mi guía, el Buharry, con nombre que en español suena a tío que le gusta que se la endiñen y me tomé un plato de comida con algún tipo de curry y langostinos acompañados por un batido de chocolate llenísimo de hielo y que estaba divino. Un poco más arriba en la calle estaba el monorrail y aproveché para ir de vuelta al hotel porque ya estaba cansado.

Me fui de cabeza a la piscina, descansé allí una hora y pico y después arrastré el portátil hasta el centro comercial Suria KLCC en las torres Petronas. Me compré otro batido en el Starbucks y me enganché a internet para llamar a casa y responder los correos. Paseé por los alrededores de las torres de noche y como en mi guía recomendaban un antro para comer por allí decidí hacerles caso y por sabelotodo elegí una especie de atajo que me llevaba junto a unos edificios de ruido infernal que son las torres de refrigeración de las torres Petronas. Acabé en un callejón oscuro e inseguro y opté por dar media vuelta, regresar a la calle principal (todo eso arrastrando el portátil) e ir al sitio por el camino convencional. Se llama Nasi Kandar Pelita, está cerquísima de la zona turística pero ahí no llegan los turistas y los locales comen y se ponen ciegos. Me pedí un plato con fideos y unos langostinos dopadísimos como ciclistas que estaban riquísimos y aunque me sablearon por ser extranjero, la comida me costó menos de cinco euros (y los locales pagan todos como dos euros de media).

Regresé al hotel caminando, ya que a esas alturas ya controlaba la zona muy bien y así acabó mi segundo día en Malasia.

El relato continúa en Tercer Día. Kuala Lumpur – 3

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3 respuestas a “Segundo día. Kuala Lumpur – 2”

  1. La verdad que eres un valiente, como diríamos en mi tierra, «de carallo», porque macho, le echas pelotas a lanzarte a la aventura tu solo por ahí eh?? si te hacen algo en uno de esos callejones no te encuentran ni los de la serie Sin Rastro, y ya estoy viendo a tu madre llevando flores al San Jaime ese, que es el patrón de los machotes lanzados…o eso, o a las torres Petronas de marras… (pero que envidia me das, aish!)

  2. Me da cosa verte arrastrando el portatil por esos mundos de dioses.
    Supongo que sabes lo que haces metiendote por esos sitios…
    Salud

  3. Paso más miedo por la noche cuando tengo que ir al coche en la zona de Vegueta / Triana en la ciudad de las Palmas de Gran Canaria que en Kuala Lumpur. Sobre lo de viajar solo, es la mejor forma de hacerlo, te marcas tu ritmo y siempre tienes encuentros muy interesantes, conoces gente y ensanchas tu micro-universo.
    Actualización: Estoy en el aeropuerto de Langkawi y en una hora vuelo de vuelta a Kuala Lumpur. Mañana a las 8 de la mañana saldré hacia Taman Negara. Imagino que los próximos 3 días no habrá internet aunque nunca se sabe, que parece que ha llegado a todos sitios por este país. Pórtense bien y sigan inflando las estadísticas que han languidecido mucho en estos quince días.