El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.
Mi último día completo en Kuala Lumpur comenzó con un madrugón de escándalo. A las siete menos cuarto me levantaba y con las pestañas aún pegadas me metía en la ducha para tratar de reactivar mi cuerpo. A las siete y diez estaba sentado en la cafetería del hotel desayunando, escuchando el molesto rumor de los gritos de los chinos, que cuando se juntan cuatro parecen incapaces de hablar sin gritarse unos a otros. Tuve que acelerar el proceso de masticación de la comida y con la barriga petada salí corriendo hacia las torres Petronas. Llegué pasadas las siete y media y al bajar al sótano, lugar en el que se encuentra la ventanilla en la que dan las entradas para subir a la pasarela que comunica ambos edificios, me encontré la sala ya llena de gente que como yo se había sacrificado por ver el espectáculo. Me pusieron en la cola y durante la siguiente hora me dediqué a escuchar un audiobook para no caer dormido. En la fila resaltábamos los europeos pero la verdadera sensación eran los hindúes y chinos. Ambos bandos se mueven en masas con múltiplos de diez y en el caso de los chinos no dejan de sacar fotos en ningún momento. Hacen la foto de la escalera mecánica cuando bajan, la de la cola con vista general, la cola más de cerca, las personas delante y detrás de ellos en la cola, ellos en la cola, la cola vista levantando la cámara, la reja de la ventanilla cerrada, los de seguridad controlando que nadie se pase de listo, la cola cuando se mueve y cuando se vuelve a mover, el momento en que la reja de la ventanilla se empieza a abrir y cuando está totalmente abierta y así hasta que os canséis. Yo pa’ mi que no le ponen memoria a la cámara y es solo para aparentar. Antes de llegar a la ventanilla te entrevista un empleado que te pregunta tu nacionalidad y el número de gente que viene contigo. Teóricamente solo dan una entrada por persona pero al parecer, si llevas los pasaportes de otros, los miran y te las dan.
Cuando por fin me tocó el turno eran casi las nueve de la mañana (las ventanillas abrieron a las ocho y media) y en una pantalla decían que estaban dando entradas para las dos y media de la tarde. El que me atendió, me escaneó con sus ojos de arriba abajo y al ver que era occidental metió mano de un montoncito especial que tenían apartado y me dio una entrada para las once de la mañana. Después de todo, los colonizadores seguimos teniendo algunos privilegios y no están nada mal. Como tenía que matar dos horas, me fui al parque detrás de las torres e hice unas pocos fotos más y después me senté al solito a observar a la gente. Unas japonesas se hacían fotos como para llenar un libro aparentando ser modelos o chicas de alterne. Las pobres deben haber crecido convencidas en el poder inmenso de la belleza interior porque de chasis iban bien escasas. A las diez de la mañana habría el Suri KLCC y aproveché para irme de compras. Me puse a rastrear tiendas y al final conseguí dos polos muy baratos de la marca Diesel en una especie de grandes almacenes que al parecer son japoneses. Sin darme cuenta se me pasó el tiempo y a las once menos cuarto me acerqué al lugar en el que había que entrar para ponerme a esperar pero de nuevo, el tipo me miró, vio que era Europeo y pasó un kilo del horario de la entrada y me metió con el grupo anterior. Nos dieron unas gafas 3D y nos introdujeron en una sala para ver una película sobre la construcción y la historia de las torres gemelas Petronas. La película es aburridísima y el 3D patético. Supongo que la rodaron en ese formato para joder a los chinos, que no pudieron grabarla al completo como pretendían muchos. Al salir nos dividieron en dos grupos y el mío fue el primero en subir. En el ascensor había otros cinco españoles, hablando entre ellos. Eran catalanes y de todo lo que veían, en Cataluña lo hay más grande y mejor. Yo me reía por lo bajini sin decir ni pío. Si ellos supieran que en Gran Canaria hay un edificio tan grande tan grande que lo llamaron la torre del Coño porque todo el que lo veía miraba hacia arriba y decía: ¡CO?O!
Nos subieron hasta el piso cuarenta y uno o cuarenta y dos que es donde está el puente entre los edificios y por fin pudimos ver la vista desde allí. La verdad que después de todo lo que tuve que pasar me decepcionó un poco, no es nada espectacular y no te quedas con la boca abierta. Ahora comprendo por qué mi amigo el Rubio me decía que no valía la pena. Después de unos diez minutos haciendo fotos y mirando nos echaron. Regresé al hotel y estaba tan cansado que me tiré en la cama y me eché una siesta mañanera de dos horas. Cuando me desperté estuve tentado de bajar a la piscina y quedarme allí el resto del día pero recapacité y decidí no desaprovechar mi estancia allí. Me senté e hice una lista de las cosas que quería ver y con ella salí a la calle. En esta ocasión no llevaba mis botas Lowa sino mis cutre-playeras Moisés que te permiten cruzar los mares y los charcos y por primera vez llevaba a mis espaldas la mochila de la cámara, ya que hasta ese momento había salido con una Lowepro pequeña que me regaló el Moreno.
Primero tomé el monorrail hasta la estación de Maharajalela, al sur del barrio chino. Desde allí caminé hasta el templo de Sri Maha Mariamman, el hindú que me había saltado el día anterior. Como hay que dejar los zapatos en la calle y ya vi Slumdog Millionaire no quería entrar sabiendo que mis botas estaban fuera. Con las Moises me da igual, están más muertas que vivas. Aún así, pagué veinte céntimos a un pordiosero para que las cuidara. Entré descalzo, sintiendo escalofríos de pánico por las enfermedades que puedo encontrar allí. Ya comenté que por fuera la torre tan famosa del templo estaba cubierta de chamizo. Por dentro no anda mucho mejor, está hecho una mierda y fue una gran decepción. Mis cinco minutos allí no valieron para nada, salvo quizás para pillar alguna enfermedad que ni quiero ni necesito. Desde allí pasé por el Mercado Central y en el mismo le compré a mi madre una chuchería, un platito de recuerdo para poner en la pared del patio de su casa, que es particular. Tiene una colección con decenas de platos y si no se lo llevo, me amarga mis próximas vacaciones en Gran Canaria.
La historia continúa en Tercer día. Kuala Lumpur – 4
4 respuestas a “Tercer Día. Kuala Lumpur – 3”
Que pone? «estuve en Kuala Lumpur y me acordé de ti»?
El plato solo pone Malasia, Kuala Lumpur y hay una imagen de la torres Petronas. La colección de mi madre es legendaria, algún día le haré fotos. Cuando mi hermana y yo heredemos, a ver que hacemos con toda esa morralla que nos va a dejar en las paredes.
En Cadiz hay una calle donde hay un viento terrible siempre y le llaman la calle del coño por eso mismo cada vez que alguien pasa por alli, es lo que dice jajaja. Como quieres a tu madre que te has acordado del plato! Eso dice mucho de ti y mira que siempre tratas de pasar por mala persona. Besitos.
Al fin y al cabo, los volveré a heredar algún día Waiting.
Actualización: He salido de la jungla, es A-LU-CI-NAN-TE. Estoy de vuelta en KL (Kuala Lumpur) para mi último día. El último hotel es LA POLLA, la habitación parece un palacete, con miles de botones y cosas buenas gratis y vista de las torres Petronas. Mañana pasaré la mañana de turismo, piscina, última ducha en esta parte de asia y por la tarde mataré el tiempo en centros comerciales al fresco del aire acondicionado porque mi vuelo es nocturno. Ahora mismo me piro a buscar los regalos sorpresas del mes de mayo.