Hace ya tiempo que dejé de ver la tele y en mis últimas vacaciones en Gran Canaria descubrí que ni siquiera sentía curiosidad alguna por sentarme a ver qué aberraciones se dan hoy en día en la televisión española. Mi desinterés ha ido aumentando proporcionalmente con el uso y abuso de la palabra crisis en los medios de comunicación. También he ido gradualmente abandonando la lectura de la prensa española y he pasado a seleccionar cuidadosamente las noticias que selecciono para su posterior lectura.
Me cansa leer una y otra vez lo mismo sobre la crisis, ver que unos lo pintan muy mal porque odian al gobierno de turno y otros lo pintan como una consecuencia de la desidia de aquellos que en países extraños hicieron lo que no debían y ahora pagan unos pocos o quizás todos. En las noticias españolas también predominan las noticias sobre el desplome de la burbuja, el derrumbe de la pirámide de papel levantada usando el cemento y las aberraciones que se han construido en España en los últimos años. Prefiero desentenderme de esa realidad y no dejar que arruine mi día.
En la península Ibérica igual hay mucha gente abocada a terminar en una vivienda como la de la foto, unas cajas de cartón a la puerta de algún cine que ha cerrado porque la gente prefiere descargarse las películas o al menos eso es lo que se desprende cuando lees el periódico. En mis visitas a España la gente me pregunta sobre lo mal que lo estamos pasando por los Países Bajos y la verdad es que no sé que responderles porque el mercado inmobiliario no se puede comparar, el mercado laboral aún no muestra señales de agotamiento y pese a que el gobierno se teme que la ola de la crisis nos terminará golpeando, aquí seguimos mirando asombrados a lo que sucede en otras partes del mundo y meneamos nuestras cabezas sin llegar a comprenderlo porque nuestra capacidad de ahorro sigue intacta y cada mes lanzamos unos cientos o miles de euros en nuestras cuentas, en bancos que hasta hace medio año eran instituciones sagradas y que sobrevivirían a cualquier debacle y que ahora renquean implorando la ayuda del Estado.
No hay nada que yo pueda hacer para que superemos esta crisis y por eso prefiero no preocuparme por ella, algo que he aprendido después de trabajar durante años en una compañía en la que habitualmente se despide gente. Si no está en mi mano, no me afecta.
Sin embargo, sí que puedo poner una sonrisa en alguna cara haciendo un pequeño regalo y este año he decidido que cada mes será algo distinto, quizás para una persona específicamente o para un colectivo. Estad atentos porque la semana que viene seleccionaré el regalo del mes de Enero y quince lectores de esta bitácora tendrán la oportunidad de conseguirlo. Al menos el día que lo reciban seguro que no hablarán de la crisis ??