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  • Día 4 – Fulidhoo – Kunaavashi Kandu 2

    14 de febrero de 2025

    Seguimos en Kunaavashi Kandu y estamos en el lugar adecuando en el momento oportuno, rodeados de tiburones y pasándolo bien, que yo voy por allí por esto. La música que acompaña este vídeo es la canción En el centro del universo, algo que seguramente sea cierto en este caso, del grupo español Fangoria.

    Estamos viendo los tiburones y por delante, en la arena, un montón de corales negros. Al principio están lejos, o nosotros estamos lejos, pero vamos, que tenemos que mantenernos fuera de las corrientes o saldríamos disparados. Aún así, nos vamos acercando poco a poco, casi arrastrándonos pro el suelo y usamos los ganchos para mantener la posición. Sobre los dos minutos y medio, un banco de peces pasa por la zona de los tiburones. Hacia los tres minutos y medio debe haber más de veinte tiburones en la zona, era algo increíble y prácticamente todos, tiburones grises, que son muy estilizados y bonitos. Ya llegando al final, aunque parezca mentira, aumentó la cantidad de tiburones.

  • Ratoncillos, ratones y ratas

    13 de febrero de 2025

    No estoy seguro si ya conté esto, pero bueno, siempre es interesante repetirse y creo que la mayor parte no lo he contado porque ha sucedido recientemente. Como todos sabemos, yo, siendo como soy de Uitverkorene, me muevo entre todas las ubicaciones de mi chamba en los Países Bajos, que son tres. Tienen la sede corporativa para Europa en el villorrio junto al aeropuerto, tienen una fábrica en Bolduque y tienen también un centro de reparación europedo en Bolduque, la fábrica en el norte de la ciudad y el centro ese en el este. Por lo general me muevo entre los dos edificios de Bolduque, en la fábrica está el mexicano y en el otro lado el gallego, así que voy a ambos y platico el español, sin leísmos mierdosos de esos de los podemitas y suciolistas. Por el aeropuerto paso menos, aunque allí también tengo muchos colegas y hasta algunos latinos. Salvo por el aeropuerto, en donde uso los escritorios para trabajo flexible, en los otros dos lugares tengo mi puesto. Durante el invierno, tiendo a ir más al centro de reparación por la sencilla razón que allí funciona mejor la calefacción, que en la fábrica paso un frío que no veas y por más que me quejo, el que lleva el mantenimiento del edificio dice que como nadie más se queja, son cosas mías y cuando alguien se va a quejar, él siempre me acusa a mí de estar detrás de la queja, que no es verdad, allí literalmente hace frío. Este invierno, he estado yendo dos días por semana al centro de reparación y uno a la fábrica, salvo por esta semana que me hice los tres lugares en tres días. Estando en el centro de reparación, noté que en la cocina, o lo que está habilitado como una cocina, ya que allí cocina, lo que se dice cocina, no hay, pero sí que hay muebles de cocina, horno microondas, tostadoras y demás. Regresando al relato, hace unas semanas noté que en los paneles del falso techo, en tres de las esquinas, había agujeros. Se lo comento al gallego y me dice que sí, que aparecieron durante el fin de semana y que seguramente son ratones, o quizás incluso el ratoncito Pérez. Él tan feliz como una lombriz y le pregunto si alguien ha informado y me dice que ya lo hará algún otro, así que comienzo la investigación y todos estos autistas en su espectro esperaban tranquilamente a que sea otro el que avise, incluyendo el que está a cargo del edificio y que es el único que puede contactar con la empresa de exterminio de plagas con la que tienen un contrato. Sutilmente, o quizás no tan sutilmente, hablo con su jefa y le pregunto que hasta cuando se va a estar tocando el piporro, que ya debería haberle dado la orden al otro bosmongolo para que llame.

    La semana siguiente, regreso y me informan que ya han llamado y tienen cita previa para dentro de una semana. Ese mismo día, además de más agujeros en los paneles de la cocina, es que oíamos correr, cabalgar, caminar y bailar al ratón en los paneles sobre nuestras cabezas, en un cuarto que no es la cocina. El puto bicho o bichos se lo pasaba pipa. Cuando vuelvo a pasar por la fábrica, se lo comento al que dice que lo de la calefacción es mentira y lo flipa porque según nuestro contrato, tienen que venir en veinticuatro horas. Me quejo que no hace gracia trabajar con esos ruidos sobre ti y él toma cartas en el asunto y llama para leerle la cartilla al otro bosmongolo, solo que ese resultó que ahora estaba malo y de baja.

    Finalmente vienen los de la empresa de exterminio, en un día que yo no estaba allí y el gallego me manda por el güazá un mensaje diciéndome que estaba super-hiper-mega equivocado, que no eran ratoncillos, ni ratones, ni el ratoncito Pérez, que lo que hay son RATAS? NEGRAS, grandísimas. Le pregunto si ha vuelto a venir a laburar borracho porque el nombre en código para el joputa-musulmán-de-mielda al que se la tengo jurada es LA RATA y me dice que no, que aparte de LA RATA, ahora tenemos más ratas en el edificio. Pusieron trampas por todos lados.

    Pasa una semana, vuelvo a ir por allí y no oímos los ruidos sobre nuestra cabeza, pero en la cocina, en el lado en el que están el lavavajillas, el fregadero y las máquinas del café y del agua, en esa zona hay un pestazo a animal podrido que no veas, a cadáver en descomposición. Le pregunto al Gallego si él tiene algún problema de olfato y me dice que no, que él también lo güele (en canario, del verbo goler), pero que claro, él es ingeniero y está a lo suyo, que no es el pestazo. Al mediodía pillo a todo el mundo allí y les pregunto si tienen algún problema con el olfato y me confirman que allí hay un hedor a cadáver de que no veas, pero que punto en boca. En eso que aparece la jefa del panoli, le pregunto si lo güele, me lo confirma y le explico que ya pueden buscar por debajo de los muebles de la cocina, entre el fregadero y el lavavajillas, porque allí les espera su nuevo animal de compañía. Ya sin poder agarrarse a la excusa de la ignorancia porque ella sabe que yo al día siguiente iba a la fábrica y la iba a señalar, no con un dedo, con los diez dedos de las manos y si es necesario, yo hasta le tiro piedras y coge, llama al otro panoli y lo obliga a contactar con la empresa para que regresen de inmediato, que ya ella recibió la charla sobre el tipo de contrato que tenemos y por el que pagamos.

    Un día más tarde me llama el Gallego y me dice que sacaron una rata enorme de debajo de los muebles de la cocina, podridísima y que han dejado las trampas por si hay alguna más. Le pregunté si no pidió alguna trampa más grande para ver si pillamos a LA RATA, la otra, la joputa-terrorista-musulmán-de-mielda, pero me dijo que no, que para esa no tenían trampas.

    Desde entonces no hemos tenido más ruidos en el techo, pero ahora, los autistas del almacén dicen que se encuentran cagarrutas de ratón continuamente por allí, pero que claro, les da pereza informar, que debería ser considerado pecado mortal si tenemos en cuenta que uno de ellos es el capullo bosmongolo que tiene que hacer solo una llamada a la compañía, que el chamo debe tener los güevos como melones, porque mira que se la sudan las cosas. Después también me enteré que en la planta alta del edificio, los pijos corporativos que vienen una vez por semana se quejaron hacía un mes porque había ratones y por allí se mataron varios, con lo que hay algún tipo de agujero desde el exterior por el que todos estos compañeros sindicales entran y salen del edificio, pero vamos, que no voy a ser yo el que les de la idea. Que se lo curren entre ellos.

  • Día 4 – Fulidhoo – Kunaavashi Kandu 1

    12 de febrero de 2025

    Llegamos a mi cuarto día buceando en las Maldivas y la primera inmersión fue espectacular y llena de tiburones, que ya se puede ver en la imagen del vídeo. El lugar se llama Kunaavashi Kandu y debería estar en la lista de cualquiera a quien le guste bucear y ver tiburones. La música que acompaña este vídeo es la canción White Whisper, que también es del fabuloso y fantástico grupo Deep Forest, con lo que tenemos dos vídeos seguidos con su música.

    Aquí no hay descanso. Estamos bajando y ya veo dos tiburones de punta de aleta negra dando vueltas mientras nos acercamos al lugar con las corrientes fuertes, que es lo que ellos buscan. Nosotros vamos llegando poco a poco aprovechando la corriente a nuestro favor. Antes del primer minuto tenemos un gigantesco Napoleón, que estaba quieto delante nuestra y lo vemos marcharse. Después de eso pasa otro tiburón de punta de aleta negra y sobre el segundo minuto vemos también un atún, que nos distrae de los tiburones, que están por debajo de nosotros. En la zona hay muchos corales negros. Aquí ya empiezan a aparecer tiburones grises y de punta de aleta blanca, primero uno, después dos más y la cantidad sigue y sigue aumentando. Llegamos al sitio que les encanta por las corrientes fortísimas. Los tiburones tienen muy mala fama, pero yo los veo siempre como animales encantadores que van a su bola y si tú no los molestas, ellos a ti tampoco. En el tramo final tenemos un montón de tiburones, tantos que es difícil contarlos, bancos de peces y un montón de actividad. Hay fácilmente más de diez tiburones frente a nosotros. Todo un auténtico lujo.

  • Quizás sí fue un sueño

    11 de febrero de 2025

    El fin de semana en Málaga fue super-hiper-mega corto y el domingo pasada la una de la tarde, ya me veía en el tren de camino al aeropuerto. Desde el año pasado se puede pagar en el tren con tarjetas de crédito, o de débito, pero vamos, que el sistema no parece funcionar muy bien con los bancos extranjeros porque mi experiencia anterior y la actual han sido muy, pero que muy negativas, con lo que en el futuro compraré el ticket en la máquina, como hice siempre, que parece que el que hizo el sistema tenía menos luces que un agujero negro. Al llegar al aeropuerto, con mi mochilita del tamaño exacto requerido por Raianer para poner bajo el asiento y mi tarjeta de embarque en el telefonino con asiento del medio, que como soy pobre y no pago, no me ponen en una ventana ni de coña. Por una combinación estelar increíble, una que solo sucede cada milenio, llegué justo en un instante en el que no había gente para pasar el control de inseguridad y entré directamente, aunque me pidieron que abriera aquella micro-mochila y fliparon con la cantidad de comida que se puede meter en algo tan chiquitito y también fliparon con la ausencia total de ropa, que yo guardo la ropa que voy a tirar para estos viajes y las camisas, los gallumbos y los calcetines hicieron su último viaje.

    Al pasar el control de inseguridad tan rápido tuve un rato largo en el aeropuerto, así que me apalanqué en un lugar en el que podía ver las pantallas y cuando por fin pusieron la puerta de embarque, me acerqué a la misma, como doscientos pasajeros más, que el avión estaba petado. Ponen un laberinto para los que no tenemos prioridad y una colita minúscula para los que se piden la prioridad. El problema es que como todo el mundo compra la prioridad, que al final raianer saca más dinero con eso que con los billetes, esos bloquean el movimiento de gente en el aeropuerto y para cuando acaban con ellos, solo quedamos un puñado de julays por entrar en el avión. Me tiré al suelo y me desternillé cuando apareció un chamo con un trolley y una mochila grandísima y le dijeron que tenía que pagar por la mochila porque se pasaba de las dimensiones del segundo bulto que podía llevar en cabina con su prioridad. Su cara era un poema y al final, intentando que no se la cobraran, todos los pobres sin prioridad entramos primero y para cuando llegó al avión venía derrotado porque le cobraron y le facturaron el segundo bulto. Aquellos que creen que son más listos y espabilados que las ratas que dirigen las aerolíneas de bajo costo deberían volar solo en aviones privados, como hacen los suciolistas, podemitas y los facinerosos de los truscolanes, o eso que también se puede denominar, la CASTA.

    A ambos lados llevaba pavas neerlandesas. Cuando el avión estaba petado y sin un asiento libre, cerraron las puertas, el chófer quitó el freno de mano y comenzamos el regreso a casa. Despegamos hacia el mar, aunque yendo en el medio, no puedo decir nada más que no habrá vídeo de ese vuelo. Cuando estábamos a medio camino y las dos pavas comían la bazofia que venden en el avión, yo saqué mi bocadillo de jamón serrano Ibérico con tomate y con ese olorcillo flipante, las dos pavas prácticamente se echaron a llorar de puritita envidia. Mira que estaban desconsoladas, ellas con sus ultra-procesados carísimos comprados en el avión y yo con mi bocadillo de calidad, con pan de panadería de toda la vida.

    Sobre Francia el avión pilló turbulencias, pero nada espectacular, aunque la gente se altera mucho con estos eventos, cuando lo más sencillo es tener siempre el cinturón abrochado y tan felices. El chófer no tuvo suerte alguna y pese a que llegábamos en hora, lo obligaron a dar un rodeo y aterrizar en la Polderbaan, la pista esa que está en el recarajo y tardamos más de quince minutos en llegar a la terminal y mira que el chófer pisó el acelerador en tierra, pero llevábamos otros aviones delante y cuando alcanzó al que nos precedía, ya se tuvo que joder y seguir a velocidad de procesión. El piloto nos avisó que la temperatura era de tres grados bajo cero así que salimos al fresquito y como aparcaron en la última plaza de la terminal, o más bien los barracones, de ultra-bajo-costo, desde allí teníamos diez minutos andando hasta la salida. Resultó que mientras todo eso sucedía se escoñó un tren en los túneles del aeropuerto y para poder ir a mi keli, en lugar del tren directo, tuve que ir a otra estación y esperar allí quince minutos, que con tres grados bajo cero, es una espera al fresco. Algunos panolis sacaban sus telefoninos para continuar con su adicción. Yo prefiero dejar las manos con los guantes en los bolsillos de la chaqueta, que el frío en los dedos es lo peor de lo peor. Cuando por fin apareció el tren, todos luchamos por entrar los primeros.

    El tren llegó a Utrecht con un par de minutos de anticipo y me di un carrerón y conseguí pillar la conexión al tren local de mi barrio y me ahorré quince minutos allí. Una vez en el barrio, busqué mi cutre-bicicleta y seguí a mi casa, pedaleando con muchísimo cuidado porque no me quedaba claro si habían puesto sal en la zona, que están renovando los carriles bicis de mi barrio y como están a la mitad del proyecto, hay trayectos abiertos, trayectos cerrados, trayectos en diferentes estados de destrucción y construcción y los que ponen la sal igual se saltan tramos. Antes de marcharme el viernes ya programé la calefacción y cuando abrí la puerta de mi keli me recibió el agradable calor del hogar.

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