Ratoncillos, ratones y ratas


No estoy seguro si ya conté esto, pero bueno, siempre es interesante repetirse y creo que la mayor parte no lo he contado porque ha sucedido recientemente. Como todos sabemos, yo, siendo como soy de Uitverkorene, me muevo entre todas las ubicaciones de mi chamba en los Países Bajos, que son tres. Tienen la sede corporativa para Europa en el villorrio junto al aeropuerto, tienen una fábrica en Bolduque y tienen también un centro de reparación europedo en Bolduque, la fábrica en el norte de la ciudad y el centro ese en el este. Por lo general me muevo entre los dos edificios de Bolduque, en la fábrica está el mexicano y en el otro lado el gallego, así que voy a ambos y platico el español, sin leísmos mierdosos de esos de los podemitas y suciolistas. Por el aeropuerto paso menos, aunque allí también tengo muchos colegas y hasta algunos latinos. Salvo por el aeropuerto, en donde uso los escritorios para trabajo flexible, en los otros dos lugares tengo mi puesto. Durante el invierno, tiendo a ir más al centro de reparación por la sencilla razón que allí funciona mejor la calefacción, que en la fábrica paso un frío que no veas y por más que me quejo, el que lleva el mantenimiento del edificio dice que como nadie más se queja, son cosas mías y cuando alguien se va a quejar, él siempre me acusa a mí de estar detrás de la queja, que no es verdad, allí literalmente hace frío. Este invierno, he estado yendo dos días por semana al centro de reparación y uno a la fábrica, salvo por esta semana que me hice los tres lugares en tres días. Estando en el centro de reparación, noté que en la cocina, o lo que está habilitado como una cocina, ya que allí cocina, lo que se dice cocina, no hay, pero sí que hay muebles de cocina, horno microondas, tostadoras y demás. Regresando al relato, hace unas semanas noté que en los paneles del falso techo, en tres de las esquinas, había agujeros. Se lo comento al gallego y me dice que sí, que aparecieron durante el fin de semana y que seguramente son ratones, o quizás incluso el ratoncito Pérez. Él tan feliz como una lombriz y le pregunto si alguien ha informado y me dice que ya lo hará algún otro, así que comienzo la investigación y todos estos autistas en su espectro esperaban tranquilamente a que sea otro el que avise, incluyendo el que está a cargo del edificio y que es el único que puede contactar con la empresa de exterminio de plagas con la que tienen un contrato. Sutilmente, o quizás no tan sutilmente, hablo con su jefa y le pregunto que hasta cuando se va a estar tocando el piporro, que ya debería haberle dado la orden al otro bosmongolo para que llame.

La semana siguiente, regreso y me informan que ya han llamado y tienen cita previa para dentro de una semana. Ese mismo día, además de más agujeros en los paneles de la cocina, es que oíamos correr, cabalgar, caminar y bailar al ratón en los paneles sobre nuestras cabezas, en un cuarto que no es la cocina. El puto bicho o bichos se lo pasaba pipa. Cuando vuelvo a pasar por la fábrica, se lo comento al que dice que lo de la calefacción es mentira y lo flipa porque según nuestro contrato, tienen que venir en veinticuatro horas. Me quejo que no hace gracia trabajar con esos ruidos sobre ti y él toma cartas en el asunto y llama para leerle la cartilla al otro bosmongolo, solo que ese resultó que ahora estaba malo y de baja.

Finalmente vienen los de la empresa de exterminio, en un día que yo no estaba allí y el gallego me manda por el güazá un mensaje diciéndome que estaba super-hiper-mega equivocado, que no eran ratoncillos, ni ratones, ni el ratoncito Pérez, que lo que hay son RATAS? NEGRAS, grandísimas. Le pregunto si ha vuelto a venir a laburar borracho porque el nombre en código para el joputa-musulmán-de-mielda al que se la tengo jurada es LA RATA y me dice que no, que aparte de LA RATA, ahora tenemos más ratas en el edificio. Pusieron trampas por todos lados.

Pasa una semana, vuelvo a ir por allí y no oímos los ruidos sobre nuestra cabeza, pero en la cocina, en el lado en el que están el lavavajillas, el fregadero y las máquinas del café y del agua, en esa zona hay un pestazo a animal podrido que no veas, a cadáver en descomposición. Le pregunto al Gallego si él tiene algún problema de olfato y me dice que no, que él también lo güele (en canario, del verbo goler), pero que claro, él es ingeniero y está a lo suyo, que no es el pestazo. Al mediodía pillo a todo el mundo allí y les pregunto si tienen algún problema con el olfato y me confirman que allí hay un hedor a cadáver de que no veas, pero que punto en boca. En eso que aparece la jefa del panoli, le pregunto si lo güele, me lo confirma y le explico que ya pueden buscar por debajo de los muebles de la cocina, entre el fregadero y el lavavajillas, porque allí les espera su nuevo animal de compañía. Ya sin poder agarrarse a la excusa de la ignorancia porque ella sabe que yo al día siguiente iba a la fábrica y la iba a señalar, no con un dedo, con los diez dedos de las manos y si es necesario, yo hasta le tiro piedras y coge, llama al otro panoli y lo obliga a contactar con la empresa para que regresen de inmediato, que ya ella recibió la charla sobre el tipo de contrato que tenemos y por el que pagamos.

Un día más tarde me llama el Gallego y me dice que sacaron una rata enorme de debajo de los muebles de la cocina, podridísima y que han dejado las trampas por si hay alguna más. Le pregunté si no pidió alguna trampa más grande para ver si pillamos a LA RATA, la otra, la joputa-terrorista-musulmán-de-mielda, pero me dijo que no, que para esa no tenían trampas.

Desde entonces no hemos tenido más ruidos en el techo, pero ahora, los autistas del almacén dicen que se encuentran cagarrutas de ratón continuamente por allí, pero que claro, les da pereza informar, que debería ser considerado pecado mortal si tenemos en cuenta que uno de ellos es el capullo bosmongolo que tiene que hacer solo una llamada a la compañía, que el chamo debe tener los güevos como melones, porque mira que se la sudan las cosas. Después también me enteré que en la planta alta del edificio, los pijos corporativos que vienen una vez por semana se quejaron hacía un mes porque había ratones y por allí se mataron varios, con lo que hay algún tipo de agujero desde el exterior por el que todos estos compañeros sindicales entran y salen del edificio, pero vamos, que no voy a ser yo el que les de la idea. Que se lo curren entre ellos.


Una respuesta a “Ratoncillos, ratones y ratas”

  1. Que asco, pero para la rata de dos patas, en lugar de trampa, lo mejor es el cianuro en un cafelito, cerveza o lo que sea que le guste… 🙂
    Salud

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