A veces me sorprende el interés que se desata por algo que pongo por aquí y a lo que yo no le doy más importancia. Vivo mi vida dejando entrever cosillas de la misma a través de esta bitácora y guardando una gran parte para mí y mis amigos. También me sorprende el cariño que algunos me tienen y como lo demuestran siempre que pueden. Mis erráticos movimientos son considerados excentricidades y aceptados socialmente sin más problemas, aunque esa misma actitud no se considera aceptable cuando proviene de otras personas. Como me decía la novia de un amigo hace poco You are a Showman y sonreía. Según ella, si yo acudo a la cena, si formo parte del grupo, todos tienden a pensar que ese día se lo han pasado en grande aunque no ha habido nada especial. Cuando yo no estoy es una cita más, otra cena, otra noche de bares sin más encanto.
En el trabajo sucede lo mismo. No sé, si fuera un paranoico de mierda seguro que me inventaría teorías conspirativas y me vería en el Centro del Universo, sentiría que todo se mueve a mi alrededor por algún motivo específico y sin mí las cosas no podrían funcionar. En realidad pensé eso durante toda mi infancia y gran parte de mi adolescencia. Me veía como un ser único y al que había que proteger de todo y de todos. Quizás por eso levanté tantas barreras para protegerme. Creé una enorme cebolla llena de capas que bloqueaban el acceso al potente núcleo central y dejé que dicha barrera aumentara hasta alcanzar proporciones dantescas. Mi liberación vino cuando emigré, conocí a un montón de gente nueva que no conocían mi historia y a las que gustaba lo que yo ponía a su alcance. Han sido (y son) grupos variados, gente que no tiene por qué tener relación entre ellas. Soy consciente que mi forma de tratarlos es totalmente distinta a los que dejé atrás, es más desinhibida, más libre. Ni conozco sus antecedentes ni ellos los míos y ni siquiera me interesa saberlos. A veces en la conversación sale algún detalle o yo cuento algo de mi pasado y no le damos mayor importancia porque sabemos que pertenece a un mundo anterior, una etapa que ya está cerrada hace tiempo y que no es necesaria en la actualidad.
Los otros seres humanos son universos desconocidos en donde quizás haya algo interesante que descubrir y que exploro con curiosidad. Todo forma parte de una danza cósmica, un baile con una música muy curiosa llamada vida y que parece terminar con la muerte de uno. Sigo bailando al ritmo de esa música y disfrutando con ella, regalando lo que quiero y aceptando aquello que me ofrecen y por la noche, en la obscuridad que precede al sueño, doy gracias a quien quiera que creó este juego porque me lo estoy pasando muy bien.
Ahora también sé que emigrar formaba parte de mi evolución, que podría haberme quedado en donde estaba y volverme un ente gris y triste sin mayores aspiraciones pero mi rebeldía me libró de ese terrible futuro y conseguí escribir otro muy diferente, no sé si mejor o peor pero al menos infinitamente más interesante y lleno de sorpresas.
Esta noche esperaba el tren en la estación y trataba de imaginar otro lugar en el que me gustaría estar pero no podía porque estoy en casa, en el sitio que siempre quise estar aunque no lo sabía. En el tren reflexionaba sobre mi pasado, mi presente y mi futuro y una musiquilla machacona me recordaba que el libro de mi vida lo estoy escribiendo yo y que aún quedan un montón de capítulos llenos de sorpresas.
Ya cerca de mi casa se me ocurrió una idea tonta, algo que seguramente alguien ya ha enunciado. Las ganas de mear son siempre inversamente proporcionales a la distancia hasta el baño que ya has decidido usar. Esto se cumple siempre. En el tren estaba sentado justo al lado de un baño y no tenía malditas ganas. En la guagua me acordé y al instante me entraron ganas, que fueron creciendo conforme quemábamos paradas y llegábamos a nuestra meta y el tramo final, los últimos cincuenta metros andando, esos fueron como la escalada a una gran montaña después de horas de sufrimiento. No veía la hora de llegar y cada paso en dirección a mi hogar duplicaba las ganas y me cegaba. Llegué a la puerta y abrí sin pararme ni a cerrar. Sólo tenía una cosa en mi mente y era alcanzar el baño y descargar.
Ha sido un día lleno de actividades, interesante y extraño, uno de esos que otros recordarán durante mucho tiempo. Mañana unos pocos no hablarán de otra cosa. Para mí será una nueva aventura que disfrutaré enormemente. Gracias a Dios por permitírmelo.