Uno de mis amigos holandeses que es científico de pro y que ha estudiado las altas y las bajas ciencias del universo y al que se le cierran las chacras por culpa de los males del mundo me invitó el otro día a su casa a cenar comida griega cocinada por su nueva, flamante y espectacular esposa rusa, un pedazo de hembra aún en periodo de garantía que ha comprado por prácticamente nada y que se amortiza en cuatro folladas y tres mamadas y media si tenemos en cuenta los precios del mercado del centro de Europa. La mujer es como los arretrancos esos que pasan telas en los desfiles de moda pero con carne suficiente y sin anorexia ni bulimia. No habla ningún idioma que podamos entender pero como que no nos preocupaba el concepto porque si sabe cocinar, le come el nabo al colega y se la deja endiñar por culo, puede pasar la ITV de cualquier buen y cristiano esposo y con el tiempo seguro que llega a articular palabras coherentes.
Mientras me daban el paseo por la casa para que admire los progresos en todas las obras que han hecho en los últimos meses y de los que he oído hablar con frecuencia en nuestras confidencias de máquina de café, cruzamos por el jardín para ir a la caseta de las ocho bicicletas que tiene y así alucinar con sus paneles fotovoltaicos que introducen energía eléctrica en la red de la casa, no en cantidad suficiente para reemplazar totalmente a la compañía eléctrica pero sí lo bastante como para ahorrar dinero en la factura. De camino al lugar me fijé en el conjunto folclórico-pringles-paprika con router inalámbrico y no pude resistirme a hacerle una foto. La misión de este sofisticado equipo realizado a partir de instrucciones obtenidas de internet no es otra que conectar la casa de los ancestros con la gran Red de Redes. Sus padres viven a unos doscientos metros y ahora se han visto teletransportados al siglo veintiuno de la mano de un hijo hacendoso y eficaz que no solo es capaz de solucionar su pequeño problema con las pajas de una forma expedita y limpia sino que además se ocupa de que ellos tengan la posibilidad de descubrir todos esos lugares pornos que están ahí para que nosotros, humildes siervos del Dios de los cristianos, los encontremos.
Me encantó la capsula de plástico que protege a todo el conjunto de las inclemencias del tiempo holandés. Al parecer los pringles de paprika (pimiento) son más dados a la hora de transportar las señales inalámbricas y consiguen mejores niveles en el destino.
Me ha dicho que para este invierno piensa elaborar un prototipo de un convertidor de Lentjas, una máquina que transforme la energía positiva expelida por salva sea la parte después de la ingesta de los platos de lentejas y garbanzos y que pretende convertir en gas ciudad que pueda usar en su propia cocina.