Cuando uno se engancha al tren de la educación tiene que tener claras sus limitaciones. Yo siempre fui de ciencias, porque era algo que podía comprender y hasta cierto punto reconocía las pautas que me mostraban en los libros o me leían los profesores en clase, que al fin y al cabo la mayor parte de ese colectivo carece de dotes para la comunicación y se limitan a indicarnos la página en la que podemos adquirir el conocimiento. Esto es aún más cierto cuanto más elevada es la educación y al llegar a la Universidad si hay una verdad absoluta es que aprovechas mejor tu tiempo no yendo a clase porque la mayor parte de esos que deben ilustrarte son fracasados que no valen para el mercado laboral y acaban sus días jodiendo a sus alumnos ya que no pueden aspirar a más. A mí me hubiera gustado ser de letras, tener la chispa esa que dispara las palabras y disfrutar con la belleza de los textos clásicos pero no pudo ser y cada vez tengo más claro que aunque quisiera jamás lo habría conseguido porque en las letras no hay mucha lógica, no existe la belleza del orden y definitivamente no se puede demostrar nada siguiendo un conjunto de normas previamente conocidas.
Los idiomas entran para mí en el grupo de las letras y por desgracia también soy un negado para ellos. Logré amaestrar el inglés porque seguramente me iniciaron desde muy pequeño y pasé dos veranos completos en los Estados Unidos pero más allá de eso no voy a conseguir grandes éxitos. Tampoco me importa que no es moco de pavo ser totalmente bilingüe y pensar, soñar, hablar, odiar y amar tanto en español como en inglés tiene su encanto. El holandés me ha llegado muy tarde y no hay forma de amaestrarlo, aunque seguiré intentándolo y no desistiré. Esta semana en clase tuvimos una amarga despedida. Aquella que llegó de Los Angeles y estaba únicamente de visita por un par de meses ha de volver a casa y en nuestra clase tenemos la primera baja, ya que no cuento al Chino como un miembro estable del colectivo. Se va con su melena indómita, esa misma que hace rabiar de insidiosa envidia a las compañeras porque su pelo siempre parece perfecto y ella reconoce sin problemas que le toma más de una hora para estar así de esplendorosa a las nueve de la mañana. Se va una diva pero aún nos queda el clan de las Rusas, una banda compacta de mujeres que han descubierto el amor verdadero a través de esa gran santa que es Santa VISA.
Mis problemas con el holandés son simples de entender. Por una parte está la forma de crear las frases subordinadas y aquellas que tienen verbos compuestos. Lo de llevar el verbo al final no va conmigo, especialmente en el idioma hablado. No puedo pensar una frase en la que el verbo es la pieza fundamental a la hora de transmitir la información y tener que mantener esa pieza central oculta hasta el último momento. Por ahora lo estoy supliendo con frases cortas. En lugar de decir Ayer he con mis amigos por la tarde en Amsterdam al cine ido, que sería la forma de montar la frase en holandés yo digo Ayer fui al cine. Fui con mis amigos. Fue en Amsterdam y así capeo el temporal y mi cerebro procesa con relativa velocidad pequeñas piezas de información.
Mi siguiente problema con el holandés es la maldita partícula er. Son solo dos letras, pero bien puñeteras. Er se puede usar de un montón de formas distintas. Yo con mi limitado holandés conozco tres de ellas, todas diferentes, todas con sus reglas y excepciones y eso es lo que me desquicia. En realidad es una palabra que sustituye a otras, que aporta contenido relativo al lugar o a la persona o a otras cosas, una especie de pronombre que en realidad no lo es. Si lo veo en un escrito puedo llegar a captar el significado pero si alguien lo usa mientras habla lo más normal es que me pierda completamente y no sepa por donde van los tiros. Es como si se te escapa la señal portadora y allí donde escuchabas música pasas a oír ruido. Espero que esto no sea una enfermedad incurable y algún día llegaré a usar uno de esos er en alguna frase estúpida y será un momento mágico.
Finalmente mi tercer problema con el idioma son los pronombres reflexivos y la forma de usarlos. Ahora que lo pienso en español son también igual o más complejos y yo no podría explicárselo a un extranjero. Pongamos por ejemplo cascársela. Si alguien trata de averiguar como sabemos que yo me la casco, tú te la cascas y él se la casca, no sabría como contárselo. Aún más complejo sería decirle que Ella NO se la casca porque a ella se la endiñan. A cualquier extranjero que ve esto en nuestro idioma seguro que le vienen a la cabeza un montón de preguntas relacionadas con esos me-te-se y no digamos de los la que tenemos por ahí sueltos. Pues bien, eso lo hacemos de forma natural, tanto cascárnosla como entender el significado del acto reflexivo que ello conlleva. Ahora crucemos la línea del holandés y las reglas son distintas. Los pronombres reflexivos son diferentes, su uso es otro y para hacerlo aún peor, algunos son exactamente igual que los pronombres personales y no los puedes omitir. Así, un verbo tan simple, sencillo y modesto como el verbo sentir se torna en una pesadilla reflexiva, particularmente cuando hablas de los sentimientos de la segunda persona del singular y si le preguntas a un amigo si está malito (se siente enfermo) sería algo como Voel je je ziek? y la pronunciación de esos dos je je es yeye y claro, me entra la risa boba y en la puta vida conseguiré usar el reflexivo porque es como muy Yeyé. Tendré que encontrar alternativas no reflexivas o de otra forma no lo conseguiré.
Así que en esta semana he aprendido a complicarme la vida de una forma reflexiva, he aprendido a distinguir entre el pasado perfecto e impecable del pasado imperfecto y desastroso y para procesar todo este exceso de información nos han dado una semana de vacaciones en la que procuraré restaurar todas la partes de mi cerebro que han sido dañadas por tanto galimatías idiomático.