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  • Sombras en la noche

    19 de septiembre de 2007

    Abrió los ojos al despertarse de pronto. Estaba muy oscuro, solo unos delicados rayos de luz entraban a través de la ventana y por el tipo de luz que traían debían ser lunares. Pese a no recordarlo supuso que escuchó algún ruido fuera de la casa, quizás un animal pasando junto a la puerta.

    Se dio la vuelta y se puso boca arriba. Sus ojos se comenzaron a habituar a la falta de luz y poco a poco comenzó a discernir las formas de los muebles y las líneas de la habitación. Hacía frío. Se colaba por los bajos de la puerta. Mirando hacia el techo sus ojos creaban formas con las sombras, imaginaban seres que su cerebro inmediatamente etiquetaba. Entre todo ese universo gris destacaba un punto negro, una marca situada directamente sobre ella. Trató de enfocarla pero no había suficiente luz y no podía verla claramente.

    En su cabeza pensamientos sueltos se despertaban y le llegaban por ráfagas. ¿qué preparar para cenar mañana? … Me compro aquellos zapatos que vi el otro día … ¿adonde iremos de vacaciones este año? … Será cierto lo de Teresa … hilos de pensamiento que se sucedían sin orden mientras ella trataba de centrarse y volver a recuperar el sueño.

    El punto negro aumentaba de tamaño lentamente pero aún no podía distinguir lo que era. Fijó su atención en el mismo y por instantes parecía moverse. Aún era muy pequeño. Se llevó las manos a la cara y se restregó los ojos. Quizás era una de esas manchas que vemos en ocasiones al no estar habituados a la oscuridad, esas zonas negras que nos acompañan mientras caminamos por pasillos sin iluminar en nuestro camino hacia el baño y que por la mañana habrán desaparecido. Se fijó en una de las paredes y allí no estaba. Era raro porque si fuera una de esas sombras tendría que verla en el mismo lugar. Cerró un ojo y dejó el otro abierto. Seguía allí, ahora sin perspectiva de distancia pero en el mismo lugar y puede que un poco más grande.

    Cerró los ojos y decidió que no merecía la pena perder el tiempo con aquello, que era mejor volver a los sueños, ya fueran dulces o terribles. El frío le golpeaba un poco en la cara y se tapó dejando solo una pequeña zona expuesta. Aplastó la cabeza aún más en la almohada para que esta la rodeara y notó en sus orejas el frescor de la tela. Se quedó quieta, respirando tranquilamente y no sucedió nada. Esperó un par de minutos y trató de despejar su mente pero no lo conseguía, el cerebro seguía desbocado y no podía dormirse. Abrió los ojos de nuevo.

    La mancha negra era enorme y ahora estaba sobre ella. Trató de enfocarla y después de unos segundos una inquietante idea surgió de algún remoto lugar de su cabeza. Era una araña que descendía desde el techo, una araña grande y peluda que estaba bajando directamente hacia su cara. Ahora la podía ver claramente, distinguía sus partes y la certeza de su descubrimiento la impulsó para saltar de la cama horrorizada.

    Al ponerse en pie y verlo desde otra perspectiva notó que lo que a ella le parecía desmedidamente grande no era más que un pequeño insecto pero aún así no se sintió tranquila. No le gustaban las arañas. Es más, las odiaba. Una sombra se movió tenuemente en la ventana y al mirar hacia allí vio unos ojos que la observaban fijamente. Por fuera de la casa alguien estaba espiándola. Pensó que estaba dejándose llevar por el pánico y que seguro que era una de esas jugarretas de nuestro cerebro al levantarnos y trató de distinguir los contornos familiares del paisaje que se podían ver por la ventana pero seguía viendo una forma humana, quieta y que la miraba atentamente.

    Ahora no sabía si prestar más atención a la araña que se dirigía hacia la cama o a aquella sombra que podía ser una persona. En los instantes que dudó la sombra se movió y ahora no tuvo ninguna duda. La espiaban. Se acercó temblando a la ventana y pudo ver la fugaz estela de una vieja que corría por el camino alejándose de la casa, cubierta con telas negras y con unas manos arrugadas y a las que la luz de la luna volvía grises agarrando un palo alargado. La vieja se detuvo después de unos pasos y miró hacia atrás y en su rostro pudo ver odio y rencor.

    Se acercó a la mesilla de noche y cogió el teléfono. Estaba apagado. Pulsó con desesperación el botón de encendido y la espera hasta que el teléfono estuvo operativo le pareció interminable. La araña ya era historia, no le preocupaba en absoluto. Ahora lo que quería era pedir ayuda a alguien. Se sentó en el borde de la cama para hacer la llamada y tras unos momentos se acordó de la araña. Saltó como un resorte e inmediatamente sintió picores por todo su cuerpo, como si la araña se hubiera multiplicado y cientos de ellas la atacaran.

    En todo este tiempo no se le había ocurrido encender la luz, seguía en la penumbra. Fue en el momento en el que activó el interruptor cuando vio el hacha alzado en el aire y cuando reaccionó y fue a gritar lo sintió golpeándola en el cuello y separando la cabeza del cuerpo. El cuerpo se desplomó mientras la cabeza golpeaba la pared y rebotaba cayendo sobre la cama. La boca seguía abierta, como si siguiera a punto de lanzar su alarido. La sangre comenzó a extenderse por las sábanas mientras la araña corría asustada por la luz y se refugiaba dentro de la boca.

  • U.S. Supreme Court

    19 de septiembre de 2007
    U.S. Supreme Court

    U.S. Supreme Court, originally uploaded by sulaco_rm.

    El U.S. Supreme Court Building (Edificio de la Corte Suprema de los Estados Unidos) es bastante reciente. Fue inaugurado en 1935 y se encuentra justo al lado del Capitolio, en el número 1 de la 1st St. N.E. de Washington D.C. Parece un gran templo antiguo con esas grandiosas columnas y las dos figuras que flanquean la entrada, a la izquierda la contemplación de la Justicia y a la derecha la autoridad de la Ley. Casualmente el día que hice la foto había algún tipo de rueda de prensa y a un lado estaban congregados un montón de periodistas helados de frío y esperando que salieran aquellos que tenían que hablar. Como curiosidad decir que una de las salas interiores está revestida de mármol español.

  • La casa de la montaña

    18 de septiembre de 2007

    Cuentan que las luces de la casa se podían ver encendidas en las obscuras noches de invierno, que la gente escuchaba gritos lejanos que provenían del interior del edificio. Muchos en el pueblo juran haber visto esas luces y escuchado los gritos pero lo único cierto es que la casa está abandonada desde hace más de un siglo y se está cayendo a cachos.

    Ya nadie sabe muy bien quién vivió allí y los registros del pueblo desaparecieron en alguna de las batallas que sucedieron por aquellos lares durante la segunda Guerra Mundial. Tampoco hubo nunca mucho interés por ocupar el edificio y devolverle algo del esplendor que quizás tuvo en su momento. Está lejos de todo, sin carreteras ni caminos que te acerquen, sin agua en sus alrededores y acompañada por un espeso bosque que parece rodearla aunque no se atreve a tomar posesión del terreno y quizás las vistas serían lo único que animaría a alguien a mudarse allí. Ni siquiera los jóvenes del pueblo subían al lugar. No hablaban de ello pero lo temían.

    El día que la caravana de vehículos llegó al pueblo nadie se lo esperaba. Se pararon a comprar algunas provisiones en el lugar. Decían pertenecer a un grupo de meditación y querían perderse en el campo durante una semana, en algún sitio lejos de todos. Las tres horas de caminata les pareció algo bueno ya que así estarían solos. La falta de agua no les importaba, la llevarían con ellos y si necesitaban más mandarían gente al pueblo. Alguien les marcó en un mapa el camino y los vieron subir por la ladera, ayudándose unos a otros y muy decididos.

    Esa fue la última vez que se supo de ellos. Fue hace dos semanas. Nunca volvieron a bajar. Y lo malo es que nadie quería subir.

    Avisaron a la policía estatal y estos mandaron un equipo de investigadores. Estuvieron merodeando alrededor de los coches de los excursionistas y tomaron muchas notas pero no hicieron ningún esfuerzo por ir tras ellos. Se marcharon prometiendo volver y cuando lo hicieron era otro equipo, más preparados para subir a la montaña. Tenían emisoras y subieron siguiendo el mismo camino. En ese grupo iba yo.

    Al salir del pueblo probamos las emisoras y contactamos con nuestros compañeros. Todo iba bien. El día era perfecto para caminar, ni muy frío ni muy caluroso. Llevaba una pequeña mochila con algo de equipamiento médico y agua. Si veíamos algo raro avisaríamos para que manden el helicóptero así que no teníamos que preocuparnos y llevar un exceso de equipo.

    Caminar por el monte es siempre agradable, es una actividad que te permite pensar en tus cosas ya que es muy mecánica. De cuando en cuando veíamos aparecer la casa a lo lejos y así sabíamos que la dirección era la correcta. Eso y un GPS que marcaba nuestra posición en unas cartas militares. Tras una hora habíamos recorrido más de la mitad de la distancia y el paisaje comenzaba a cambiar, era más agreste, con menos senderos creados por los animales. Cuando nos metíamos en el bosque caía la temperatura y nos rodeaba una penumbra bastante espesa. Las pinochas cubrían el suelo y a veces tenía que andar con cuidado para no resbalar. En lo alto de los árboles se oía de cuando en cuando un pájaro pero mayormente predominaba el roce de las ramas y las hojas. No había ningún tipo de matojos bajo la cúpula formada por los árboles. Solo veíamos otras plantas en los claros en los que parecían haberse refugiado. Unas zonas extrañas en las que los árboles habían muerto o desaparecido. Algunos de esos claros eran más grandes que los otros y varios parecían recientes.

    Mirando hacia la casa me pareció ver luz en una ventana pero la impresión fue muy fugaz y no pude confirmarla. Ya estábamos cerca del lugar y no veíamos ningún rastro de los desaparecidos. Me maravilló el tamaño del edificio. Era más bien una mansión de dos plantas con al menos cinco ventanas por cada lado. Parecía tener una planta cuadrada. No había cristales en las ventanas. Para construirla seguro que subieron todos los materiales con burros o caballos. Las vistas eran preciosas, con todo el valle a sus pies. A lo lejos se podía ver el pueblo y la carretera que llegaba serpenteando al mismo. Nos dividimos en dos equipos. Yo entraría con un compañero en la casa y los otros dos revisarían los alrededores. Nos acercamos al hueco de la puerta, la cual había desaparecido seguramente comida por el tiempo. Encendimos las linternas y entramos cuidadosamente. No había arañas ni rastro de otros animales. ?nicamente el tiempo parecía erosionar el edificio y pequeños montones de polvo se acumulaban en algunos rincones. La casa estaba vacía, sin muebles, sin nada. Una sucesión de habitaciones en muy mal estado y en las que la madera se estaba pudriendo. No nos atrevimos a subir la escalera porque no daba la impresión de aguantar el peso de una persona y en un tramo estaba rota pero allí no había entrado nadie.

    La puerta trasera estaba tirada sobre el suelo de la cocina y desde allí se salía a una especie de patio posterior. Allí no había nada. Ni nadie. Avisamos al otro equipo usando las emisoras y ellos tampoco vieron nada. Ni mochilas, ni restos de hogueras o de un campamento. Nada. Allí no había estado nadie en mucho tiempo. No había ni dibujos en las paredes de esos que dejan los jóvenes cuando hacen sus excursiones para fumar y beber escuchando música.

    El edificio no parecía tener sótano, al menos no había ninguna entrada. Caminamos por los alrededores y lo único peculiar era la forma en la que la vegetación se detenía en sus alrededores y se negaba a avanzar hacia la casa, como si alguien o algo aún ejerciera de jardinero y no permitiese la invasión de las plantas.

    Volvimos hacia el pueblo por otro camino y tampoco encontramos nada que se saliera de lo habitual. En una ocasión escuchamos un grito desgarrado pero pudo ser algún ave. El sonido me puso los pelos de la nuca de punta, parecía una mujer a la que estaban torturando. Seguimos la dirección del ruido pero solo encontramos un claro, una de esas anomalías en el bosque en la que un pequeño matorral estaba comenzando a crecer.

    Al final de la tarde estábamos de vuelta al pueblo sin noticias de la gente desaparecida. Dos equipos más de rastreo se unieron a nosotros y en los días siguientes batimos la zona pero nunca encontramos nada. Tras unas semanas las familias de algunos de ellos se llevaron los vehículos. Nunca sabremos qué pasó en aquel lugar o a donde fueron los excursionistas. En el pueblo nadie habla de la casa en lo alto de la montaña. Algo malo vive allí y lo mejor es dejarlo en paz.

  • Union Station

    18 de septiembre de 2007
    Union Station

    Union Station, originally uploaded by sulaco_rm.

    Por pura casualidad la foto de la Union Station de Washington llega un par de semanas antes de que se cumpla su primer centenario. Esta estación de trenes era la espectacular puerta a la ciudad hasta que los aviones relegaron a los trenes de su privilegiada posición como medio de transporte. Cuando se inauguró era el edificio con más amplio de los Estados Unidos y la mayor estación de trenes del mundo.

    En la actualidad siguen pasando por su interior más de treinta y dos millones de personas cada año, es el lugar más visitado de la ciudad y tiene uno de las mejores áreas de restauración que he visto en mi vida. Su inmenso vestíbulo está lleno de tiendas de lujo y tras una restauración hace un par de décadas luce tan espléndida como el día que se inauguró.

    A la entrada hay una réplica de la Liberty Bell (Campana de la Libertad) que está en Pensilvania.

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