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  • Brother Odd – Dean Koontz

    5 de mayo de 2007

    Brother Odd - Dean KoontzDespués de haber leído Odd Thomas y Brother Odd y haberme declarado fan incondicional de este extraño joven me moría de ganas para echarle el diente a Forever Odd, el último capítulo de su vida. Yo solo sigo a un par de escritores y Dean Koontz es uno de ellos. Me gusta la forma que tiene de desenvolver sus personajes, lo exótico de las historias y la sensación que siempre tengo al leer sus libros de conocer a la gente de la que habla e incluso haber estado en los lugares que describe. Por supuesto es un autor de bestsellers y seguro que por eso no está al alcance de muchos que rechazan ese tipo de libros en busca de autores más respetables. Yo seguiré con mi filosofía de leo lo que me entretiene espero que por mucho tiempo.

    Odd Thomas se ha marchado de Pico Mondo buscando algo de paz y tranquilidad. El lugar elegido es un monasterio en el medio de la nada en algún lugar de California, un sitio en donde espera no tener que lidiar con muertos y con desastres a gran escala. Nuestro héroe se las promete felices en el lugar, entre monjas y monjes y con un asilo de niños abandonados. Sin embargo el destino le tiene reservada una gran tormenta que los aislará y durante la misma aquel que ya lo ha perseguido volverá a hacer de las suyas y a intentar sembrar la muerte en el lugar. Odd recibirá la ayuda como siempre del espíritu de Elvis Presley que desde el primer libro lo acompaña sin hablar adonde quiera que vaya.

    El cambio de escenario le ha sentado de escándalo a Odd Thomas. La exposición a los monjes y su tipo de vida le da un cierto encanto e incrementa su aura de misterio. Toda la introducción de la historia es fascinante y la forma en la que la cosa se va torciendo y el cómo reaccionan nuestros protagonistas te atrapa y te obliga a seguir y seguir hasta que has terminado el libro. Por ser una tercera parte pensaba que caería mi interés y se repetiría demasiado pero lo cierto es que este es mi favorito de entre los libros de Odd Thomas, es el más completo y el que mejor ha quedado.

    El extracto habitual viene en esta ocasión de la página del libro en la editorial Bantam Dell:

    St. Bartholomew?s Abbey sits in majestic solitude amid the wild peaks of California?s high Sierra, a haven for children otherwise abandoned, and a sanctuary for those seeking insight. Odd Thomas has come here to learn to live fully again, and among the eccentric monks, their other guests, and the nuns and young students of the attached convent school, he has begun to find his way. The silent spirits of the dead who visited him in his earlier life are mercifully absent, save for the bell-ringing Brother Constantine and Odd?s steady companion, the King of Rock ‘n’ Roll.

    But trouble has a way of finding Odd Thomas, and it slinks back onto his path in the form of the sinister bodachs he has met previously, the black shades who herald death and disaster, and who come late one December night to hover above the abbey?s most precious charges. For Odd is about to face an enemy who eclipses any he has yet encountered, as he embarks on a journey of mystery, wonder, and sheer suspense that surpasses all that has come before.

    Salvo que seas capaz de leer en inglés tendrás que esperar un buen tiempo antes de verlo publicado en español. Si la barrera idiomática no te supone ningún problema, esta es una historia que no puedes perderte.
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    Technorati Tags: libros, Dean Koontz, Brother Odd

  • Lasaña de carne

    4 de mayo de 2007

    Uno de los primeros platos que aprendí a cocinar fue la Lasaña boloñesa. Le he cambiado el título a Lasaña de carne porque ya no estoy muy seguro que mi salsa se ajuste a los rigurosos criterios de la salsa Boloñesa. Con los años la receta ha ido variando, simplificándose y cogiendo rodaje. Debo haber cocinado esta lasaña cientos de veces, sin exagerar. En mis primeros años en Holanda cualquier que venía a mi casa de visita era agasajado con la receta de Lasaña de carne. Después fui variando hacia los Calamares rellenos y otras cosas pero eso no quiere decir que haya dejado de cocinarla. De hecho lo que hago en la actualidad es preparar la Lasaña, comerme una porción y congelar las otras para futuras cenas.

    Frente a la sencillez de otras recetas que se hacen en un momento hacer una lasaña requiere tiempo y lo que hacemos es preparar diferentes cosas que al final terminarán uniéndose. Tendremos que hacer la salsa de carne, la salsa bechamel y finalmente la lasaña. Cuando no tengo mucho tiempo preparo la salsa de carne el día anterior y la guardo en la nevera o incluso congelada. De esta forma puedo tener una lasaña lista en menos de una hora.

    Las cantidades que uso son como para cuatro personas, una bandeja no muy grande. Me suele sobrar algo de salsa de carne que dependiendo de la cantidad uso en algún plato de espaguetis o me los como directamente desde el caldero.

    Los Ingredientes:

    • Para la salsa de carne: Medio kilo de carne picada, 1 hoja de laurel, 1 cebolla , 1 zanahoria, 1 dl. de aceite de oliva, un cuarto de litro de vino tinto, 1 bote de puré de tomate (unos 40 cl., sal y pimienta.
    • Para la salsa bechamel: 125 gr. Harina, 125 gr. Mantequilla, 1 l. de leche, nuez moscada, sal y pimienta
    • Para la lasaña: Unas 12 láminas de lasañas (dependerá del tamaño de la bandeja, la salsa de carne, la salsa de bechamel y 50 gramos de queso parmesano rallado.

    La Implementación:
    Para la salsa de carne cortamos la cebolla y la zanahoria muy finas y rehogamos en el aceite con la hoja de laurel. Cuando está blandita dejamos que se enfríe un poco y añadimos la carne. Sazonar y rehogar hasta que la carne esté medio hecha. Se añade el vino y se cocina hasta que se reduce a la mitad a fuego fuerte, se agrega el puré de tomate y se cocina a fuego no muy alto durante unos veinte minutos o hasta que veáis que la salsa está hecha.

    Para la salsa bechamel se derrite la mantequilla en una sartén grande y honda y se añade la harina removiendo constantemente para que no se queme. Añadir la leche tibia poco a poco y remover constantemente para que no se hagan grumos. Esto último es muy importante. Mientras se hace la bechamel no podéis hacer otra cosa, tendréis que permanecer junto a la sartén removiendo. Cuando acabéis de añadir la leche, sazonar con la nuez moscada, la sal y pimienta y continuar cocinando hasta que la bechamel coja cuerpo. Personalmente no me gusta que quede muy espesa pero alguna vez he visto gente que la hace bien espesa.

    Con ambas salsas hechas procedemos a preparar nuestra lasaña de carne. Precalentar el horno a ciento ochenta grados. Untar con mantequilla una fuente para horno (más o menos de 30×20 centímetros, según el tamaño variará la cantidad de láminas de lasaña que necesitaréis) y cubrir el fondo con salsa bechamel. Colocar encima una primera capa de lasañas. Recubrirlas con abundante salsa bechamel (por eso me gusta dejar la salsa clarita) y después con salsa de carne. Espolvorear con queso rallado. Componer al menos tres capas de la misma manera. Cubrir la última capa de lasaña con bastante bechamel y si os queda algo de salsa de carne también la podéis poner por encima. Espolvorear con queso rallado y meter al horno durante unos treinta minutos (como ya dije, a 180ºC).

    Puede parecer algo complicado pero no lo es en absoluto y el resultado merece la pena. Es una comida muy sabrosa y de esas de plato único que te deja requintado.

    Si quieres ver otras recetas que he cocinado puedes ir al índice de Mi pequeño libro de recetas de cocina y allí tienes la lista completa

  • Fachada de la Pedrera – Casa Milà

    4 de mayo de 2007
    La Pedrera - Casa Milà

    La Pedrera – Casa Milà, originally uploaded by sulaco_rm.

    He de controlarme y poner alguna foto de algo que no sea de Gaudí así que comencemos con la ronda final de su obra y volvamos a la Pedrera para mirar desde la calle su sinuosa fachada llena de curvas que semejan olas y con esas algas que cuelgan de los balcones.

    Hay más información sobre Barcelona en la anotación Barcelona – Primer día con Gaudí y también puedes ver el Álbum de fotos de Barcelona

    Technorati Tags: Barcelona, viajes, Gaudí, La Pedrera

  • Su momento de gloria

    3 de mayo de 2007

    A las nueve de la mañana los trenes ya no van tan llenos, ya no es hora punta. La actitud de la gente es distinta, más cortés, más relajada. Te puedes sentar y leer alguno de los tres periódicos gratuitos que están esparcidos por todo el vagón y que puedes conseguir en las entradas de la estación. Los andenes también son transitables. Parece mentira que media hora antes aquello está abarrotado, con miles de personas leyendo los periódicos, hablando por teléfono o simplemente bloqueando el paso. Llegan los trenes y cientos de personas saltan de ellos creando curiosas formaciones que fluyen hacia las salidas y son obstaculizadas por los que quieren entrar en esos mismos trenes. Vistos desde lejos parece un hormiguero muy ocupado. Como el tipo de tren es casi siempre el mismo y sé donde se detienen me puedo poner exactamente delante de la puerta y esperar su llegada. Así me ahorro los empujones y las prisas de la gente que cree que no llegarán a tiempo pese a que el tren estará en la estación al menos cinco minutos. Nunca entenderé ese agobio que les entra por acceder a su interior inmediatamente. Es enfermizo.

    El vagón al que yo accedo es de esos que permiten entrar las bicicletas, con espacios más amplios y asientos que se recogen para que haya más sitio. Me da igual un sitio que otro aunque siempre procuro sentarme de forma que controlo la escalera porque si hay espectáculo, este se originará allí. La típica diva de barriada periférica entró y se detuvo unos instantes antes de decidir que subiría a la parte superior del vagón. Es un movimiento muy estudiado para permitir que los machos locales la detecten y así establecer sus dominios territoriales. Por supuesto iba hablando por teléfono. Siempre lo hacen. He llegado a creer que son falsas conversaciones con el único propósito de parecer interesantes.

    El cambio climático ha tenido nefastas consecuencias para la decencia y el decoro. Cuando estás en abril y la temperatura ronda los treinta grados el cuerpo te pide aire y ellas se lo dan. Su falda perdió el prefijo mini en alguna guerra anterior. Era tan corta que casi no existía. Sus piernas enormes la hacían parecer un compás andante y los zapatos de tacón de aguja la señalaban como secretaria. Las secretarias Nórdicas gustan de ponerse ropa así. No saben hacer nada y tampoco intentan aprender pero le dan mucha importancia al aspecto. En las empresas contratan dos viejas y feas por cada cinco guapas. Es la proporción precisa para sacar el trabajo adelante. En un mundo justo pondríamos plantas pero a esta tierra hemos venido a sufrir y eso que se dice así que ponen secretarias despendoladas que hacen bonito y cada día visten distintas. Son como flores. Ella enganchó mi portadora con contacto ocular y por ser el único espectador en ese momento me dedicó su grandiosa subida de escaleras. Entró en el vagón y se sentó en algún lugar que no podía ver desde mi asiento. Una lástima porque si se hubiera quedado en el pequeño asiento que hay a la entrada del vagón superior habría tenido unas vistas fantásticas. Mientras la miraba escuchaba un audiolibro. Una historia de fantasía que llevaba mi imaginación hacia otros mundos. Apagué el iPod porque estaba distraído y ya no prestaba atención a esa voz que me hablaba. En el aire la fragancia de un perfume barato machacaba mi nariz. No me gusta la gente que apesta a perfume pero esta no se iba a convertir en mi mejor amiga así que no le di mayor importancia.

    Durante los quince minutos que dura el viaje volví a concentrarme en la historia que estaba escuchando. Por la ventana corrían los campos infinitos de hierba en los que vacas felices pastan para producir leche en cantidades astronómicas. A veces veía algún grupo de ovejas trasquiladas y contentas de haberse quitado de encima toda esa lana.

    Al llegar a la estación comenzó a salir gente y acumularse en la salida, como siempre. La misma prisa que tienen por entrar les impele a salir corriendo. El tren se detendrá dos minutos y de ellos durante minuto y medio no habrá flujo alguno de gente pero eso no los detiene. Yo seguía sentado en mi sitio. Se abrió la puerta del compartimiento superior y apareció de nuevo, suprema en su particular estilo. Llevaba una ligera chaquetilla que parecía estar a punto de reventar ante la presión de los pechos. Obviamente estaba hablando por teléfono. Nos miró a todos desde su atalaya y comenzó a bajar. Justo en ese momento el tren frenó bruscamente y como ella estaba distraída con su conversación no lo vio venir ni pudo hacer nada para evitar el desastre que sucedió a continuación. La vi perder el equilibrio y comenzar su caída. La gente reaccionó con destreza y se apartaron para facilitarle el golpe contra el suelo. Son unos ocho escalones y la pobre rodó sin gracia ninguna mientras las primeras sonrisas acudían a las caras de los que observábamos. Debemos ser las bestias más crueles porque siempre nos reímos de la desgracia ajena. El teléfono voló libre mientras ella gritaba e intentaba agarrarse de algo aunque sin mucho éxito. Uno de los tacones se partió y quedó rezagado. El tren continuaba frenando y la inercia no ayudaba a aquella desgraciada. Su caída terminó en el único sitio posible, en el suelo, completamente despatarrada. Al apartarse la gente se había abierto un pasadizo que me permitía verlo todo y yo fui el primero en notarlo. Sus piernas en el aire se agitaron pero la (micro)falda ya no estaba en su sitio y allí faltaba algo, no había bragas que protegieran su chumino de miradas indiscretas. Estaba bien afeitada. Todos se fueron percatando del asunto y sus ojos quedaban fijos en un único lugar. Ella intentó levantarse y cubrir aquello que seguramente no estaba destinado para nuestros ojos y terminó consiguiéndolo aunque el precio a pagar fue muy alto. Ella sabía lo que habíamos visto y fue capaz de comprender que el incremento en la intensidad de las risas se debía a una sola razón. Un par de chicos se ofrecieron a ayudarla y alguien le devolvió el teléfono mientras ella trataba de evitar el contacto ocular porque estaba avergonzada. Su gran momento de gloria en la salida acabó siendo nuestro gran momento del día, el tópico principal para nuestras conversaciones junto a la máquina de café. No todos los días tenemos la suerte de ver una Diva despatarrada y menos aún de verle el coño con tanta facilidad.

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